La acción de Uganda para frenar a los grupos rebeldes que penetran desde Sudán por su frontera septentrional podría perjudicar a la población civil, atrapada por el fuego cruzado, si no se efectúan concesiones políticas a las minorías de la región, según expertos.
La denominada "Operación Limpieza" fue diseñada por Kampala para detener las incursiones de insurgentes que cobraron unas 400 vidas en los últimos cuatro meses solo en la ciudad de Gulu.
Peter Willetts, experto en resolución de conflictos africanos de la Universidad de Londres, sostuvo que la ofensiva de Kampala únicamente servirá para agravar la crisis si las poblaciones del norte de Uganda continúan sintiéndose marginadas por el gobierno del país.
"Una respuesta de fuerza contra los rebeldes podría ser muy peligrosa, pues ellos son mayoritariamente del norte. La campaña podría granjear para los insurgentes la simpatía de la población y generar una ola de reclutamientos voluntarios", dijo Willets.
El especialista acotó que, de todos modos, eso solo ocurrirá "si los civiles se sienten dejados de lado por el gobierno".
El principal grupo armado, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), mató el mes pasado a 115 personas en el campo de refugiados de Acholi Pii, donde viven unos 160.000 sudaneses que huyeron de la guerra en su país.
El LRA atribuyó el ataque al rebelde Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA), que, según los insurgentes ugandeses, pretende "castigar a desertores" en su lucha contra Jartum.
Andrew Mawson, de la organización humanitaria Amnistía Internacional, sostuvo que la acusación del LRA "no es creíble".
"Los asesinatos fueron efectuados deliberadamente por el LRA y siguen la pauta de violencia extrema y arbitraria que han empleado durante muchos años", explicó.
Los procedimientos del grupo conducido por Kony son brutales. Sus milicias cortan las orejas, la nariz o los labios a las víctimas que no acaban asesinadas.
La mayoría de los combatientes del LRA son niños secuestrados de sus hogares en el norte de Uganda, entrenados en campamentos en el sur de Sudán y obligados luego a regresar a su país para atacar a sus propios pueblos.
Según instituciones de asistencia que operan en el norte de Uganda, la ferocidad y frecuencia de los ataques del LRA han obligado a miles de personas a procurar refugio en Gulu, la principal ciudad de la región.
El gobierno del presidente de Uganda, Yoweri Museveni, es percibido por la población del norte del país como proclive a favorecer a los poblados del sur. Por lo tanto, debió lidiar con numerosos grupos rebeldes en la región septentrional desde que asumió el poder en 1986.
Durante la mayor parte de 1995, la actividad sediciosa se detuvo y el gobierno creyó que el LRA y el más reducido Frente del Margen Occidental del Nilo (WNBF), también acusado de ataques contra civiles, habían sido neutralizados.
Sin embargo, mientras las pocas milicias del WNBF que aún permanecen se quejan de haber perdido los favores de Sudán, el LRA ha demostrado su fuerza en los últimos meses.
Kampala subestimó la capacidad del líder del LRA, Joseph Kony, el ex herborista y trabajador social católico cuya muerte en acción nunca fue confirmada.
Mientras tanto, numerosos desertores aseguran que Kony continúa con vida, "habla" constantemente con el Espíritu Santo y sigue pretendiendo instaurar en Uganda una teocracia cristiana basada en la observancia de los diez mandamientos bíblicos.
El LRA se originó con lo que quedó del Movimiento del Espíritu Santo (HSM) que lideró Alice Lakwena, conocida como la "sacerdotisa vudú", quien atrajo a miles de campesinos de la tribu septentrional de Acholi.
Los seguidores del HSM realizaron ataques virtualmente suicidas, pues peleaban sin armas al creerse protegidos por los "poderes mágicos" de Lakwena. La líder del grupo predicaba que las piedras arrojadas por sus creyentes podrían explotar como granadas y que las balas de los infieles no les harían daño.
La rebelión iniciada en 1986 fue aplastada a fines de 1987, lo que forzó a Lakwena a huir a Kenia, donde fue encarcelada y posteriormente liberada. Hoy permanece en el campo de refugiados de Ifo, 600 kilómetros al noreste de Nairobi, y se le prohibe la salida de Kenia.
Poco después de la derrota del HSM, Kony, primo de Lakwena, comenzó a efectuar rápidos y feroces ataques contra la población civil, cuya eficacia dejó frustración en el ejército de Uganda.
La "Operación Limpieza", que será comandada por el medio hermano de Museveni, general Salim Saleh, tuvo algunos éxitos iniciales, entre ellos la destrucción de cuatro bases rebeldes en el norte. Pero el carácter esquivo de los milicianos del LRA es el principal inconveniente.
Si el ejército de Uganda efectúa redadas o interroga a civiles sospechosos de complicidad con los rebeldes, la etnia acholi podría comenzar a percibir la ofensiva militar como una guerra emprendida por los poderosos del sur contra los débiles del norte.
"El gobierno debe evitar cuidadosamente que la sensibilidad de la población septentrional se vea afectada. Lo mejor sería que políticos del norte asuman responsabilidades en el operativo, e incluso el nombramiento de uno como ministro del Interior para que enfrente a los rebeldes", opinó Willets.
El nuevo gabinete de Museveni cuenta con apenas cuatro norteños entre los 21 ministros. Eso fue interpretado por los acholi como un castigo por su respaldo mayoritario a la oposición, según los observadores.
Muchos en el norte pretenden una salida política al conflicto y rechazan la "Operación Limpieza".
Adollo Odango, un analista nacido en Gulu que reside en Londres, manifestó que Museveni debería procurar el respaldo de la población septentrional para sus acciones contra la guerrilla, y que, para ello, tendrá que efectuar concesiones políticas.
Pero Odango no confía en que eso suceda. "Todos los políticos tienden a dejar de lado a las zonas donde perdieron elecciones y consolidarse en aquéllas donde triunfaron", sostuvo. "Me temo que no es políticamente oportuno para Museveni hacer nada" contra el LRA, opinó.
Estados Unidos se comprometió frente a los países de Africa central, entre ellos Uganda, a cooperar en materia militar para acabar con la "política de desestabilización" que perciben en Sudán.
Kampala ha asegurado en reiteradas oportunidades que no ha dejado de lado al norte y que no negociará con "bandidos" que atacan a civiles indefensos e inocentes.
"El único apoyo de estos bandidos procede de Sudán, donde se han establecido. Le mostraremos a cualquiera que dude las armas que les hemos capturado. Todas ellas tienen marcas en árabe sudanés", dijo Donald Nyakairu, primer secretario de la embajada de Uganda en Gran Bretaña.
Por su parte, Jartum niega todo involucramiento en asuntos internos de países vecinos. El consejero de prensa de la embajada de Sudán en Gran Bretaña aseguró, por el contrario, que Uganda quiere "entrometerse" en la política interna de su país a través del respaldo al SPLA.
"El respaldo externo que obtengan los rebeldes es un asunto irrelevante", sostuvo Willetts.
"Lo que el gobierno de Uganda debe hacer es gobernar con justicia. Si lo hace, no importará el apoyo de los sediciosos, pues no tendrán terreno fértil para crecer", concluyó el experto. (FIN/IPS/tra-en/js/rj/mj/ip/96