Terremotos, huracanes, inundaciones y deslizamientos son sólo algunas de las amenazas naturales que se ciernen diariamente sobre las poblaciones de América Latina, pero sus consecuencias no son atribuibles a la naturaleza sino a la imprevisión del hombre.
Reunidos desde el lunes hasta el viernes en San José, científicos de toda la región analizaron la situación de la población urbana de América Latina frente a estos peligros e hicieron énfasis en que los desastres no son provocados por la naturaleza sino por la escasa planificación.
El fenómeno es natural, pero el desastre es construido socialmente, y la mayoría de las amenazas son creadas por el hombre, coincidieron los expertos.
Stephen Bender, de la Organización de Estados Americanos (OEA), señaló que la reducción de la vulnerabilidad a los peligros naturales debe ser parte de la agenda para el desarrollo y no está sucediendo así.
La propuesta de los expertos es que, de la misma forma en que ya se han incorporado los estudios de impacto ambiental como requisito para cualquier proyecto, se incluyan también otros de riesgo natural.
"Los objetivos del desarrollo deben enfocarse más sobre las condiciones absolutas de vulnerabilidad y menos sobre las condiciones relativas de la riqueza", indicó Bender.
El científico criticó el hecho de que, a pesar de que Naciones Unidas declaró el decenio de los años 90 como el de la prevención de desastres, poco se ha hecho en ese sentido.
"En América Central, a fines de este decenio, más niños estudiarán en escuelas altamente vulnerables que al principio del decenio. Seguimos tratando de aumentar la cobertura escolar con edificios en los cuales no se reduce el peligro", advirtió.
Otro asunto planteado por Bender en la reunión es que los temas relacionados con los peligros naturales deben ser considerados parte de las "cuentas ambientales" que asignan un valor a los recursos.
"Cuando se corta un manglar se pierde la defensa contra los tsunamis y los huracanes. Entonces, podemos asignarles un valor calculando cuánto cuesta construir diques o barreras que cumplan con su misma función", explicó.
El experto criticó la posición de los ecologistas, que tampoco reconocen la prevención de desastres como un tema de manejo ambiental, cuando en realidad no puede ser considerado de manera separado porque entonces el desarrollo económico no sería sostenible.
Para Allan Lavell, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), hay una construcción social del riesgo. Un desastre representa un problema no resuelto del desarrollo y una demostración de la inadaptación del ser humano al medio ambiente natural o construido, señaló.
Puso como ejemplo los efectos indirectos que dejó en Costa Rica, hace siete semanas, el paso del huracán César, con pérdidas estimadas en 200 millones de dólares.
"Los economistas calculan el impacto en el crecimiento del producto interno bruto y en la economía en general pero no reconocen que esos desastres pasan porque la estructura económica de la sociedad es muy frágil por la pobreza que existe", indicó.
Lavell, que trabaja en el área social de la prevención, considera que la pobreza de los países latinoamericanos parte de un modelo de desarrollo basado en la pauperización de la población, como forma de competir en la industria con mano de obra barata.
Gracias a ese modelo, indicó, las economías latinoamericanas crecieron, pero su infraestructura es de alta vulnerabilidad.
"Si seguimos con esos modelos vamos a enfrentar mayores desastres y perder infraestructura no es sostenible", agregó.
Destacó que el costo de reestructurar un edificio dañado es ocho por ciento superior al precio original de la obra, pero prevenir un desastre con una construcción sólida agrega sólo dos por ciento al precio inicial.
Los países del Sur son las mayores víctimas de desastres, precisamente porque comparten problemas de pobreza, estructuras débiles, instituciones e ideologías vulnerables. En cambio en el Norte se aplican medidas mucho más estrictas para prevenir tragedias, destacó Lavell.
Negó que 90 por ciento de hechos naturales como terremotos, huracanes u otros fenómenos ocurran en el Sur, pero admitió que en estos países se produce 90 por ciento de los desastres.
Tampoco es exacto decir que la pobreza es sinónimo de vulnerabilidad porque hay comunidades muy pobres, como la de los indígenas de Talamanca, en el Atlántico de Costa Rica, que vivieron por muchos años con el problema de las inundaciones sin que ocurrieran desastres, observó.
Sin embargo, actualmente esos indígenas viven bajo riesgo porque sus cultivos de granos básicos, que evitan la erosión de suelos, fueron sustituidos por banano.
Los expertos no se muestran muy esperanzados en que haya un esfuerzo concertado de los gobiernos por disminuir el riesgo, por lo que destacan la necesidad de emprender acciones con las comunidades para que aprendan a autogestionar sus propias soluciones.
Pero los gobiernos y las sociedades en general, opinó Lavell, deben preguntarse "si están dispuestos a gastar dos o tres por ciento más en análisis de riesgo o si se va a seguir creciendo anárquicamente y construyendo ciudades riesgosamente". (FIN/IPS/mso/dg/en/96)