CUBA: Fidel Castro, 70 años y sigue ahí

Capaz de generar los sentimientos más opuestos, desde el asombro casi mágico hasta el odio visceral, Fidel Castro llega a sus 70 años y aún está en el poder.

"Tú que decías que yo, que no podía que no, a que me mantengo, va…a que me mantengo", dice una famosa canción salsera que por estos días repite la televisión oficial en un anuncio caricaturesco de la ley estadounidense Helms-Burton.

Y se mantiene. Contra la voluntad de aquellos que a inicios de esta década aseguraban "ahora sí se cae", de orixás y cartománticas, el presidente cubano sigue ahí a pesar de Estados Unidos, del derrumbe del socialism oreal y de la peor crisis económica de su gobierno.

Fidel, como con simpleza le dicen en la isla, se reirá una vez más de los malos augurios que acompañan el día de su nacimiento y este martes 13 celebrará su cumpleaños con fiestas infantiles y hazañas productivas como en los viejos buenos tiempos.

Por supuesto, media vida en el poder no pasa así tan fácil y menos cuando, obligado por las circunstancias, hay que empezar a hacer concesiones, ceder en antiguos principios, adoptar medidas indeseables.

Los últimos cinco años de la vida del hombre que más tiempo se ha mantenido en la presidencia de Cuba están marcados para siempre por el fin de la utopía socialista como sistema y la necesidad de sobrevivir a cualquier precio.

"Si un día me dicen que 98 por ciento de la gente no cree en el socialismo, yo sigo luchando; si un día dicen que quedo solo defendiendo esas ideas, sigo luchando", dijo en 1990 cuando el futuro de la isla se tornó totalmente impredecible tras la caída de los regígemenes socialistas en Europa.

Ahora, cuando el país caribeño parece emerger de la crisis y la economía creció 9,6 por ciento el pasado semestre, los logros se sustentan en reformas que "no gustan" a buena parte de los que tienen en sus manos la dirección del país.

Apertura al capital extranjero, espacio creciente a la iniciativa privada, autoempleo como solución al desempleo, aparición de impuestos y economía dual con circulación del dólar estadounidense y del peso, son sólo algunos de los cambios establecidos por decreto.

En la vida real los cubanos vivdiciones de vida, la confirmación de muchos errores económicos del pasado y, al mismo tiempo, los esfuerzos por salvar lo mejor de la Revolución dirigida por Fidel Castro.

"Jamás imaginé que iba a vivir 70 años y estoy ahora recibiendo el castigo de esa autosuficiencia que tiene la gente joven, que cree que la vida es eterna", dijo en julio durante un congreso de la organización de Pioneros, que agrupa a los niños y adolescentes cubanos.

Nacido en 1926, en un punto del oriente de Cuba conocido como Birán y que entonces no salía ni en los mapas, el tercer hijo de la familia Castro Ruz terminó la escuela jesuita, se hizo abogado, demandó a Fulgencio Batista por su golpe de Estado militar de 1952 y en 1959 bajó triunfante de las montañas de la Sierra Maestra.

Han pasado 37 años y según el premio Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez, Fidel es "uno de los grandes idealistas de nuestro tiempo…Quizás sea ésta su virtud mayor, aunque también ha sido su mayor peligro".

Encaneció, su voz es un poco más pausada y baja, los ojos muchas veces cansados recuperan su luz con el flujo de la conversación y puede hasta renunciar a su traje verde olivo y a sus grados de comandante en jefe para vestir una guayabera o un traje con corbata fuera de Cuba.

Desaparece por meses o aparece todos los días. Sus eternos enemigos, de afuera o de adentro, aprovechan la coyunturas para dejar correr los rumores sobre sus tantas enfermedades: según ellos, Castro tiene las tiene todas, aunque nadie se atreva a confirmarlas.

Pero aunque el tiempo pase, las esencias parecen seguir siendo las mismas: enigmático con su vida privada, obsesivo cuando se interesa en algo, capaz de predecir el futuro gracias al análisis y no a algún don especial, brillante en tiempos de crisis.

García Márquez, quien se declara su amigo, escribió, en 1988, en el prólogo a la edición italiana de "Un encuentro con Fidel", del periodista italiano Gianni Miná, que "esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar".

"Su actitud frente a la derrota, aún en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sociego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria", destaca el novelista.

Así, apareció en las calles de La Habana el 5 de agosto de 1994 para convertir el primer disturbio antigubernamental de su gestión, iniciada en 1959, en una muchedumbre que gritaba su nombre y perseguía su voz.

La llamada "crisis de los balseros" pasó de un posible elemento desestabilizador del régimen de Fidel Castro a una situación incontrolable para el gobierno estadounidense de Bill Clinton, obligado luego a firmar los acuerdos migratorios más trascendentes en las relaciones entre La Habana y Washington.

El derribo de dos avionetas civiles el pasado 27 de febrero colocó al gobierno cubano en una difícil situación internacional, pero no hubo condena ni sanciones gracias a esa vieja manía de los cubanos de "nunca quedarse callados" ante Estados Unidos.

Sólo Washington aplicó medidas y, al parecer, la ley Helms- Burton, que fuerza el bloqueo contra la isla, ha dado más alegrías que disgustos al presidente cubano por su capacidad única de colocar al mundo a favor de Cuba y contra Estados Unidos.

"Realmente, lo que quisiera en este tiempo es tener la experiencia de ahora y la juventud de cuando se inició la revolución", reconoció el presidente cubano en 1994 en una entrevista con el fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua Tomás Borge.

En la versión publicada en el periódico Excelsior, de México, Castro asegura que le gustaría que su tarea "la pudieran hacer otros", pero destaca que mientras sus compañeros estimen que hace falta "estará al pie del cañon".

Por el momento, o "por mucho tiempo" como expresan públicamente sus seguidores más cercanos, se mantendrá en sus funciones de presidente del Consejo de Estado y de Ministros, de secretario general del Partido Comunista y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Aunque no existen datos para evaluar el apoyo popular a su gobierno, los cubanos suelen dividirse entre los que lo adoran como "lo mejor", los que lo justifican porque creen que "no sabe nada" de los grandes errores o los que lo ven como "el culpable de todo" lo que pasa en la isla.

La disidencia, que trabaja en la ilegalidad, no quiere saber nada de él, con la sola excepción del presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, que aboga por una transición hacia la democracia con Fidel Castro en el poder.

Para Carlos Manuel de Céspedes, vicario general del Arzobispado de La Habana, mientras Castro "viva y esté capacitado para el gobierno y el liderazgo nacional" será "absurdo pensar en proyectos de promoción que no lo incluyan a él como pieza irrenunciable".

Contrario a la posición oficial sobre la inmortalidad del socialismo cubano más allá de Fidel, Céspedes asegura que Castro es insustituible como "eje" principal de su proyecto y que, después de él, sobrevendrá el tránsito hacia un modelo que tendrá como "sedimentos" los logros y las frustraciones de las últimas décadas.

La intelectualidad se debate entre los extremos: de un lado quienes, como el escritor Guillermo Cabrera Infante, lo odian tanto ue, desde el exilio, llegan a negar todo lo que tenga que ver con Cuba después de la llegada al poder de Fidel Castro.

Del otro los que prefieren quedarse en la isla a pesar de todo los problemas, le reconocen errorescomo, el trovador Silvio Rodríguez, se declaran convencidos "fidelistas".

Lector voraz de todo lo que cae en sus manos, conversador insaciable, admirador de El Quijote como su personaje literario favorito y con el secreto confeso de querer ser escritor en su próxima reencarnación, Castro hubiera querido ganarle más tiempo a la vida.

Para él "la vida es un tren expreso que recorre tierras miles" y la vive con la constante obsesión de que "al país pequeño que hoy no sea genial lo barren del mundo". (FIN/IPS/da/dg/ip/96

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