La intransigencia del primer ministro israelí Binyamin Netanyahu ha contribuido a la reconciliación entre el rey Hussein de Jordania y el presidente sirio Hafez El Assad, que este sábado se reunirán en Damasco.
Assad, un líder con fama de duro, gana influencia entre los dirigentes árabes debido a la virtual paralización del proceso de paz en Medio Oriente provocada por el cambio de gobierno en Israel.
La visita de Hussein a Siria evidencia la superación de los problemas causados en las relaciones bilaterales por el acuerdo de paz jordano-israelí, firmado en octubre de 1994.
Hussein es el segundo dirigente árabe que viaja a Damasco desde la cumbre realizada por la Liga Arabe en El Cairo, entre el 21 y el 23 de junio. El primero fue el presidente de la Autoridad Autónoma Palestina, Yasser Arafat.
La visita realizada por Arafat, y la que cumplirá Hussein, demuestran un significativo cambio en las relaciones en el mundo árabe.
Arafat se distanció de Assad al negociar unilateralmente y en secreto con Israel la puesta en marcha del proceso de paz, resuelta finalmente en septiembre de 1993, y lo mismo ocurrió un año más tarde en el caso de Hussein.
Assad ha sido y es partidario de desarrollar una estretegia árabe conjunta para las conversaciones con el gobierno israelí, y la inflexibilidad del derechista Partido Likud, de Netanyahu, fortalece indirectamente su propuesta.
La posición de Netanyahu ante el proceso de paz de Medio Oriente puede sintetizarse en cinco negativas: las dos primeras son el no a la retirada israelí de los altos del Golan, arrebatados a Siria en la guerra de 1967, y no a la creación de un estado palestino.
El primer ministro israelí también dice no a la instalación de la capital palestina en Jerusalén oriental, no al regreso de los refugiados palestinos, y no al congelamiento de la colonización judía de Cisjordania y Gaza.
Netanyahu interrumpió virtualmente el proceso de negociación en Medio Oriente al rechazar el principio básico de intercambio de territorios por una paz segura, respaldado por la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, de noviembre de 1967.
Su gobierno no está dispuesto a aceptar la totalidad de los compromisos heredados de la administración laborista, como lo demostraría el incumplimiento del acuerdo firmado con la Autoridad Nacional Palestina para la retirada casi completa de las tropas israelíes de la ciudad cisjordana de Hebrón.
Las decisiones de Netanyahu se encuadran en los cálculos del Movimiento de Resistencia Islámica Hamas, archienemigo de Israel.
La brigada Izz al Din Qassam, brazo armado de Hamas, lanzó una serie de ataques sucidas en Israel con el propósito de influir en el resultado de las elecciones que finalmente dieron el triunfo al Likud.
Ese grupo radical calculó que la derrota del entonces primer ministro Shimon Peres ante su rival Netanyahu debilitaría a la Autoridad Palestina y a Arafat, y crearía condiciones para crecimiento político de Hamas.
También aguardaba que Netanyahu pusiera en claro decisiones del gobierno de Israel en asuntos primordiales, como el futuro de los asentamientos judíos en territorios palestinos que, pese a las promesas oficiales en contrario, se ampliaron durante la administración laborista.
De ese modo, los líderes árabes podrían ver nítidamente las reales decisiones que Hamas siempre ha atribuido a Israel: la colonización de la mayor parte de Cisjordania y de la franja de Gaza, con los palestinos confinados en pequeños enclaves.
Los dirigentes de Hamas presumieron que los árabes se unirían entonces en torno de la demanda de retirada total de Israel de los territorios ocupados y de creación de un estado palestino. Los acontecimientos parecen encaminarse en la dirección anunciada por los radicales.
Tras un intervalo de casi seis años, la Liga Arabe realizó una conferencia cumbre, y en la ocasión, Hussein y Assad se reconciliaron a iniciativa del presidente egipcio Hosni Mubarak, anfitrión de la conferencia.
La cumbre exigió a Israel la confirmación de su compromiso con el principio de territorios por paz y la implementación de los acuerdos ya firmados con los árabes.
Así mismo, Mubarak advirtió públicamente esta semana a Israel que no debe continuar la colonización de Gaza y Cisjordania. El presidente egipcio lanzó su mensaje tras reunirse en Washington con el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y con el secretario de Estado, Warren Christopher.
Según la información oficial, Hussein viaja a Damasco con el propósito de revivir las negociaciones entre Siria e Israel, una misión que resultó imposible para Dennis Ross, un alto funcionario del Departamento de Estado que colabora con el proceso de paz desde 1991.
Pero el viaje del rey de Jordania representa un implícito reconocimiento de la posición de Assad, quien no acepta reanudar las conversaciones con Israel desde que Netanyahu anunció que su país no evacuará los altos del Golán. (FIN/IPS/tra- en/dh/rj/ff/ip/96