ARGENTINA: Cuando el tipo de cambio fijo deja de ser dogma

Mientras el ex ministro de Economía de Argentina Domingo Cavallo ingresa al círculo de los conferencistas mejor pagos del mundo por su plan de estabilización, muchos comienzan a dudar de la efectividad de las estrategias basadas en el tipo de cambio fijo.

"Estoy haciendo lo que hacen quienes lograron renombre y cuya opinión es respetada en el mundo, estoy en el mismo grupo que John Naisbitt, Paul Krugman, Lester Thurow, Rudger Dornbusch y Jeffrey Sachs", destacó hace pocos días un orgulloso Cavallo, cotizado a 25.000 dólares por conferencia.

Sin embargo, mientras el ex ministro cosecha frutos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se apresta a presentar el día 25 su informe anual en el que manifiesta, entre otras cosas, un cierto escepticismo ante las políticas de estabilización basadas en el tipo de cambio fijo.

La advertencia del FMI sintoniza con las críticas de empresarios y economistas argentinos que en los últimos días se animaron a poner en duda los beneficios del axioma "un peso igual a un dólar", y achacan a un presunto retraso cambiario la recesión y el alto desempleo.

El plan fue lanzado por Cavallo en 1991, con el objetivo de frenar la hiperinflación y las devaluaciones casi cotidianas, y de crear un marco para el desarrollo. La ley de convertibilidad impidió la emisión monetaria sin respaldo, sometiéndo al Estado a una rígida dieta fiscal.

El gobierno del presidente Carlos Menem se manifestó siempre dispuesto a sostener la paridad vendiendo todos los dólares que solicitara el mercado ante una corrida. Así, desde 1991 hasta el presente esa variable no se alteró ni aún cuando Cavallo dejó abruptamente el ministerio en agosto último.

La estabilidad cambiaria se erigió en uno de los pilares que sostuvo al modelo económico. La mayoría de las casas de cambio, que se habían multiplicado en los principales centros urbanos del país en los años ochenta debieron cambiar de ramo en esta década.

Consecuencia de la estabilización, la apertura comercial y la reforma del Estado, la economía creció a un ritmo de siete por ciento promedio anual entre 1991 y 1994, pero a fines de 1994 la crisis mexicana asestó un duro golpe al proceso que ya mostraba síntomas de agotamiento en el alto desempleo.

En 1995 el crecimiento retrocedió 4,4 por ciento y el desempleo alcanzó 18,6 por ciento. El modelo tiene actualmente dificultades.

Según el informe del FMI, Argentina, México y Rusia se llevaron 80 por ciento del financiamiento del organismo en 1995.

Aún con ayuda externa, Argentina tiene un déficit fiscal que llegaría este año a 6.000 millones, el desempleo sigue siendo alto y la reactivación tan prometida nunca llega.

La deuda externa creció de manera exorbitante en los últimos años y supera los 100.000 millones de dólares. Para 1997, los vencimientos de intereses rondan los 13.000 millones.

En este contexto, algunos miran al tipo de cambio. Para crecer y aumentar el empleo, Chile no sólo reformó las leyes laborales sino que acompañó esos cambios con un abandono del tipo de cambio fijo, aún al costo de una pequeña inflación, opina el economista argentino Walter Graziano, partidario de un cambio.

Menem aseguró que mientras dure su mandato no habrá devaluación y Cavallo lo respaldó.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires y candidato a suceder a Menem como jefe de Estado, Eduardo Duhalde, renombrados economistas y empresarios consideran el cambio innecesario y generador de desconfianza.

El secretario de Industria, Alieto Guadgani, sostuvo que ni siquiera sería posible una devaluación real -no nominal- pues obligaría a alterar la política de aranceles establecida en el marco del Mercosur, la zona de libre comercio integrada por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

En el otro extremo están los economistas que amplifican los señalamientos del FMI e indican que el tipo de cambio fijo ya no es un dogma. Allí se ubican los que proponen la devaluación nominal, los que quieren una real, y los que creen que, sin extremismos, habría que comenzar a abrir el debate sin miedos.

El economista Eduardo Curia es uno de los pioneros en sostener la necesidad de abandonar la paridad fija. Si México, que devaluó en 1994 y desató ele efecto requila, está creciendo este año, "entonces la devaluación no es algo tan malo", razona Curia, al tiempo que señala la recesión que vive Argentina.

El empresario Jorge Born, dueño de una transnacional cerealera, se refirió a la distorsión de precios que existe en el mercado debido a lo que considera el "atraso cambiario".

Si hace unos años, con una vaca se pagaba a un peón ahora se requieren casi tres animales para pagar un salario, asegura Born.

Guillermo Calvo, el economista argentino que previó la crisis mexicana, es otro de los que está a favor de una devaluación, pero compensada. Criticado por el secretario de industria, Calvo, que fue hasta principios de este mes asesor del nuevo ministro de Economía Roque Fernández, tiene su receta propia.

Calvo cree que se puede devaluar sin tocar el tipo de cambio, aumentando los aranceles de importación y otorgando subsidios a las exportaciones, sin salirse de la convertibilidad.

"El plan evitaría asustar a los inversores extranjeros", piensa el ex asesor y asegura que la fórmula está en las gateras.

"Si de aquí a diciembre el gobierno argentino no logra crear empleo ni sale de la recesión, entonces estaremos buscando opciones, y ésta es una muy buena", aseguró Calvo, quien confió además que Fernández no descartó en ningún momento la posibilidad de aplicarla. (FIN/IPS/mv/dg/if/96

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