Cuatro hombres juegan dominó en una esquina de la capital de Cuba, varias personas pelan papas, plátanos y maíz para el caldo de la noche y un grupo de niños bailan al compás de la música que suena por todo el barrio.
"Hace dos o tres años esto estaba como muerto y ahora mira", dice Laudelina Gómez, una mujer de 58 años que aún no se jubila como secretaria en una empresa estatal, pero de vez en cuando encuentra tiempo para compartir con sus vecinos.
Gómez vive en Pogolotti, un barrio de La Habana con no muy buena fama que en los últimos meses vive los efectos de la revalorización de las funciones de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
Ella es feliz en Pogolotti porque le parece volver a los tiempos de su juventud, pero, sabe que en todos lados no es igual. "Aquí, eso todavía no ha llegado", comentó Yamilet Valdés, una vecina del céntrico Vedado que sabe que los CDR organizan fiestas en los barrios.
Fundados el 28 de septiembre de 1960 como una organización de masas, los CDR tuvieron sus altas y bajas durante todos estos años y a principios de esta década llegó a hablarse de ellos como de algo sin sentido, envejecido y superado por el tiempo.
Su razón de ser durante los primeros años de la Revolución, cuando era necesario vigilar para prevenir sabotajes a enclaves económicos u otro tipo de acción de los opositores al gobierno de Fidel Castro, quedó atrás para siempre.
Los CDR desplazaron el foco de atención de la guardia realizada por sus miembros durante toda la noche en cada cuadra de pueblo o ciudad del país caribeño, a la prevensión del robo u otras actividades delictivas.
"Vigilar es bueno porque a nadie le gusta que le roben. Lo que no me gusta es que se estén metiendo en mi vida", dijo una ingeniera de 23 años que va a las reuniones de los CDR "por quedar bien" y para que no le hagan "la vida imposible".
Considerados por los grupos opositores cubanos como una de las mayores organizaciones represivas de la isla, los CDR llevan un registro de los vecinos de cada cuadra y, por lo general, son fuente de información para los órganos de seguridad del Estado cuando desean conocer las andanzas de alguna persona.
"Cuando se trata de capturar a un ladrón o a un asesino, todo el mundo lo entiende. Ahora, las opiniones cambian cuando uno tiene localizado a un disidente", dijo Eulalio Rodríguez, vecino del municipio habanero del Cerro.
Una encuesta realizada en 1994 por el Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión del Comité Central del Partido Comunista entre 2.886 personas, arrojó que 57 por ciento catalogó la labor de los CDR como regular o mala, y 38 por ciento como muy buena o buena.
La mayoría de los encuestados defendió la necesidad de mantener la organización de masas como tal pero, a partir de una fuerte renovación en su estilo de trabajo, mientras que sólo uno por ciento pidió que no "fisgoneara (controlara) la vida privada de la gente".
"Los CDR se pensaron como factor de unidad, pero hubo lugares y épocas donde se confundió la vigilancia revoluciobaria con el chisme", dijo Juan Contino, coordinador nacional de la organización, en entrevista al semanario Juventud Rebelde, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
Contino, un economista de 35 años, integró a principios de los años 90 el Buró Nacional de la UJC que, dirigido entonces por el actual canciller Roberto Robaina, revolucionó los métodos de trabajo de esa organización política.
La UJC enterró los formalismos, abrió opciones recreativas para amplias capas de la población, vinculó los actos políticos con conciertos masivos de los artistas cubanos más populares y sustituyó las consignas del pasado por campañas políticas especialmente diseñadas.
La razón de la designación de Contino al frente de los CDR estaba más que clara, según analistas locales: o se renovaba la mayor organización de masas de Cuba, ahora con el estatus legal de organización no gubernamental, o perecía.
"Para nadie es un secreto que los CDR están necesitando de una adaptación. Tenemos que devolverle, enriquecida, su imagen", opinó Contino, firme partidario de explotar la estructura nacional de la organización en el rescate de las tradiciones perdidas de cada barrio.
La nueva estrategia se basa en desarrollar o fortalecer el trabajo comunitario, en función de las características específicas de cada lugar y en aras de ayudar a resolver los problemas de la gente.
Fuentes oficiales aseguran que entre 1960 y 1995, los CDR organizaron la recogida de desechos de todo tipo y aportaron para su reciclaje como materia prima 1.870 millones de frascos de cristal y 318.000 toneladas métricas de papel y cartón.
Bajo el principio del carácter voluntario y totalmente gratuito, miembros de los CDR realizaron más de seis millones de donaciones de sangre que son utilizadas por el sistema de salud cubano para enfrentar los casos de urgencia sin tener que esperar la donación de algún familiar.
La estructura de la organización, que cubre todo el país, de 11 millones de habitantes, la convirtió en protagonista por excelencia de las campañas masivas de vacunación contra el tétano, la rabia, el sarampión y, sobre todo, la poliomelitis.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a Cuba "libre de poliomelitis" el año pasado y el éxito de las campañas iniciadas en 1962 se debió a la acción coordinada del Ministerio de Salud con los comités de cada cuadra que participan en la aplicación de más de 63 millones de dosis.
Contino considera que los CDR pueden hacer mucho en la esfera de la salud, pero también en la siembra de árboles y la promoción del desarrollo de los huertos populares de autoconsumo, la acuicultura familiar, el cultivo de plantas medicinales y la limpieza de la ciudad. (FIN/IPS/da/ag/ip/96