BRASIL: Calaveras sugieren el ser o no ser de la arqueología

A pocos metros de la bolsa de valores de Río de Janeiro, una arqueóloga extrae una calavera de un pozo abierto por la municipalidad y se enfrenta al dilema existencial de su profesión: ¿Puede la arqueología convivir con la modernización urbana?

La arqueóloga Eliana Carvalho, del departamento de Patrimonio Histórico de la Municipalidad de Río de Janeiro, cree que la respuesta es afirmativa, y que el pasado y el futuro pueden ser compatibles.

Carvalho investiga un insólito yacimiento arqueológico descubierto en la céntrica Plaza XV por operarios municipales encargados de una de las tantas obras de drenaje que horadan espacios de la ciudad.

Esta vez, los trabajadores se toparon con un hallazgo arqueológico: decenas de calaveras, de otros restos óseos y muestras de cerámica portuguesa, que pueden haber pertenecido a un cementerio de esclavos del siglo XVII.

"Compatibilizar los intereses de la ciudad con los intereses de la memoria histórica implica una aproximación muy delicada, pero intentamos convivir con esta realidad", explicó Carvalho a a IPS, al aludir a la simultaneidad de su tarea con la obra municipal.

"La ciudad tiene que desarrollarse, pero tampoco puede dejar de lado su memoria, su pasado", agregó la experta, mientras el operador de una gigantesca pala mecánica le avisaba que entre la carga de tierra había aparecido una nueva calavera.

La convivencia de intereses dio lugar a un poco común trabajo arqueológico. Luego de extraer la tierra de las fosas de drenaje, los tractores y las palas mecánicas de la municipalidad colocan suavemente sobre un montículo los huesos encontrados.

Allí continúa el trabajo de Carvalho y de su ayudante, que limpian las piezas minuciosamente y las clasifican en una improvisada mesa de trabajo.

"Paradójicamente, el tamaño de la máquina ayuda a la investigación. Otros instrumentos manuales ya habrían destruido el material, pero esta pala no. Retira aproximadamente medio metro cúbico de tierra cada vez, y el material óseo se rescata entero", destacó Alex Nicolaeff, director del Departamento de Patrimonio Cultural.

Para Nicolaeff, la importancia histórica del descubrimiento radica precisamente en la confirmación del hecho de que "la ciudad puede modernizarse con las obras, pero al mismo tiempo puede continuar buceando en su pasado, para tener un mejor conocimiento de su existencia en el futuro".

El historiador Celso Vargas no está plenamente convencido de esa posibilidad. Vargas sostiene que, por el bien del patrimonio histórico de la ciudad, las máquinas deben detenerse hasta que los arqueologos finalicen su trabajo.

Sin embargo, participa junto al resto del equipo arqueólogico de las investigaciones.

Tras revisar los archivos de la ciudad, Vargas opina que el lugar puede haber sido un cementerio improvisado en territorio del Convento de las Carmelitas, en una época en que Río de Janeiro fue azotada por una epidemia de viruela.

Allí habrían sido enterrados los negros esclavos junto a sus objetos personales por temor a que éstos tambien estuvieran contaminados. Así podría explicarse la presencia de fragmentos de platos y vasijas de losa portuguesa.

Lejos del enfoque académico del historiador, un trabajador municipal senaló una de las calaveras encontradas, para esbozar su propia teoria: "Ese debe haber sido de la favela -barrio pobre- en que yo vivo", dijo, provocando una carcajada entre sus compañeros.

El escenario arqueológico atrae a miles de curiosos entre quienes cada día pasan por esa área financiera de la ciudad. Todos observan, preguntan y sacan sus propias conclusiones.

"Esto es una manera de trasladar a las personas la importancia sobre la memoria de su ciudad", dijo Carvalho.

"Esta convivencia directa con la gente nos lleva a los científicos a salir del trabajo solitario del gabinete y llegar directamente al pueblo. Ellos comienzan a entender la importancia de nuestro trabajo", agregó.

Pero no sólo agentes de bolsa, empleados de oficina y comerciantes se detienen a observar el trabajo de los arqueólogos.

En efecto, el lugar se ha convertido en un punto de encuentro y de intercambio de información entre arqueólogos e historiadores, que también quieren aportar sus conocimietnos.

Milton Teixeira, un historiador que a falta de recursos para la investigacion sobrevive como guía de turismo, tiene una hipótesis atrayente para sus clientes sobre el presunto cementerio de esclavos.

"Aquí vivía en el siglo XVII una bruja llamada Bárbara de los Placeres, que durante su juventud tuvo una vida irregular -dicen que fue meretriz- y de anciana hacía pociones de rejuvenecimiento con sangre de niños esclavos. Ella los compraba, los mataba y los enterraba, y tal vez en este mismo cementerio", explicó Teixeira, sin perder la circunspeccion.

En su opinión, el descubrimiento de las osamentas junto a los objetos personales puede arrojar luz sobre la vida y las costumbres de una época de la que poco se sabe: la de la colonización portuguesa.

El sitio arqueológico, hoy convertido en un centro financiero, fue en tiempos de la colonia un punto de confluencia de los poderes político, económico y eclesiático.

"Quién sabe, tal vez la bruja Bárbara de los Placeres consiguió su objetivo de juventud eterna" y hoy aplica su mágica influencia sobre la bolsa "o quizá está exhibiendo su eterna belleza en la playa de Copacabana", ironizó Teixeira. (FIN/IPS/ff/ff/cr/96

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