Las campanas doce veces centenarias de la Torre Spassky de Moscú sonarán este viernes una vez más para proclamar a un líder de Rusia, pero esta vez tañirán una nueva melodía para el reelecto presidente Boris Yeltsin.
Por primera vez desde la revolución comunista de 1917, las campanas no reproducirán las notas del himno comunista "La Internacional". En cambio, sonará la clásica "Canción patriótica", del compositor Mijaíl Ivánovich Glinka (1804-1857), un nuevo himno para una nueva Rusia.
Pero no es el único símbolo que cambiará.
En tiempos prerrevolucionarios, el nuevo zar ostentaba la corona y el cetro que representaban su poder. Este viernes, el jefe de la comisión electoral de Rusia, Nikolai Ryabov, entregará a Yeltsin el certificado de su elección y una "tarjeta de identificación presidencial".
"Esta tarjeta es una especie de símbolo", dijo Alexander Shokhin, vicepresidente del parlamento e integrante de la Comisión Inaugural, que organiza la ceremonia. Las leyes no establecen la existencia de ese documento, que se constituirá en una nueva tradición.
Luego de su proclamación, Yeltsin será honrado con la Orden al Servicio Meritorio a la Madre Patria de Primera Clase, un galardón que, según Shokhin, corresponde a la Presidencia y no a la persona que la asume.
La orden "recaerá en Yeltsin" y "no será entregada a él", pues pasará de presidente a presidente, explicó Shokhin. El diario liberal Izvestia, de Moscú, estableció que este símbolo será "una corona y un cetro, todo en uno".
Mientras tanto, más sonidos emergerán del campanario de Iván el Grande, en el Kremlin, otrora el más grande edificio de Rusia, y de los cañonazos que propalarán la salutación de rigor.
Entre los 3.000 invitados a la ceremonia figurarán parlamentarios, ministros, altos militares y "569 destacadas personalidades de la cultura, la ciencia y las artes", según el programa oficial.
Se prevé la asistencia de gobernantes de las antiguas repúblicas soviéticas vecinas, así como de Asia, Europa y las Américas.
Los invitados serán agasajados con la música que interpretarán orquestas folklóricas rusas, mientras las masas moscovitas disfrutarán de fuegos de artificio, conciertos nocturnos, y, supuestamente, fiestas callejeras.
El alcalde Yuri Luzhkov ordenó la limpieza de las fachadas de los edificios del centro de Moscú y la recolección de la basura en las carreteras que conducen de los cuatro aeropuertos cercanos a la capital.
Esta es la primera vez que el principal funcionario de Rusia asume luego de elecciones generales y por sufragio universal. Desde tiempos inmemoriales hasta los días de Mijaíl Gorbachov, el poder en Rusia fue entregado sin comicios previos o tras un acto electoral meramente nominal.
Yeltsin fue electo popularmente como gobernante máximo de la antigua Unión Soviética en 1991, antes de que Rusia se convirtiera en una república plenamente independiente.
Pero día a día emergen señales de cansancio entre la población de Rusia a causa de las consecuencias de las infructuosas reformas económicas, la creciente ola de crímenes y el desempleo que crece día a día.
La resistida guerra en Chechenia continúa y el terror llegó a Moscú, donde una bomba destrozó este martes una avenida, minutos antes de que pasara por allí el primer ministro, Viktor Chernomyrdin.
Al mismo tiempo, los mineros rusos amenazan con una huelga en todo el territorio nacional, debido a meses de atraso en el pago de salarios.
El nuevo jefe de equipo presidencial y jefe de la Comisión Inaugural, Anatoly Chubais, dijo que la principal dificultad para organizar la ceremonia fue diseñar "un festejo pleno de señales de gran poder" y evitar "un lujo excesivo, inadmisible por el penoso estado de la economía nacional".
Chubais eliminó del programa la ejecución de una "oda" compuesta en honor al presidente, pues la consideró "inapropiada". La pieza incluía estos versos: "Nuestro orgulloso dominio es grande y lleno de majestad / Todo el país está lleno de vigor."
La ceremonia, a pesar de que supone un pesado fardo presupuestal para el gobierno, coincide con la pretensión de Yeltsin de producir un renacimiento de las tradiciones históricas rusas y a establecer el estilo de la futura imagen pública del estado.
El reelecto presidente exhortó a la nación a pensar una nueva "ideología" para la nación, lo cual coincide al dedillo con la ceremonia programada para este viernes, pergeñada bajo la consigna "un nuevo patriotismo para una nueva Rusia".
El diario semioficial Rossijskaya Gazeta publica una columna abierta periódica denominada "Ideas para Rusia", que se llena con apelaciones a la tradición y al poder de viejo estilo.
"Si los demócratas no ofrecen una idea nacional a la gente, los comunistas lo harán de nuevo", dijo Alexei Kiva, investigador del Instituto de Estudios Orientales en Moscú.
"Recuerden al líder francés Charles de Gaulle cuando asumió el poder en 1958. La vieja idea nacional no funcionaba en ese entonces. Sus problemas eran iguales a los que tiene Yeltsin hoy, con una república parlamentaria que sufre interminables crisis de gabinete y un poder agotado", explicó Kiva.
"La idea de De Gaulle para enfatizar el carácter nacional del estado francés, la gloria de Francia, funcionó", concluyó el experto. El fallecido presidente galo, por supuesto, también sumó más poderes a su cargo bajo la Quinta República.
Pero la retórica gaullista se convirtió en una parte integral de la táctica política de Yeltsin aun antes de las elecciones de este verano boreal, en respuesta a la persistente acusación de la oposición comunista en cuanto a la "entrega" del país a Occidente, tanto en lo económico como en lo militar.
El derecho de Rusia a actuar como una gran potencia fue uno de los argumentos de varias decisiones conflictivas en política internacional, como la venta de tecnología nuclear a Irán, los desafíos al dominio de Washington en Medio Oriente y la violencia salvaje aplicada en la guerra contra el separatismo checheno.
Esta independencia de "línea dura" indujo a analistas internacionales, entre ellos el ex secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger, a sostener que Rusia aún es un país con pretensiones expansionistas.
Algunos rusos manifiestan su alarma por este intento de crear un nuevo nacionalismo. Muchos mencionan el capítulo 13 de la Constitución, que establece expresamente que "ninguna ideología podrá instalarse como estatal u obligatoria".
"Aquellos que contemplaron la emergencia de una 'nueva nación' saben que la 'idea nacional' apesta a caos y sangre. La supremacía de una ideología estatal es destructiva incluso para el estado", comentó el diario Izvestia.
Nadie niega que Rusia procura un ancla espiritual nacional para mantener la estabilidad en tiempos difíciles, consolidar el estado y la sociedad, pero muchos dudan que el gobierno sea capaz de fabricar una.
"¿Puede establecerse una ideología en alguna empresa estatal burocrática? El espíritu popular ha demostrado inmunidad al planeamiento dirigido", anotó Maksim Sokolov, analista del diario Commersant.
El debate ideológico ganará temperatura, pero la composición del renovado gabinete presidencial promete un gobierno de clásico estilo yeltsinista, con diferentes facciones y asistentes destacados que se enfrentarán unos contra otros y desafiarán, incluso, al propio jefe.
"Este sistema impide que se produzcan cambios políticos abruptos, a menos que el presidente los desee. Pero Yeltsin tiene demasiados problemas en sus manos, como el de Chechenia, para ser capaz de soportar esto", dijo a IPS Alexei Pushkov, jefe de analistas políticos del Canal 1 ORT de televisión.
El compromiso por las reformas se mantendrá, aun cuando la retórica tradicionalista gane cuerpo, dijo Pushkov. "La designación del liberal Chubais en lugar del conservador Nikolai Yegorov confirma esa perspectiva", explicó.
Esa retórica no podrá representar una amenaza hacia otras naciones.
"¿Están los rusos tan furiosos con el crimen, con la pobreza que sufren millones de personas o a causa de su decadencia como potencia mundial que parecen embarcarse en una aventura internacional como la de la Alemania nazi?", se preguntó el parlamentario europeo lord Nicholas Bethell, de Gran Bretaña.
"No lo creo. Demasiados rusos comprenden cuán ruinosa puede ser una campaña como esa", escribió Bethell en una columna para el semanario ruso Itogi.
"El nacionalismo ruso, con todos sus peligroso, no es una idea exportable. Será parte del debate doméstico, no la base para una nueva cruzada internacional", concluyó el parlamentario conservador. (FIN/IPS/tra-en/ss/rj/mj/ip/96