El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, fue centro hoy de fuertes presiones para lanzar un nuevo ataque contra Bagdad, una semana después de haber proclamado la victoria en el último enfrentamiento con el presidente de Iraq, Saddam Hussein.
Las presiones provienen sobre todo de republicanos, la mayoría de los cuales han reclamado una respuesta "desproporcionada" a lo que consideran las últimas provocaciones de Saddam Hussein.
El gobierno de Clinton, en cambio, al anunciar el despliegue de más aviones en la región del Golfo, se limitó a añadir mayor tensión en una situación de la que podría resultar un nuevo ataque.
"No cabe duda de que habrá otra respuesta militar", dijo este jueves el senador republicano John McCain, asesor del candidato presidencial Bob Dole, y añadió que espera que ésta sea "mucho más vigorosa que la pasada, porque lo sucedido sólo ayudó a Saddam Hussein".
El Comité de Defensa del Senado recibió este jueves las declaraciones del ex secretario de Estado James Baker, quien pidió la adopción de medidas más duras contra Iraq.
"En lugar de limitarnos a las instalaciones de fuego antiaéreo existentes en el sur, podríamos, y probablemente deberíamos, haber bombardeado objetivos militares alrededor de Bagdad y en la misma capital, y atacado a la Guardia Republicana encima del paralelo 36 (en el norte de Iraq)", dijo Baker.
"Cuando se trata de responder en una situación como ésta, no creo que debamos limitarnos a una respuesta proporcionada a la provocación recibida", añadió el ex secretario de Estado, que sirvió bajo la administración del último presidente republicano, Ronald Reagan.
Intencionalmente o no, Saddam Hussein parece ansioso por otro enfrentamiento. Medios iraquíes informaron que tres misiles fueron lanzados contra aviones estadounidenses F-16 que patrullaban la zona de exclusión sobre el norte de Iraq.
Una advertencia del primer minsitro iraquí, Tariq Aziz, diciendo que el acuerdo de Kuwait para autorizar el pasaje de aviones estadounidenses en ruta al Golfo equivale a un "acto de guerra" indignó a la Casa Blanca.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, William Perry, dijo a los periodistas este jueves que las declaraciones de Aziz son "totalmente inaceptables", y el vocero del Departamento de Estado Glyn Davies afirmó que "ilustran lo que está en juego para la coalición de países que enfrenta a Saddam Hussein".
Perry parece haber emergido como la voz más dura del gobierno en esta crisis. Respondiendo a una afirmación iraquí según la cual Bagdad había disparado misiles a aviones estadounidenses a comienzos de esta semana, Perry advirtió este miércoles que la defensa aérea iraquí "sabrá pronto que no estamos jugando".
Tomando la palabra del coro republicano, también advirtió que la siguiente respuesta militar de Washington será "desproporcionada con las provocaciones contra nosotros".
Perry respaldó su advertencia colocando cuatro bombarderos B-52 en la isla Diego García del océano Indico (desde la cual se operó durante la guerra del Golfo en 1991) y enviando siete cazabombarderos F-117A a Kuwait.
Además, según informaciones, el Pentágono ordenó que el transportador de aviones U.S. Enterprise, actualmente en el mar Adriático, se dirija hacia el Golfo.
Esta actitud de Washington contrasta con la satisfacción proclamada por Clinton ante los resultados de la primera ronda de ataques con misiles crucero, la semana pasada.
Los ataques fueron la respuesta de Estados Unidos a la intervención del ejército iraquí en favor de una de las dos facciones kurdas que luchan en el norte de Iraq, el Partido Democrático del Kurdistán (KDP).
Con el apoyo de Bagdad, el KDP consiguió desalojar al grupo rival, la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), de la ciudad de Irbil, que estaba en manos de esta última facción.
Fue la primera vez que las fuerzas de Bagdad irrumpieron en un área que Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia habían declarado "zona de exclusión" en el norte de Iraq, después de la guerra del Golfo.
Clinton respondió al ataque extendiendo de forma unilateral la zona de exclusión igualmente establecida en el sur de Iraq, del paralelo 32 al paralelo 33, prácticamente hasta las puertas de Bagdad, y lanzando misiles contra el poderío antiaéreo iraquí, instalado en el mismo sur del país.
A continuación Washington advirtió a Saddam Hussein que debía abstenerse de disparar contra los aviones estadounidenses que iban a patrullar las dos zonas de exclusión, y que tampoco debía reparar ni volver a accionar su red de defensa antiaérea del sur.
Pareció en un primer momento que estas acciones habían tenido un éxito total. Las tropas iraquíes se retiraron de Irbil y según se informa se han mantenido al margen de la lucha entre las dos facciones kurdas, que continúa.
Sin embargo, en los últimos cinco días ha podido saberse, cada vez con mayor claridad, que los acontecimientos ocurridos en el norte de Iraq han supuesto un gran golpe para los intereses de Estados Unidos en ese territorio.
No sólo las tropas del KDP, apoyadas por el ejército iraquí, han expulsado a la PUK de prácticamente todos sus baluartes, sino que también ha sido totalmente destruida la operación encubierta que, con un costo de varios millones de dólares, había mantenido en la zona la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Es un hecho que todos los agentes estadounidenses que participaban en aquella operación se refugiaron en Turquía antes de que Irbil cayera en manos de la alianza Iraq-KDP.
Sin embargo, ha trascendido también que al menos 100 individuos que actuaban con el apoyo de la CIA, la mayoría de ellos desertores del ejército iraquí o figuras clave de la oposición, fueron capturados y ejecutados sumariamente.
En el frente diplomático las cosas no anduvieron mucho mejor.
Al fracaso de Washington en su pretensión de obtener una condena a Bagdad en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se agregó la negativa de Turquía y Arabia Saudita a permitir que los aviones de combate estadounidenses estacionados en su territorio tomaran parte en los ataques balísticos.
Francia, por su lado, se negó a patrullar la zona de exclusión ampliada en el sur, lo cual puso de manifiesto cuánto se ha debilitado en los últimos cinco años la coalición de la guerra del Golfo comandada por Estados Unidos.
Este conjunto de acontecimientos ha alimentado la esperanza de los republicanos de que una crisis de política exterior aún pudiera salvar la debilitada campaña electoral de Dole.
Si bien Dole en pemento cuarsona ha rehuido en todo momento cualquier crítica a Clinton en este asunto, sus colaboradores -incluso su candidato a la Vicepresidencia, Jack Kemp- machacan ahora sobre el tema Kemp atacó este miércoles la política gubernamental, a la que calif, a la que calificó de "vaga e indecisa", y el pree la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, dijo que se trata de una política "impotente". (FIN/IPS/tra-en/jl/lp-arl/ip/96