COLOMBIA: Lemos, un vicepresidente para tiempos de crisis

La elección de Carlos Lemos como nuevo vicepresidente de Colombia diluyó las pugnas entre las fracciones de los partidos políticos, que coincidieron en avalarlo como la mano dura que reclaman para tiempos de crisis.

Postulado por el presidente Ernesto Samper y elegido por el Congreso este jueves, Lemos logró que amainara la polarización entre partidarios y opositores del gobierno, cuyo climax se produjo el día 10, con la renuncia de Humberto De La Calle a la vicepresidencia.

La dimisión de De La Calle, que buscó infructuosamente agudizar la crisis en la cúpula y precipitar la salida de Samper, fue sorteada rápidamente con criterio de unidad de cuerpo.

Lemos reúne condiciones propicias para apuntalar a un gobierno que estaría superando la coyuntura de las discrepancias interpartidistas sobre su legititimidad para hacer frente común con sus contradictores en el combate a la guerrilla y el descontento social.

También responde a quienes creen que sería el recambio adecuado y el comienzo de la "salida digna" de Samper.

El nuevo vicepresidente parece responder al llamado de alerta que hizo el ex presidente Alfonso López Michelsen (1974-78).

"Estamos haciéndonos la guerra unos a otros como si la consigna fuera guerra, guerra en el seno de la clase dirigente, mientras esperamos pacíficamente a ver que ocurre entre quienes están en contra nuestra", advirtió López Michelsen, una de las máximas figuras del gobernante Partido Liberal.

El diagnóstico apocalíptico que prologó la renuncia de De La Calle coincidió con el sentimiento generalizado sobre la anarquización del país y la necesidad de endurecer el régimen, pero no con el retiro automático de Samper, que al proponer a Lemos se dio un respiro.

Enrique Santos Calderón, el columnista más influyente de Colombia y acérrimo crítico de Samper, escribió: "Tenemos, pues, nuevo vicepresidente. Un hombre de carácter, un intelectual respetable y, algo más raro, un político honesto".

El elogio a la honradez de Lemos resulta casi superlativo, tras dos años de escándalos cotidianos por la penetración de dinero del narcotráfico en la campaña electoral de Samper y una avalancha de procesos por enriquecimiento ilícito contra figuras notables.

Lemos, de 67 años, nació en Popayán, capital del sureño departamento del Cauca, una ciudad donde dicen que pesan más los abolengos que el dinero.

Tal vez eso explique la respuesta que dio a un reportero, cuando ya tenía en su haber una larga trayectoria política, desde concejal hasta ministro, y un sólido reconocimiento como escritor, que lo indagó por la mora en el pago de un sobregiro bancario.

"Jamás hice nada en los puestos que he ocupado para hacerme rico (…) Yo no sé si alguna vez en su vida se ha sobregirado, pero ese es el privilegio de los hombres pobres", le contestó.

Su fama de persona que habla sin ambages y no teme que lo tachen de derechista, no es gratuita. Por eso en el actual escenario de movilizaciones y protestas sociales su nombre tranquiliza a la clase dirigente.

Marchas de unos 100.000 cocaleros contra la erradicación de cultivos, escalada guerrillera en más de la mitad del territorio y, sobre todo, dos ataques de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con 42 soldados dados de baja y 60 tomados como rehenes, abrieron camino al consenso sobre Lemos.

Las FARC, vinculadas al Partido Comunisto, son la principal fuerza guerrillera de Colombia, con más de 50 frentes y unos 10.000 miembros alzados en armas.

Algunos recuerdan que en su juventud Lemos militó en el Partido Comunista, pero son más los que tienen fresco su anticomunismo.

Como canciller del gobierno de Julio César Turbay (1978-82), rompió relaciones diplomáticas con Cuba, tras denunciar el apoyo del gobierno de Fidel Castro a una frustrada invasión armada del entonces ilegal Movimiento 19 de Abril (M-19).

Años despues, legalista y coherente, como ministro de Gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-90), firmó la paz con el M-19, al que había combatido.

Sin embargo, la salida de Lemos del Ministerio fue el desenlace de la crisis por el asesinato del candidato presidencial de la Unión Patriótica (UP), Bernardo Jaramillo, en 1990.

Cuatro días antes, con la contundencia de su oratoria y la convicción de su ideología -que el escritor Antonio Caballero califica de prefascista- había sentenciado que la UP era el brazo político de las FARC, lo que según la dirigencia comunista provocó el crimen de Jaramillo.

Así, en el actual escenario de escalada insurgente, la elección del sustituto de De La Calle, que parecía otro revés para Samper -enfrentado al clientelismo de los parlamentarios que lo exoneraron en el juicio por aportes del Cartel de Cali a su campaña- se trocó en elemento conciliador.

En el apoyo al nuevo vicepresidente confluyen el grupo conocido como Los Conspiradores, el Comité Intergremial que agrupa a los industriales por rama y el ala oficialista del Partido Conservador (PC), sectores que en algún momento han pedido la renuncia a Samper.

También suma a su favor el visto bueno de los bandos liberales proclives al gobierno, de la disidencia Nuevo Conservatismo – prosamperista- y de recalcitrantes sectores de derecha que han invocado una alternativa similar a la del presidente peruano Alberto Fujimori para conjurar la ingobernabilidad.

Al consenso interno Lemos agregaría el de Estados Unidos: fue el único embajador ante la Organización de Estados Americanos que respaldó a Washington con motivo de la invasión británica a las Islas Malvinas en 1982.

Desde este ángulo también cuenta su posición a favor de la extradición. Como ministro de Barco optó por retirar un proyecto de reforma constitucional para impedir que parlamentarios afines a los narcotraficantes añadieran un artículo que supeditaba la extradición a un plebiscito, que les hubiera sido favorable.

En 1991, en la Asamblea Constituyente que prohibió la extradición, Lemos se opuso a eliminarla de la Constitución, y aunque ahora ha dicho que acatará la línea del gobierno en este tema, muchos creen que allanaría el camino para reimplantarla como abiertamente reclama Estados Unidos.

También en minoría en la Constituyente, se opuso a la revocatoria del mandato al Congreso, órgano que este jueves lo nombró vicepresidente.

Quien logró, de pronto, poner de acuerdo a bandos aparentemente tan disímiles, es de temperamento tímido, conversación amena y un humor agudo que llega a ser demoledor.

De su voluntad y decisión, en las que ponen sus esperanzas los partidarios de la mano dura, dio pruebas al dejar de fumar los dos paquetes diarios de cigarrillos negros que consumía uno tras otro, desde sus épocas de estudiante bohemio, apasionado por los temas de historia. (FIN/IPS/mig/ag/ip/96

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