Otro mediodía, el maestro carpintero Oswaldo Borges sólo miraría con tristeza la capital de Venezuela desde el centro comunal de Cruz Alta, un empinado barrio pobre, mientras espera, vanamente, la llegada de pupilos desertores. Esta vez pudo debatir el tema con uno de los responsables.
"La beca-salario del gobierno afloja a nuestros jóvenes, que desertan de nuestros talleres para ir a donde les regalan algo. En esta zona viven 100.000 personas, pero nos cuesta reunir 15 muchachos para un curso", se quejó Borges.
Le escuchaba Teodoro Petkoff, un socialista de 64 años que hace cinco meses se convirtió en ministro de Planificación del gobierno de Rafael Caldera y portavoz del programa de ajustes, de corte neoliberal, que desplomó aun más desde abril la capacidad de consumo de 22 millones de venezolanos.
El escenario, un almuerzo con el ministro y activistas de la comunidad, organizado por la Asociación de la Prensa Extranjera para contrastar medidas sociales del gobierno en un terreno naturalmente receptor de tales programas.
La parroquia católica que dirige el sacerdote irlandés Thomas Mulcage prestó su centro comunal, un edificio de cuatro pisos construido con ayuda de la Unión Europea, sede de reuniones y talleres, sobre el más alto de los cerros habitados de Caracas.
Las becas salario "surgieron por el considerable desempleo, 12 por ciento, más la mitad de la población trabajando en el sector informal", explicó Petkoff. "Es una base muy grande de gente fuera de los circuitos formales de empleo", agregó.
Se busca que jóvenes sin empleo "reciban algún ingreso y al mismo tiempo aprendan algo" en institutos estatales u organizaciones no-gubernamentales (ONG) que forman mano de obra. Pero "es uno de los programas de coyuntura inmediata", añadió Petkoff a su explicación.
En total, Venezuela tiene 14 programas sociales compensatorios – 12 desde que se lanzó un primer ajuste en 1989- que tocan a un total de 12 millones de personas, según Petkoff, quien admite que no son las estrategias de largo y mediano plazo.
"Se necesitan cambios más estructurales", dijo Petkoff, pues en Venezuela "el 10 por ciento más rico de la población recibe 46 por ciento de los ingresos, y el 10 por ciento más pobre apenas recibe 1,6 por ciento".
Capacitar para el empleo "es fundamental. Por el camino que vamos, en pocos años 35 por ciento de nuestros jóvenes no habrán pasado por ninguna clase de educación formal", dijo Petkoff.
La lucha contra la pobreza (84 por ciento de la población, según fuentes privadas) debe basarse, según Petkoff, en crecimiento económico, más salud, educación y servicios públicos "pues nada iguala tanto a la gente como el acceso de todos al agua potable, la electricidad y el transporte".
"Yo no soy de los que cree que la mejor política social es una buena política económica", dijo Petkoff frente al mote de "neoliberal" para la gestión que defiende, "pero la situación social se hace peor cuando la economía anda mal".
Para Borges, el gobierno ha errado al centrarse en moneda y otros temas macroeconómicos, pues "estamos donde mismo, con dos ceros de diferencia, pues el cambio antes (hasta 1983) era de 4,30 bolívares y ahora de 470 bolívares por dólar, y las cosas son cien veces más caras".
Más aún, cuando el gobierno interviene, como al instalar un megamercado agrícola en el populoso aoeste de Caracas, el resultado es que vende a precios superiores a los de las pequeñas tiendas del barrio, dijo Borges.
El debate sobre la comida transcurre entre la impecable distribución de platillos. El barrio no descuida detalles. Los cócteles de frutas, el arroz, la hojita de cilantro sobre el puré de patatas, todo hace juego con el mantel, en verde.
Petkoff apela a la pedagogía que practicó como joven agitador comunista, como candidato presidencial socialista, como político que, con distintas campañas, ha trepado por esas calles que serpentean cerro arriba, hasta La Cruz.
"Los precios de Coopercentro (el megamercado con apoyo oficial) no deben compararse con la tienda del barrio, sino con los supermercados de las grandes cadenas. Si no existiera, a ustedes aquí les venderían todavía más caro", sostuvo.
Dio la misma explicación para los programas sociales -sin ocultar satisfacción porque la gente critique el paternalismo estatal- y para los draconianos ajustes "como el aumento de la gasolina, que fue brutal" implantados en abril.
"Si no, estaríamos peor", insistió tras reconocer que es "salvaje" una inflación como la de 12,6 por ciento de mayo.
Tomó base entonces en la intervención de la dirigente comunal Gladys Márquez, quien se preguntó cuáles cosas podrían esperarse como resultado de la gestión de Petkoff.
"Si pudiéramos dejarles una inflación más baja a fines de este año, nos sentiríamos satisfechos", respondió Petkoff, para quien "después que la inflación se estabilice, lo que no significa que los precios no suban sino que lo hagan lentamente, debe venir una política de aumento del ingreso".
Llega la hora de despedirse. Una carta para el ministro. No es un rosario de peticiones, sino solicitudes puntuales sobre aducción de agua y participación como ONG. El barrio sobrelleva otros problemas, como el comercio de drogas y el bandolerismo.
Muchos jóvenes, dicen Márquez y Juana Vásquez, otra dirigente comunitaria, apelan a un malsano pluriempleo ocupándose como delincuentes en los ratos libres que deja su empleo formal.
Borges señala que el tráfico de drogas en la parte baja del barrio debe ser el más grande del país. Petkoff modera sus cálculos, pero comparte la angustia por el bandidaje. "La última vez que estuve por aquí habían saqueado completamente la escuela, a donde quizá van los hermanitos de los delincuentes".
Mulcage deploró "la pérdida de solidaridad e individualismo traídos por el agrvamiento de la pobreza".
A su juicio, está graficada por la delincuencia de unos pobres contra otros, la ausencia de respuestas colectivas como las "ollas comunes" de otros países, y que sólo unas 20 personas fungen de activistas comunitarios en los cerros de Propatria, donde viven 100.000 personas. (FIN/IPS/hm/dg/if-pr/96