Tanto la política inspirada por el líder supremo de China, Deng Xiaoping, como el futuro del imperio empresarial de su familia, son cada vez más cuestionados a medida que el viejo patriarca se debilita ante los achaques de su salud.
Deng ha sido conductor indiscutido de China durante décadas, desde su ascensión en 1978, y su influencia predominante se mantuvo hasta tiempos muy recientes.
Hombre de baja estatura y fumador incansable, Deng transformó a China, de la condición de país comunista empobrecido y aislado que el difunto Mao Zedong le había impuesto, en una maquinaria económica que durante los últimos 150 años nunca se había sentido tan segura de sí misma.
El último gran empujón dado por Deng se produjo en 1992, cuando realizó el recordado viaje por las regiones de experimentación económica del sur del país, exhortando a los dirigentes más jóvenes a ser más audaces en el proceso de reforma de la economía.
La salud de Deng comenzó a deteriorarse en 1993, y en 1994 sólo se le vio dos veces en público, con una apariencia que denotaba su declinación física y mental.
Hoy en día, cuando está a punto de cumplir 92 años el 22 de agosto, su influencia se está desvaneciendo, al punto que sus hijos y otros parientes se han creído en la necesidad de salir en defensa de las políticas inspiradas por el declinante líder.
El mes pasado, Deng Pufang, el hijo del patriarca que vive postrado en una silla de ruedas, dijo en una asamblea de la Federación China de Discapacitados que la política de su padre contribuyó a la estabilidad social y no a fomentar la corrupción y las desigualdades, que según muchos chinos son el flanco débil de los éxitos económicos de Deng.
El hijo de Deng -que quedó parcialmente paralizado durante la Revolución Cultural de los años 60 por haber sido arrojado, por radicales Guardias Rojos, a través de la ventana del dormitorio del colegio universitario donde se alojaba- criticó recientes decisiones gubernamentales "que contradicen totalmente la línea política de Deng Xiaoping".
También acusó a la nueva dirección comunista de confinar al olvido, deliberadamente, el papel jugado por su padre en la tarea de orientar el éxito económico de China.
Por cierto, la maquinaria propagandística china no se ha limitado a suspender la distribución de fotos de Deng, sino que también dejó de mencionar, el año pasado, sus ideas y sus escritos.
Pese a que los libros de Deng siguen a la venta, los chinos ya no están sometidos a las masivas exhibiciones de sus fotos ni a los juegos de computación, dos instrumentos que antes eran usados para imponer la importancia del líder a los más jóvenes.
Por el contrario, las ideas de Deng deben ahora justificarse a sí mismas, algo que nunca debieron hacer en el pasado.
Las zonas de experimentación económica fueron puestas en cuestión el año pasado, aboliéndose las bajas tasas impositivas y obligando a la región costera a redistribuir parte de su riqueza al empobrecido interior del país.
También en el plano cultural, el país se está volviendo más conservador.
China se encuentra en medio de una campaña al viejo estilo, orientada a librar al país de la cultura "colonial", que es auspiciada por Jiang Zemin, quien ocupa los cargos de Presidente de la República y secretario general del Partido Comunista.
Zemin ha buscado ocupar su propio reducto de poder, fuera de la sombra de Deng.
"Jiang debe guardar el equilibrio entre la derecha y la izquierda, y sabe que necesita hacerlo para no perder sus cargos, como le ocurrió a sus predecesores Zhao Ziyang y Hu Yaobang", dijo un analista chino.
La nueva generación de dirigentes comunistas dice estar preocupada por la creciente brecha entre ricos y pobres, y por la influencia extranjera en la cultura china.
No obstante, los analistas entienden que la campaña de limpieza también es representativa del esfuerzo que el gobierno está haciendo para rectificar la senda abierta por Deng y dar prioridad a la política y a la estabilidad, por encima de las grandes reformas económicas.
Según esas fuentes, la actual cruzada anti-corrupción que impulsa el Partido Comunista se propone socavar el imperio económico Deng, antes que redimir al corrupto partido.
Por cierto, la campaña anti-corrupción ha forzado a los hijos de Deng a retirarse de la red de empresas que controlaban en el sur de China, cuyo éxito cultivaron al amparo del nombre de su poderoso padre.
Ding Peng, sobrina de Deng, fue sorprendida en un escándalo de corrupción el año pasado, mientras que Deng Zhifang, el hijo más joven del patriarca, debió abandonar sus intereses empresariales en Hong Kong después que su compañía fuera vinculada a una indagación por corrupción en China.
El yerno de Deng, He Ping, parece haber sido despedido de su empleo en una empresa militar estatal, después de haberse visto envuelto en un negocio de armas en Estados Unidos este año.
Ningún miembro del clan Deng ha sido formalmente acusado de delitos hasta el momento, pero los analistas señalan que, sólo algunos años atrás, ninguna generación de dirigentes comunistas se habría atrevido a bombardear el barco de la familia Deng.
"La muerte de Deng sigue siendo considerada como un desafío para el sistema político chino, pero mucha gente ya ha dejado de creer que tenga tanta importancia", confió a IPS un diplomático occidental en Beijing.
"Deng ha estado al margen de la política por varios años, de manera que su muerte no debería causar una gran agitación", añadió la fuente. (FIN/IPS/tra-en/rc/cpg/arl/ip/96