Necmettin Erbakan, primer ministro de Turquía desde comienzos de julio, enterró este fin de semana la imagen de su país como archienemiga de Irán con su visita a Teherán, la primera al extranjero en su calidad de gobernante.
El viaje encaja al dedillo con la plataforma electoral del islamista Partido del Bienestar, que lidera Erbakan, que postuló en diciembre de 1995 el fortalecimiento de los vínculos entre Turquía y los países musulmanes de la región y el resto del mundo.
Además de suscribir con el gobierno de Irán un pacto sobre comercio de combustible por 20.000 millones de dólares que dejó perplejo a Estados Unidos, aliado de Turquía en materia militar, el primer ministro acordó principios comunes de cooperación con países musulmanes de la antigua área de influencia soviética.
En vísperas de la disolución de la Unión Soviética a fines de 1991, Estados Unidos había expuesto a Azerbaiján y a las cinco repúblicas de Asia central la alternativa entre la secular, democrática y proestadounidense Turquía y el fanático, teocrático y antioccidental Irán.
Esta situación se modificó sustancialmente con la ascensión de un gobierno de coalición conformado por islámicos y secularistas.
Si bien el Partido del Bienestar es el sector político que posee más escaños en el parlamento de Turquía a raíz de las elecciones generales celebradas en diciembre, no goza de una mayoría absoluta en el Congreso.
El grupo islámico comparte el poder con el secularista Partido de la Vía Justa que lidera por la ex primera ministra Tansu Ciller, hoy ministra de Relaciones Exteriores. Erbakan se ve, por ello, incapacitado de implementar plenamente su plataforma electoral.
Pero aun con esa limitación, y bajo la estrecha vigilancia de un ejército predominantemente secularista y proestadounidense, Erbakan dio en Teherán un primer paso para contrarrestar el sesgo prooccidental de su país, reflejado desde 1952 en su integración a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El primer ministro visitó Teherán la misma semana en que el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, ratificó una ley que castiga a las empresas extranjeras que inviertan más de 40 millones de dólares al año en las industrias de petróleo y gas de Irán y Libia.
Erbakan aprovechó el viaje para firmar este domingo un acuerdo por el que comprará 20.000 millones de dólares en gas natural hasta el 2020.
El gobernante turco declaró que Turquía fortalecerá sus lazos con Irán y anunció que ambos países establecerán acuerdos en materia de seguridad. La relación entre ambos vecinos "puede ser un modelo de cooperación bilateral, regional e internacional", dijo.
Por su parte, el líder religioso de Irán, ayatollah Alí Hussein Jamamei, recomendó a Erbakan que expandiera su esfera de relaciones con el mundo musulmán y que disuelva el acuerdo de cooperación militar que Israel y Turquía firmaron en febrero, cinco meses antes de que se hiciera cargo del gobierno.
La mayoría de los observadores creen que también Erbakan está dispuesto a disolver el acuerdo con Israel, pero acotan que todo lo que podrá hacer al respecto es congelarlo.
Por otra parte, los buenos resultados de la visita a Teherán y la cálida acogida que se le brindó al gobernante de Turquía fueron una muestra del aflojamiento de la rivalidad entre los dos vecinos, que procuran afianzar su influencia sobre Azerbaijan y las cinco repúblicas de mayoría musulmana de Asia central.
Las lecciones que diplomáticos estadounidenses dieron a comienzos de esta década a los gobernantes de esa región acerca de los peligros del fundamentalismo islámico se basaban en elogios a la estática situación política las profundas raíces seculares de Turquía.
Las elecciones de diciembre del año pasado demostraron que esas afirmaciones estaban erradas, pues el Partido del Bienestar se impuso como el más grande de los cinco grupos representados en el parlamento de Turquía.
Las maniobras de los partidos secularistas para mantener al islamismo fuera del poder fracasaron, y Erbakan se convirtió en primer ministro siete meses más tarde. La confusión reinó desde entonces entre los políticos de Azerbaijan y Asia central.
Ahora, en lugar de operar como rivales ideológicos y políticos en la región, Turquía e Irán se manifiestan como socios cooperantes. Y eso influirá, entre otros aspectos, sobre el futuro de la política y la economía en Asia central y la región del Cáucaso.
Teherán y Ankara son más complementarios que competitivos. Turquía quizá esté más capacitada para concentrarse en el Consejo de Cooperación del Mar Negro, que incluye a Azerbaijan. La mejor apuesta de Irán, mientras tanto, sería sobre el Consejo de Cooperación del Mar Caspio.
Pero Turquía e Irán, junto a Paquistán, también son miembros fundadores de la Organización de Cooperación Económica, creada en 1967, la cual incluye ahora a las cinco repúblicas de Asia Central y Afganistán.
Las cartas geopolíticas clave que Irán conserva en la manga son sus miles de kilómetros de costas sobre las cálidas aguas del golfo Pérsico y el mar de Arabia, que la convierten en paso obligado en la ruta más corta de los países de Asia central y Azerbaiján hacia los mercados internacionales.
Mientras Teherán pone a disposición de esos países ventajas geopolíticas, Ankara ofrece experiencia económica y administrativa, así como educación islámica y entrenamiento, con la corriente sunnita de la escuela Hanafi como vínculo religioso común.
El primer viaje al extranjero de Erbakan como primer ministro se inscribe indirectamente en la intención de revocar la imagen de Turquía e Irán como rivales, abonada por Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/mj/ip/96