La muerte de Mahomoud Jumayal, torturado en una cárcel palestina, amenaza el delicado equilibrio que logró el presidente Yasser Arafat entre ricos y pobres y entre los dirigentes en el exilio que retornaron con él y los veteranos de las revueltas contra Israel.
El asesinato de Jumayal, de 26 años, se produjo hace tres semanas, pero aún es una herida abierta en Nablus. Tres agentes de la fuerza de Seguridad Costera de la Autoridad Nacional Palestina fueron hallados culpables de su asesinato y arrestados hace dos semanas.
Pero la familia de Jumayal está convencida de que los reos no son los verdaderos responsables de la muerte del joven, sino poderosos empresarios con vínculos en el poder político que utilizaron a las fuerzas de seguridad para un ajuste de cuentas.
El Consejo Legislativo Palestino inició una investigación sobre el episodio, pero muchos observadores en Nablus pronostican que el cuerpo no será capaz de alcanzar la verdad.
"Las fuerzas de seguridad podrían verse presionadas a hablar, pero no lo harán", dijo Jalil Shkaki, director del Centro de Investigación y Estudios Palestinos, una organización con sede en esta ciudad.
Las fotografías publicadas por los periódicos locales muestran a Jumayal en una cama de hospital, con marcas de heridas inferidas con cigarrillos prendidos y hierros candentes en sus brazos, piernas, pecho y abdomen.
El joven fue el séptimo palestino muerto en interrogatorio oficial a cargo de las fuerzas de seguridad desde la instauración de la autonomía de los territorios palestinos hace dos años. La causa del fallecimiento, según el certificado oficial, fue una hemorragia cerebral.
Su asesinato detonó manifestaciones callejeras violentas que duraron dos días en Nablus y la vecina Tulkarem. Pero más que la muerte en sí misma, lo que preocupa a los palestinos es que el incidente es una señal de cómo planea gobernar Arafat.
Arafat se ha encargado desde su llegada a Gaza de moldear un grupo de dirigentes leales que representan la infinidad de estratos que constituyen la sociedad palestina, según los observadores.
En Gaza, eso se tradujo en la obtención de un difícil equilibrio entre "los de adentro" (aquellos que vivieron en el territorio durante todos estos años) y "los de afuera" (aquellos que regresaron junto a Arafat cuando se firmaron los acuerdos con Israel, después de residir en otros países árabes).
En Nablus, la columna vertebral de la economía de Cisjordania, con negocios sólidos y vínculos familiares con Jordania, esto significa que Arafat debe seducir a los poderosos empresarios tanto como a los "soldados de a pie" de la Intifada, la revuelta a pedradas contra la ocupación israelí.
"Arafat pretende el respaldo de los ricos, pero también recompensar a aquellos que sufrieron el mayor sacrificio combatiendo en la Intifada, aunque sin otorgarles demasiado poder", explicó Shkaki.
Al principio, la estrategia de Arafat fue exitosa. La composición del Consejo Legislativo reflejaba a las fuerzas sociales que combatían por el poder. La lista del líder palestino incluía a "los de afuera" y a "los de adentro", a ricos y a pobres, a mujeres y a combatientes de la Intifada.
Jumayal y otros dos jóvenes fueron arrestados, supuestamente por integrar una banda que extorsionaba a comerciantes locales y ajustaba cuentas con clanes rivales durante el período de caos anterior al retiro de las fuerzas de Israel.
Pero muchos creen que los tres detenidos actuaban en nombre del alcalde de Nablus, Ghassan Shakaha, quien niega las acusaciones.
Shakaha, veterano dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y hombre de confianza de Arafat, fue elegido legislador por la lista oficial de Fatah, el partido del líder, e integra una de las familias más ricas de Nablus.
Fuentes palestinas sostuvieron que los arrestos fueron inducidos por la banda de Ahmed Tabouk, rival de Shakaha, que quisieron ajustar cuentas con Jumayal y presionaron a Arafat para decidir su captura.
Jumayal fue trasladado a la cárcel de Jericó, controlada por la policía secreta palestina. Los restantes dos prisioneros fueron instalados en centros de detención de Nablus, donde aún permanecen.
Hace tres semanas, por razones que se desconocen, Jumayal fue trasladado a la cárcel de la Seguridad Costera en Nablus. Un día después, alguien le envió a un hospital en Ramallah y le avisó a uno de sus hermanos. La familia lo encontró, aunque había sido internado con un nombre falso. Tres días más tarde, falleció.
Los legisladores palestinos que conducen la investigación convocaron al comandante de la Seguridad Costera, conocido como "Abu Zaki", para que contestara a sus preguntas, pero el funcionario se negó a comparecer. El Consejo Legislativo carece de poder para obligarlo a declarar.
También se negó a los legisladores la posibilidad de interrogar a los tres agentes acusados de torturar a Jumayal.
Miembros del Consejo dijeron estar bajo presión de Arafat, quien pretende que no se eche leña al fuego. Un legislador que en un principio calificó la muerte de Jumayal como "crimen organizado" se retractó.
"Arafat quiere lealtad. No está interesado en abrir ninguna caja de Pandora, pues podría perjudicar a quienes le son leales", explicó Shkaki.
No existe evidencia que pruebe el involucramiento de Shakaha con Jumayal, pero el alcalde admitió que había alertado tanto al joven asesinado como a Tabouk que "dejaran de aterrorizar" a los comerciantes locales antes de la llegada de Arafat.
Además, Shakaha reconoció que tiene una "relación estrecha" con "Abu Zaki".
Como miembro del Consejo, el alcalde podría evadir un juicio sobre su presunta participación en hechos delictivos, amparado en la inmunidad parlamentaria.
Un líder comunitario palestino que reclamó reserva sobre su identidad explicó el sentimiento que, según él, abrigan la mayoría de los palestinos respecto de los acusados por la muerte de Jumayal.
"Estos tres son sacrificables. Nadie espera que salgan vivos de la cárcel", dijo.
Pero la cuestión de la culpabilidad o inocencia individual es una cuestión secundaria para la mayoría de los palestinos, que pretenden una investigación cabal y un Consejo con poder para acabar con los excesos de las fuerzas de seguridad.
"Este incidente está alejando al público del contrato con sus gobernantes. Arafat quiere seguridad y estabilidad, y el público está pagando el precio", manifestó Shkaki.
Es posible que, ahora, los palestinos continúen pretendiendo que se mantenga intacto el delicado equilibrio de fuerzas en la Autoridad Nacional Palestina, según Shkaki.
Pero el sentimiento creciente es que "los de afuera" (como Abu Zaki) y los adinerados (como Shakaha) importan más que los pobres y los veteranos de la Intifada.
"Debería existir un sistema de justicia que castigue a los culpables. Pero no lo hay. Todavía estamos muy por detrás de otros países árabes", resumió un anciano palestino frente a un puñado de compatriotas, en una conversación callejera. (FIN/IPS/tra- en/dho/rj/mj/ip hd/96