ARGENTINA: Trabajadores y desocupados emergieron para decir basta

Mientras el gobierno argentino prefirió hoy guardar silencio ante la masividad de un paro general, gran cantidad de trabajadores y de desempleados salieron a las calles a decir "basta" al modelo económico.

"Este gobierno nos está matando, nos está apuntando directo al estómago", gritaba una mujer que se dijo desocupada y madre de siete hijos en San Justo, una localidad del Gran Buenos Aires donde un grupo de desempleados hacía una olla popular desde hacía más de 10 días y este jueves se sumó a la huelga general.

"No queremos limosna, no queremos salir a robar, queremos trabajo, queremos que nos escuchen, queremos que no nos mientan más", era la plegaria de otro joven que colaboraba con los desempleados en una quema de neumáticos, también en apoyo a la huelga.

"Esto no se aguanta más, acá hay gente del gobierno, jueces y diputados que están metidos en una tremenda corrupción y quieren que lo que falta lo pague el pueblo. No lo vamos a tolerar", gritaba un trabajador, tras advertir que el día 20 se reunirán con los delegados gremiales para pedir otra huelga, de 48 horas.

El paro fue convocado por las tres centrales sindicales de Argentina y según los organizadores tuvo una adhesión de 90 por ciento.

De las cuatro huelgas generales que se realizaron durante la gestión del presidente Carlos Menem esta fue la más masiva.

Con esta huelga parece haber finalizado la luna de miel de la Confederación General del Trabajo (CGT) la principal entidad convocante, con el gobierno de su mismo color político, el peronismo.

Hasta ahora, los dirigentes sindicales se limitaban a amenazar con romper su sociedad de respaldo al modelo ecónomico pero la huelga de este jueves presagia el divorcio, la ruptura de la alianza.

En los principales paseos públicos de la capital los gremios habían organizado ollas populares pero fueron desalojados a golpes por la policía, mientras algunos de los que habían llegado para almorzar en los improvisados comedores se arrojaban al suelo para recoger carne, arroz o fideos que no llegaron a la olla.

La represión policial con palos, gases y carros hidrantes fue seguida por la llegada masiva de trabajadores a las plazas en solidaridad con los heridos y con los 35 detenidos.

La orden del Ministerio del Interior de impedir cualquier manifestación quedó entonces sin efecto por la multiplicación de los manifestantes.

"Esto fue una muestra de intolerancia inaudita ante la decisión de millones de trabajadores y de pequeños comerciantes y empresarios en todo el país que paralizaron la actividad económica del país para llamar la atencin del gobierno en desacuerdo con la marcha de la economía", dijo el sindicalista Carlos West Ocampo, de la CGT.

"La parálisis es total, es una manifestación categórica contra el plan económico que fue respondida con la barbarie de la fuerza pública", añadió el dirigente, pese a que las ollas populares no haban sido organizadas por la CGT sino por otra de las centrales, el Movimiento de Trabajadores Argentinos.

El gobierno entretanto optópor el silencio. La habitual reunión de gabinete que se realiza los jueves finalizó sin ninguna declaración y según informó el secretario de Medios de Comunicación Raúl Delgado, el tema del paro no fue tratado.

Los analistas comentaban este jueves que si bien el gobierno había previsto que el paro podía recibir un respaldo mayor al que tuvieron los tres anteriores de la administración Menem y que esa participación serviría como válvula de escape, la masividad y el grado de malestar expresado por los manifestantes fue una verdadera sorpresa.

Los síntomas de inquietud social se venían manifestado en marchas aisladas de trabajadores en las provincias, en un acto de protesta realizado por un grupo de gremios el 26 de julio en Buenos Aires y en una serie de saqueos pacíficos a supermercados.

Las contadas incursiones de manifestantes en distintos centros de venta de alimentos no alcanzaron la magnitud de los 380 saqueos con 40.000 participantes y 14 muertos ocurridos en 1989, en el ocaso del gobierno del ex presidente Raúl Alfonsín (1983-89), cuando el principal enemigo era la hiperinflación.

Durante la gestión de Alfonsn, hubo 14 paros generales contra la política económica pese a que la tasa de desocupación promedio entonces era de cuatro por ciento y el poder de compra de los salarios era superior al actual.

Hoy la población goza de la estabilidad económica que hasta ahora permitió al gobierno de Menem contar con el respaldo mayoritario de la población, pero la desocupación llega a 17,1 por ciento y el nuevo ministro de Economía Roque Fernández sólo parece concentrado en la evaluación de nuevas medidas de ajuste.

En este sentido, la caída del ex ministro de Economía Domingo Cavallo, un hombre que parecía imprescindible para conjurar el peligro de retorno a la inflación, permitió a muchos argentinos perder el miedo a la protesta social y reclamar un cambio de rumbo. (FIN/IPS/mv/dg/ip-lb/96

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