Una semana después del recambio de figuras en el Ministerio de Economía, los argentinos superaron el temor a prescindir del ex ministro Domingo Cavallo, mentor de la estabilidad, un salto que puso de manifiesto cierta solidez e independencia del modelo económico.
Para la mayoría, y no sólo para los grandes inversores sino también para pequeños ahorristas, fue una sorpresa que la caída de Cavallo no provocara un derrumbe en las acciones bursátiles o una disparada de la paridad cambiaria. En verdad, ni unos ni otros querían un cambio de reglas pese al escepticismo reinante.
La estabilidad sigue siendo uno de los bienes más preciados de los argentinos, que vivieron casi medio siglo de cíclicas crisis inflacionarias, sólo que ahora el "dueño" de esa estabilidad no es Cavallo ni el presidente Carlos Menem, sino que se trata ya de una gran parte del patrimonio nacional.
Pasado el júbilo inicial por la supervivencia de la estabilidad, con el correr de la semana los argentinos también se dieron cuenta que el sucesor de Cavallo, el flamante ministro Roque Fernández, no vino para repartir más equitativamente las riquezas y miserias que genera el modelo.
Tampoco llegó para poner en marcha el aparato productivo sino para dar una nueva vuelta de tuerca al ajuste fiscal.
La tan esperada y prometida reactivación de la industria y el comercio así como el alto desempleo, son asignaturas pendientes que no parecen tener un calendario de atención tan urgente como el del amenazante ajuste fiscal, con la delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) pisando los talones del nuevo ministro.
"Este es peor que el otro", decía en voz baja una anciana en el banco, mientras esperaba a cobrar su jubilación, y sin necesidad de dar nombres propios, ya que el debate económico absorbe a los argentinos casi tanto tiempo y pasión como el fútbol.
La bendición que le otorgara el lunes el llamado "dios mercado", permitió a Fernández tomarse un tiempo para evaluar las medidas de ajuste a adoptar a fin de superar el desequilibrio de las cuentas públicas, que en el primer semestre cerraron con un desfasaje negativo de 2.500 millones de dólares.
Pero aún cuando todavía se aguradan los anuncios para la segunda semana de gestión, los anticipos del propio ministro y las observaciones de diversos analistas auguran que el paquete de medidas apuntará a aumentar los ingresos del tesoro con impuestos, exenciones y quitas de beneficios.
La incertidumbre tiene a los distintos sectores con las manos en los bolsillos, pero no en actitud de espera sino de temor por el guadañazo recaudador. Los industriales, los exportadores, el campo, los inversores, los trabajadores y jubilados, todos se inquietan por conocer si el dinero faltante saldr de su sector.
"Cuidado con Fernández porque el que no paga los impuestos va preso", advertía un vecino al otro en un edificio modesto de la capital argentina. Es que el nuevo ministro quedó asociado con la iniciativa de reformar la ley penal a fin de que los evasores vayan a la cárcel, una de las medidas en estudio.
Para casi ninguno la llegada de Fernández significa un cambio radical, y mucho menos una sustancial mejora. El principal mérito del recién llegado, por ahora, es el de haber sido capaz de seducir a los invesorsores y acreedores del exterior, para que el lunes de su asunción lo apoyen los mercados.
En cambio, todavía no tuvo tiempo de mirar para el otro lado, donde lo aguarda una amenaza de paro general convocada por la Confederación General del Trabajo para el jueves.
Tampoco pudo mirar al interior del país, donde la policía refuerza la custodia en los supermercados por temor a los saqueos, ni a los desempleados que desde hace dos meses hacen fila para ser los primeros en ingresar el miércoles próximo a la iglesia de San Cayetano, el santo del trabajo que este año está al tope de pedidos. (FIN/IPS/mv/dg/ip-if/96