BRASIL: Guerra contra el automóvil gana la batalla del tránsito

La restricción a la circulación de automóviles en Sao Paulo, la mayor ciudad de Brasil, obedeció a la contaminación del aire. Pero en esta primera semana de aplicación no mejoró el ambiente, sino el tránsito, y aún resulta incierta la reacción de los habitantes ante la medida.

Bianca Sabino, por ejemplo, consideró "una droga, inútil" tanto para la calidad del aire como para la circulación prohibir que un quinto de los automóviles salgan a las calles, de lunes a viernes, de 7 a 20 horas, en un sistema rotativo, según las cifras finales de las matrículas.

Funcionaria de una escuela en la zona sur de la ciudad, debió renunciar a la comodidad el lunes y admitió que sólo cumplió la medida impusta por las autoridades ambientales para no arriesgarse a una multa de cien dólares. El camino de su casa al local de trabajo sólo le lleva 20 minutos a pié.

Pero la mayoría de los dueños de vehículos reconoció que se había producido una sensible reducción de los congestionamientos. En las horas más críticas de las mañanas se comprobó un promedio de 52 kilómetros de calles embotelladas, contra 69 kilómetros en agosto de 1995.

El bancario Edson Oliveira aceptó como válida la medida por la mejora en el flujo de vehículos, que favorece a todos. Pero "el aire sigue pésimo, los ojos siguen sufriendo", se quejó.

Las condiciones climáticas conspiraron contra la batalla contra el exceso de vehículos en Sao Paulo y algunas ciudades de la región metropolitana, la primera que tiene lugar en Brasil y que incluye una multa que se duplica a 200 dólares en caso de reincidencia.

La Compañía de Tecnología de Saneamiento Ambiental (Cetesb), órgano del gobierno del estado de Sao Paulo, registró esta semana los peores días del año en términos de contaminación del aire.

Es que coincidieron con el inicio de la prohibición rotativa "condiciones meteorológicas muy desfavorables a la dispersión", explicó el secretario de Medio Ambiente, Fabio Feldmann, responsable de la medida.

Sao Paulo, una ciudad de once millones de habitantes y centro de una región metropolitana de más de 16 millones, se ubica en un planalto sujeto a inversiones térmicas en el invierno, que paralizan vientos e impiden la elevación de los gases y partículas que contaminan el aire.

Sin las restricciones, la calidad del aire estaría mucho peor, argumentaron Feldimann y el presidente de Cetesb, Alfred Szwarc, quienes señalaron que no hay como controlar los fenómenos naturales.

La Cetesb midió una adhesión creciente a la medida, adoptada hace mucho en ciudades muy contaminadas como México y Santiago de Chile. De 88,5 por ciento de los vehículos afectados el lunes se pasó a 93,6 por ciento el viernes.

Se aplicaron más de 40.000 multas a los infractores, por un monto estimado en unos cuatro millones de dólares que se destinarán a un fondo ambiental.

La Cetesb calculó que unos 450.000 automóviles no salieron a las calles cada día, afectando al doble de personas, unos 4,5 millones en los cinco días.

La restricción, que en el invierno pasado se intentó de forma voluntaria con escasa adhesión, se prolonga hasta el final de este mes. Empezó con dos meses de retraso por dificultades de aprobación de la ley en la Asamblea Legislativa del estado.

Aunque se reconozca sus benefecios para el tránsito, que reduce las horas perdidas en los transportes de superfcie, y ambientales, la resistencia a renunciar al automóvil un día por semana se alimenta de varios argumentos.

La excepción concedida a camiones y autobuses, los que más contaminan el aire, la escasez y mala calidad de los medio de transporte colectivos y la persistencia de la contaminación restan apoyo a la experiencia.

Los autobuses y el metro mantuvieron esta semana prácticamente el mismo promedio de pasajeros, indicando que no atrajeron a los usuarios de automóviles, que recurrieron a taxis, amigos o colegas, o simplemente dejaron de salir.

La región metropolitana de Sao Paulo ya es ocupada por cuatro millones de automóviles que disputan las calles con 11.000 autobuses.

El congestionamiento tiende a agravarse con la producción y venta creciente de nuevos vehículos. Una posible solución, el metro, sólo cuenta con 43,7 kilómetros y se expande lentamente.

La velocidad de los autobuses es de 14 kilómetros por hora y la de automóviles en las calles principales de 27 kilómetros, cinco menos que hace dos años, aunque el gobierno municipal invirtió principalmente en túneles, avenidas y viaductos.

La batalla por una mayor racionalidad en los transportes y un mejor ambiente y calidad de vida se hace más dramática con la prohibición rotativa impuesta a los automóviles. Sus resultados son inciertos, pero impulsa el debate sobre el tema. (FIN/IPS/mo/ag/en/96

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