La sustitución de importaciones, que tuvo en Brasil la aplicación más amplia en América Latina por la dimensión del mercado, se agotó en el país dando paso a una acelerada de sustitución de capitales.
El proceso no se limita a las privatizaciones, en que el sector privado asume rubros antes monopolizados, o casi, por el Estado, como siderurgia, petroquímica y, a partir de ahora, telecomunicaciones, energía eléctrica, carreteras, ferrocarriles y minería.
Quiebras, ventas, fusiones y asociaciones de empresas privadas forman parte de esa danza de capitales, más intensa en sectores que pasan por compleja reestructuración, como el de autopartes, en el que no falta el fantasma de la desnacionalización.
En 1988 había 2.000 productoras de componentes automotores en Brasil. En 1994 ese número bajó a 800 y en el año 2000 serán sólo 300, según un diagnóstico sectorial de la Central Unica de Trabajadores, preocupada con la pérdida de 40 por ciento de los empleos, de 350.000 a los actuales 210.000.
Del lado patronal, el presidente del gremio industrial, Paulo Butori, declaró temer que el sector, mayoritariamente nacional hasta ahora, sea controlado en 80 por ciento por el capital extranjero dentro de cinco años.
Ese temor se acentuó desde la venta de la fábrica de pistones Metal Leve a la alemana Mahle en junio. Fue un trauma para el sector porque la empresa era un orgullo de la industria nacional, por su tecnología y capacidad de competir en mercados exigentes de Europa y Estados Unidos.
Otras empresas importantes, como la Frenos Varga, para sobrevivir se asocian o venden a grandes transnacionales, como la Dana Corporation, gran productora de motores y autopartes de Estados Unidos, que ya adquirió varias congéneres brasileñas.
"Es un proceso irreversible", reconoció José Mindlin, fundador y principal conductor de la Metal Leve. La industria automovilística cambió y las montadoras ahora exigen proveedores de sistemas completos, no partes aisladas.
"Eso requiere escala de producción, lo que favorece al capital trasnacional", explicó Mindlin, quien indicó que la venta era la única alternativa para salvar la empresa, que había fundado en 1950 y ahora forma parte de un conglomerado encabezado por la Mahle asociada a la brasileña Cofap.
Para Mindlin, ahora dedicado a su otra pasión, los libros, no tienen cabida argumentos nacionalistas, aunque considere que su empresa fue víctima de competencia desleal para forzar la venta.
"Eso ocurriría de cualquier forma, algún día", afirmó.
Pero calificó de ironía que muchos empresarios que construyeron la industria de autopartes en Brasil en las cuatro últimas décadas no participen en la fiesta que vive el sector automotor.
La producción nacional, estancada en cerca de un millón de vehículos anuales desde fines de la década del 70, crece rápidamente desde 1993 y se espera que alcance 2,5 millones en el año 2000. Según la legislación brasileña, 60 por ciento de sus componentes deben fabricarse en el país.
El problema consiste en que la industria de autopartes enfrenta una transición a alta velocidad y numerosas presiones, según Alexandre Pereira Cruce, investigador de la Fundación Getulio Vargas y coautor de un reciente estudio sobre el tema.
La apertura del mercado nacional a partir de 1990 le impone exigencias nuevas de calidad y reducción de costos. A la vez, cambiaron las relaciones con las montadoras, que exigen sistemas ya montados, como motores y conjuntos eléctricos completos, de sus proveedores directos.
Eso exige colaboración estrecha en el diseño e ingeniería, para reducir el tiempo de realización de los proyectos y los costos, algo que no ocurría en Brasil. Es natural así la ventaja de fábricas de autopartes ya cercanas a las montadoras, todas extranjeras, en sus países de origen.
Además, la empresa nacional enfrenta condiciones macroeconómicas desfavorables, como las altas tasas de interés internas y la falta de crédito a largo plazo, en tanto la extranjera obtiene afuera condiciones mucho más ventajosas, añadió Pereira Cruce.
Una "mayor participación del capital extranjero será inevitable", admitió el experto, quien no cree sin embargo en una desnacionalización del sector. El nuevo proceso de producción tendrá segundos y terceros proveedores de partes.
La reestructuración por fusiones, compras y asociaciones de empresas está ocurriendo en todo el mundo, señaló, y en Brasil se convirtió en un gran negocio de intermediación para los bancos.
El mayor banco privado brasileño, Bradesco, también se asoció con el grupo Mahle-Cofap y contribuyó a la adquisición de Metal Leve.
Ese proceso no es exclusivo de autopartes. Las fusiones y adquisiciones de empresas en general, en Brasil, alcanzaron 213 el año pasado, contra 58 en 1992, 155 en 1993 y 175 en 1994, según KPMG, una empresa consultora de Sao Paulo.
A ese torbellino financiero, el capital extranjero aportó tres veces más que el nacional en los dos últimos años. (FIN/IPS/mo/ag/if/96