Con sus altas y bajas, el mercado negro cubano se adapta a las reformas aplicadas por el gobierno, al igual que lo hizo cuando comenzó la crisis económica.
"De todo como en botica: jabones, jeans, caramelos, medias, zapatos. Todo lo que quiera pero más barato. Adentro está a cinco pesos, yo se lo doy a tres", repite la mujer que cada mañana se estaciona cerca de la puerta de la tienda Ultra.
Como ella, vendedores de ambos sexos y de las más variadas edades ofrecen "de todo".
"Robaron un contenedor de salvavidas", deduce enseguida un caminante cuando ve frente al céntrico establecimiento habanero toda una "exposición" de los más diversos objetos flotantes que se usan para el baño de mar.
Lo mismo piensa un jubilado del barrio residencial de Miramar cuando varios vendedores le ofrecieron, en la puerta de su propia casa, "sopa de paquetico Maggi" de lentejas, pollo, hongos o de lo que él quisiera.
Aunque no faltan los experimentados negociantes de siempre, la mayoría son inmigrantes internos que llegan a la capital en busca de una forma fácil para "escapar" de la crisis que ya dura seis años.
Algunos hacen viajes semanales a La Habana cargados de quesos, camarones o masas de langosta y otros se dedican al lucrativo negocio, con clientes fijos, de venta de leche en polvo a dólar la libra.
"La leche es sólo en dólares. Es un producto muy demandado y para tenerlo hay que esperar que los barcos lleguen al puerto", explica un hombre que se dedica a la venta ilegal.
Fuentes especializadas estiman que a diferencia de lo que ocurre en otros países de América Latina, en Cuba la economía subterránea no responde a una estrategia de captación de ingresos de capas marginadas ni es en esencia productora.
"El robo es lo que llena la bolsa" (el mercado negro) , dicen los expertos y aseguran que la economía clandestina se dedica a hacer circular o recircular bienes o servicios deficitarios y se alimenta por lo general del descontrol en las entidades del Estado.
Según Alfredo González Gutiérrez, experto del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE), el distintivo por excelencia del fenómeno está en su "fuerte capacidad de adaptación" a cualquier cambio.
Estudios especializados aseguran que el mercado negro surgió como respuesta a la insuficiencia de la oferta estatal a la población, y se acrecentó y consolidó por la emisión monetaria sin contrapartida mercantil.
Este mercado, que hasta 1989 no sobrepasó en valores el 20 por ciento de los ingresos de la población, entre 1989 y 1992 igualó, en valor de transacciones, al mercado estatal y, entre 1993 y mayo de 1995 llegó a superarlo.
Si en un inicio la población acudía a la economía sumergida para mejorar la estructura de su consumo, con el déficit generalizado de los años 90 esta llegó a convertirse en la única opción para conseguir desde jabones hasta una fruta cualquiera.
"Si no tengo un plato de arroz en la mesa es como si no comiera", dijo Francisco García, un obrero que con un salario de 200 pesos llegó a pagar 80 pesos por un kilógramo del cereal cuando el dólar se cotizaba a 120 en el mercado subterráneo.
Como la mayoría de los cubanos, García gastó todos sus ahorros y acudió a las casas comisionistas para vender viejos recuerdos del patrimonio familiar en aras de conseguir el dinero necesario para poder alimentarse de la bolsa negra.
La bancarrota del mercado negro pareció llegar cuando, en mayo de 1994, el gobierno dio "luz verde" a un proceso de transformaciones económicas que legalizó algunas actividades de la economía sumergida y condujo a la reducción de la masa monetaria circulante.
Pero las mismas reformas que provocaron en los últimos tiempos un decrecimiento del espacio económico del mercado subterráneo podrían conducir a nuevos tiempos de auge.
Expertos locales aseguran que la ofensiva tributaria del gobierno contra los trabajadores por cuenta propia podría sumir en la oscuridad una serie de actividades que ahora se realizan de forma legal.
Los intermediarios entre el campo y la ciudad, que venden en los agromercados abiertos por el gobierno a finales de 1994, aparecen entre los "cuentapropistas" más propensos a jugar en la bolsa negra para evadir impuestos.
"Los mejores productos los vendo de puerta en puerta", comentó un vendedor de un agromercado habanero que prefiere pagar a una persona para que recorra los edificios de un barrio residencial ofreciendo ajo, cebolla y plátanos, todos de primera calidad.
Mientras, en las tarimas autorizadas por el Estado las zanahorias ya no son las mismas de hace unos meses y su apariencia parece confirmar una vez más la decisión de la mayoría de los concurrentes.
Los expertos auguran que los vendedores de productos agropecuarios irán a los mercados como una importante alternativa legal para los malos tiempos y, al mismo tiempo, colocarán sus productos en la bolsa negra como una opción más rentable que subir los precios.
El problema parece desplazarse de la satisfacción de productos deficitarios a la competencia en la esfera de los precios que se mantienen altos tanto en las tiendas estatales para la recaudación de divisas como en los mercados agropecuarios de libre concurrencia.
"Siempre habrá algo que se pueda vender más barato que el Estado y ganarse la vida", dijo una vendedora de huevos de puerta en puerta.
Con un salario medio de 200 pesos y pagando 21 pesos por un dólar, la mayoría de los cubanos cuenta sus pocos billetes estadounidenses y siempre que pueden evaden las tiendas y acuden a los precios más baratos de la calle.
"En las tiendas venden 30 huevos a más de cinco dólares, en la bolsa negra los vendemos a tres", comenta la vendedora que hasta hora no ha tenido problemas con la policía ni nunca ha tropezado con un comprador que le pregunte de dónde sacó lo que ofrece (FIN/IPS/da/dg/if-pr/96