La organización ambientalista Greenpeace, que tiene su sede central en Amsterdam, reorienta su política en América Latina al cumplir 25 años de existencia, informó su gerente general, Thilo Bode.
Las oficinas de Greenpeace en América Latina, ubicadas en Argentina, Brasil, Chile, Guatemala y México, deben poner énfasis en la defensa de los intereses de la región en materia de ambiente, por encima de los problemas internacionales, explicó Bode a IPS durante una breve visita a Alemania.
El presupuesto de Greenpeace Internacional para este año suma 26 millones de dólares y es inferior en nueve millones al de 1995.
La central de Amsterdam destina dos millones de dólares a la promoción de las oficinas latinoamericanas de la organización. Los planes de reforma exigen a esas filiales autonomía en la definición de sus objetivos y de sus campañas nacionales.
Al igual que las oficinas de Greenpeace en otros continentes, deben también esforzarse por lograr la autofinanciación, dijo Bode.
Sus acciones deben tener metas locales concretas y de interés nacional, y orientarse a demostrar que la democracia posibilita los cambios y puede ir de la mano de la defensa de la naturaleza, destacó Bode.
Greenpeace cree posible conjugar el desarrollo económico con la preservación del ambiente natural.
La importancia de América Latina para Greenpeace Internacional radica en el hecho, según Bode, de que, por ejemplo, la clase media de Sao Paulo, Brasil, o de Buenos Aires, es más numerosa que la de Nueva Zelanda.
La mitad del presupuesto de 1995 de la organización, que ascendió a 35 millones de dólares, fue financiada por Greenpeace- Alemania, y el segundo contribuyente, Holanda, aportó con 5,5 millones.
El déficit del presupuesto central llega este año a unos 553.000 dólares. Las oficinas de Greenpeace en América Latina continuan dependiendo de las subvenciones que reciben de la central de Amsterdam.
A 25 años de la primera acción espectacular de Greenpeace, que consistió en la tentativa de evitar con un barco pesquero una prueba nuclear de Estados Unidos, la organización atraviesa una crisis de identidad y de financiamiento en algunos países y en la central de Amsterdam.
Los problemas financieros y las consecuentes medidas de ahorro obligaron a la organización a prescindir de 10 por ciento de su personal fijo.
De los 4,8 millones de afiliados que tenía en el mundo en 1990, 1,7 millones han abandonado la bandera de Greenpeace.
El caso más preocupante es el de Greenpeace-Estados Unidos, que ha perdido 75 por ciento de sus miembros y aproximadamente 50 por ciento de sus ingresos, reducidos ahora a 29 millones de dólares. También escasean las donaciones en Canadá, Suecia y Nueva Zelanda.
Mientras, las grandes organizaciones ambientalistas recaudaron el último año en Alemania alrededor de 87 millones de dólares. Greenpeace-Alemania, radicada en Hamburgo, recibió donaciones por 48 millones de dólares, cifra que significa un aumento de cinco por ciento respecto de 1994.
La gran mayoría de los grupos ambientalistas de Alemania están en auge, como se comprueba en el incremento de las donaciones obtenidas en 1995, que en algunos casos fue de 29 por ciento.
Bode, ex presidente de Greenpeace-Alemania, se ha propuesto hacer más eficiente a la organización internacional y proyecta vincular por contrato a las oficinas nacionales para asegurar su cumplimiento de las resoluciones de la central.
Ya ha logrado que se tenga presente la opinión de Amsterdam al momento de nombrar a los gerentes de las oficinas locales. A cambio de ello, considera proponer el aumento de la cantidad de países con voz y voto en las decisiones de la central.
Más que limitarse a promover acciones de protesta ante los desmanes de la sociedad industrial, Bode pretende que las campañas de Greenpeace contribuyan realmente a transformar la sociedad en un sentido ecológico.
La promoción de la energía solar figura en el primer plano de las acciones planeadas para 1997. En este otoño boreal, Greenpeace inaugurará una oficina local en Hong Kong. (FIN/IPS/rc/ff/en/96