Chile, Argentina y los demás países cercanos al Polo Sur comienzan a enfrentar los años más críticos por el adelgazamiento de la capa de ozono, situación que se prolongará hasta inicios del nuevo milenio.
Así lo señaló en declaraciones a IPS el biólogo Sergio Cabrera, investigador del Departamento de Biología Celular y Genética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, uno de los mayores expertos del país en el tema.
El próximo lunes se celebrará en todo el mundo el "Segundo Día Internacional por la Preservación de la Capa de Ozono", fecha que Naciones Unidas instituyó en 1995 por iniciativa de varios gobiernos, incluyendo al de Chile.
Cabrera indicó que el proceso destructivo del ozono, provocado por los clorofluorcarbonos (CFC) y otros compuestos químicos lanzados a la estratósfera, ingresa en su fase más intensa por los efectos acumulativos del fenómeno.
En otras palabras, lo que se comienza a producir es la consecuencia del masivo uso de CFC, halones y otros gases químicos de uso industrial, antes de que en 1988 se comenzará a limitar su producción y sustituir su empleo.
El ozono es un gas estratosférico que a 25.000 metros de altura filtra las radiaciones solares ultravioletas, impidiendo sus efectos dañinos para la flora y la fauna en la superficie terrestre.
La convergencia de bajas temperaturas con altos volúmenes de radiación solar activa el papel destructor de los compuestos nocivos para el ozono cada año al inicio de la temporada primaveral sobre el Polo Sur.
Es por ello que los mayores adelgazamientos de la capa de ozono, lo que se denomina el hoyo o agujero, tienen lugar en la primera quincena de octubre, de acuerdo a las mediciones sistemáticas que se han realizado en los últimos cinco años.
Sin embargo, a comienzos de este mes las mediciones mostraron índices de adelgazamiento similares a los más críticos de octubre en años anteriores, con la prolongación del agujero hasta la isla de Tierra del Fuego.
Esta isla, al sur del Estrecho de Magallanes, compartida por Argentina y Chile, es el territorio sudamericano más cercano a la Antártida, cuya distancia mínima con el continente es de casi 1.000 kilómetros.
Cabrera, quien accede regularmente a los informes satelitales de medición de la capa de ozono en el Polo Sur a través de Internet, dijo que era previsible este "anticipo" del agujero a septiembre de acuerdo a previsiones científicas.
El problema, por tanto, debe agudizarse en octubre y seguir en una reproducción ampliada en los años venideros, ya que las concentraciones de CFC llegarán a su máximo entre 1998 y 1999, advirtió el científico chileno.
Las reducciones de químicos nocivos fueron establecidas en el Protocolo de Montreal desde 1988, con metas anticipadas posteriormente para los países industrializados, responsables de más de 80 por ciento de las emisiones.
Chile, que genera alrededor de 0,05 por ciento de esas emisiones, y Argentina son los países más amenazados por el deterioro del ozono sobre el Polo Sur, fenómeno que también afecta en grado alto a Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia.
La Universidad de Chile, con apoyo de Noruega, instaló una red de medición de radiaciones ultravioletas, con estaciones en Santiago y en Punta Arenas y Valdivia, ciudades situadas respectivamente a 2.500 y 830 kilómetros al sur de la capital.
Esta red, complementada con un medidor portátil, permite determinar que hay grados de deterioro de la capa de ozono prácticamente en todo el largo territorio chileno y durante todo el año, señaló Cabrera.
"Hoy es posible encontrar gente que se quema la piel por exposición al sol incluso del extremo norte de Chile, donde se supone que sus habitantes están biológicamente mejor dotados para resistir radiaciones solares", dijo.
En Chile aún no se cuenta con estadísticas actualizadas de cáncer a la piel y otras afecciones dermatológicas que muestren el efecto de este fenómeno sobre la población.
Cabrera advirtió que esos impactos pueden ser de largo plazo, lo cual hace muy probable que las nuevas generaciones estén biológicamente menos protegidas pero que ello no se advierta sino en varios años más.
Los habitantes de Santiago, paradójicamente, están protegidos de las radiaciones por el esmog, pero cuando salen del contaminado aire capitalino para ir a las playas o a la montaña son más indefensos, advirtió el biólogo.
En Santiago, añadió, se ha detectado mayor debilitamiento de la capa de ozono en invierno, porque aquí hay siempre radiación solar, lo cual se combina con las bajas temperaturas y facilita por tanto el paso de rayos ultravioletas.
Cabrera dijo que las autoridades deben educar a la población para protegerse del sol no sólo en los luminosos días de verano, sino todo el año, ya que existe una radiación ultravioleta latente y difusa, que es tan dañina como la directa.
Advirtió igualmente que los nuevos proyectos mineros a tajo abierto en el extremo norte están concentrando en ambientes a 3.000 metros de atura a una población laboral de unas 4.000 personas, que tampoco está protegida de estas nuevas amenazas.
En cuanto a los ecosistemas, el biólogo puntualizó que los microorganismos animales y vegetales, que están en la base del ciclo vital, son los más vulnerables a la radiación ultravioleta y los que más pueden demorar en reponerse o desarrollar defensas. (FIN/IPS/ggr/dg/en/96