ESPAÑA: Cuando los pueblos hacen teatro

Una obra antigua y otra reciente son representadas en España por ciudadanos y ciudadanas corrientes, muchos de los cuales nunca han pisado un teatro.

En Zalamea, un pequeño poblado de la región extremeña, limítrofe con Portugal, los días 23, 24 y 25 de agosto se representó "El alcalde de Zalamea", obra de Calderón de la Barca escrita tres siglos y medio antes.

La peculiaridad de la representación consiste en que la mitad del pueblo asiste como espectadores y la otra mitad como actores y actrices.

En otro pequeño pueblo, Oña, en la provincia de Burgos, al noroeste de Madrid, sus vecinos recrean su propia historia, al representar "El Cronicón", escrita por Juan Ruiz Carcedo bajo la inspiración del sacerdote católico Agustín Lázaro.

Zalamea, con su iglesia del siglo XIII, una ermita del Cristo de la Quinta Angustia y un fuerte desempleo que afecta a 30 por ciento de la población, como en todas las zonas agrarias del sur y suroeste de España, vive fundamentalmente de las labores rurales.

La pieza teatral se representa en la plaza del pueblo, la misma en la que se celebran fiestas y corridas de toros, al extremo que en el graderío se mantienen los burladeros y puerta de chiqueros, utilizadas para los festejos taurinos.

Un centenar largo de "actores y actrices" se han preparado durante dos meses. Miguel Nieto, un ex profesor de teatro en una universidad madrileña y residente en Mérida, la capital de Extremadura, desde hace 15 años, es el promotor y director de la iniciativa.

Nieto confiesa que una de las partes más difíciles es convencer a los vecinos para que actúen, cosa que logra hablando personalmente con todos ellos, de uno a uno o en pequeños grupos, hasta convencerlos.

Así, con actores improvisados, "pero que ponen el alma en la actuación", se representa la obra. Los vecinos se preparan sus propias vestimentas, incluyendo herramientas y otros enseres de la época.

El montaje de la obra insume un presupuesto total de 100.000 dólares, una décima parte de lo que costaría si fuese representada por actores profesionales. Y lo más importante, comenta Nieto, es que participa tanto la mitad del pueblo que actúa como la otra mitad que asiste en calidad de espectadora.

No es de extrañar, entonces, que el alcalde eterno, Pedro Crespo, despierte las simpatías de todos, si en Zalamea es necesario que las despierte, cuando se ve agredido por el capitán violador, Alvaro de Ataide. Todo ello presenciado, como un vecino más, por el alcalde actual, Luis Dávila.

A 400 kilómetros de allí, en Oña, los vecinos se visten con ropas medievales de todo tipo, de soldados, de árabes, monjes, reyes y princesas, también en la plaza, su tradicional centro de reunión, pero dentro de la Iglesia.

La representación es una crónica, entre fiel y ficticia, de la historia de Oña cuando Sancho Gracia juró por Dios que Córdoba, entonces en poder de los árabes, caería bajo la corona de Castilla.

Sin embargo, hay detalles que colocan la obra en el siglo XX: al comenzar la función una voz surge del altavoz reclamando que se desconecten los teléfonos celulares y las alarmas de los relojes.

Después llega la sorpresa del "play back", porque el municipio carece de fondos para comprar micrófonos inalámbricos y la acústica de la iglesia no sirve para hablar y oir de viva voz. (FIN/IPS/af/dg/cr/96

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