Científicos rusos se dirigen al este de Asia en procura de mejores salarios. Dentro de sus cabezas llevan años de investigaciones de equipos enteros, lo que acelera el paso de esa región en la carrera tecnológica y relega a Rusia.
La nueva "fuga de cerebros" de Rusia, que antes apuntaba hacia compañías de Occidente, plantea al gobierno de Boris Yeltsin problemas en materia de proteción de la propiedad intelectual del país, dijo el ministro de Ciencia y Tecnología, Boris Saltykov.
"Mientras los países occidentales están preparados para lidiar con problemas de propiedad intelectual ordenadamente por medio de acuerdos binacionales, los países orientales prefieren no asumir compromisos y se limitan a contratar científicos", se lamentó Saltykov.
El funcionario afirmó que, como resultado, "es suficiente para un solo experto abandonar sus investigaciones y desaparecer del mapa". Los principales destinos son las industrias de rápido crecimiento en Corea del Sur, Taiwan y China.
Saltykov mencionó el caso de las cubiertas de adamantina para cabezales de grabadores y reproductores de vídeo, hoy profusamente publicitadas por el gigante surcoreano de la electrónica Samsung, pero desarrolladas por el Instituto Kurchatov, en Moscú, líder en tecnología espacial.
La compañía, para la cual trabajan un centenar de expertos rusos, logró ese acuerdo con un científico por 30.000 dólares, una fracción de lo que el instituto podría haber obtenido por una licencia de fabricación en el mercado internacional, afirmó el funcionario.
Las empresas asiáticas afirman que los contratos son legales y en concordancia con las leyes de patentes y la Convención de Berna en la materia.
Pero Moscú argumenta que esas firmas sacan ventajas de científicos empobrecidos que trabajan para fundaciones estatales desde la transición a la economía de mercado en Rusia.
En 1993, apenas 61 entre más de 3.500 centros académicos y de investigación de Rusia obtuvieron categoría de instituciones estatales, lo cual les garantiza apoyo financiero. El resto pasó a depender de sus propios recursos.
Pronto quedó en evidencia que no existía dinero ni siquiera para los pocos centros de élite. El año pasado, los científicos fundaron una Asociación de Centros de Investigación del Estado para presionar por cambios en ese sentido.
La asociación es encabezada por Gherman Zagainov, ex director del Instituto Central Aerohidrodinámico y miembro pleno de la Academia Real de Ingeniería de Suecia.
"Necesitamos soluciones globales. No debemos salvar sólo a las instituciones, sino a todos los expertos que aún trabajan, generan ideas e intentan ponerlas en práctica", dijo Zagainov.
El científico explicó que el gobierno asigna menos de tres por ciento de su presupuesto al desarrollo de las ciencias, 50 veces menos dinero que en la era soviética.
"Esto ni siquiera es suficiente para que funcione la Academia de Ciencias, pero es todo lo que el estado puede aportar. Por lo tanto, dependemos de nosotros para sobrevivir", agregó el experto.
Unos 2,5 millones de personas trabajan en la actividad científica, 200.000 de los cuales se desempeñan en la órbita de la Academia de Ciencias. Los salarios de muchos de ellos, cuando son pagados, caen estrepitosamente, mientras el costo de las investigaciones y de la vida suben en espiral.
En primeros años de reformas económicas, algunas instituciones se vieron obligadas, para continuar en funcionamiento, a permutar tecnología y resultados de sus investigaciones por insumos. China llegó a enviar sacos de lana a cambio de productos rusos de tecnología avanzada.
Aunque Beijing firmó un acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual con Moscú, la situación está desequilibrada, dijo Saltykov.
Corea del Sur, Taiwan y otros estados del este de Asia contrataron a precios de ganga a equipos enteros de científicos nucleados en instituciones especializadas. Además, entre 600 y 700 técnicos se trasladaron a esos países.
Muchos expertos creen que la mayor parte de las pérdidas de la ciencia rusa escapan por esas fallas, y aseguran que es casi imposible frenar la fuga de cerebros y los años de trabajo que ellos contienen.
Rusia ha perdido entre 70 y 80 por ciento de sus matemáticos y hasta 40 por ciento de los científicos e investigadores de varias ramas de las disciplinas físicas, dijo Yuri Glushchenko, de la Academia Rusa de Ciencias.
A menos que se restrinja la salida de algún experto que haya tenido acceso a secretos de estado, nada puede impedir que los científicos se sumerjan en un mercado laboral que mueve unos 300 millones de dólares al año.
Los científicos que estén trabajando en, por ejemplo, una nueva aleación del aluminio pueden firmar contratos personales sin trabas, dijo Andrei Bustritsky, analista de la revista Itogi. "Aún puede controlarse los contratos entre instituciones de investigación, pero no los contratos privados", explicó.
En breve se abrirá un centro científico chino en las cercanías de instituciones rusas semisecretas. En ese caso, será imposible impedir los contactos personales entre especialistas. "Esto genera canales legales e ilegales para la fuga de conocimientos rusos hacia Oriente y Occidente", agregó Glushchenko.
De todos modos, hasta 35 por ciento de los presupuestos de las oficinas de diseño y laboratorios procede de contratos del extranjero, incluida la región del Pacífico, dijo a IPS un funcionario del ministerio de Relaciones Económicas Internacionales.
Este ingreso permite compensar el escaso financiamiento del gobierno, mantener los puestos de trabajo y mantener los equipos unidos. Además, al vender su producción intelectual, los institutos rusos pueden desarrollar tecnología de generaciones por venir.
Saltykov no desea que los vínculos con el extranjero se corten, sino que se tornen más equitativos. "No debemos hablar de cerrar las fronteras de Rusia, sino de cómo operar apropiadamente en un mundo abierto", afirmó. (FIN/IPS/tra-en/ss/mom/rj/sc ip if/96