A contrapelo del liberalismo dominante, expertos de Naciones Unidas recomiendan a América Latina una política de subsidios, similar a la del sudeste asiático, para desarrollar el potencial económico de la pequeña y mediana empresa.
Expertos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), hicieron un completo estudio de ese sector productivo en siete países de la región: Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador y México.
En esas siete naciones se están aplicando experiencias de desarrollo del empresariado pequeño y mediano, consignadas en las conclusiones del estudio difundidas por Cepal en su sede de Santiago de Chile.
Por lo general, según los investigadores de Cepal y el Pnud, los países de la región han hecho algunos esfuerzos de apoyo a la pequeña y mediana industria, pero sin consistencia y que "no han pasado más allá de la experimentación".
Las políticas tradicionales de fomento, a través de créditos subsidiados de bancos o corporaciones públicas de desarrollo han tendido a favorecer a las actividades en gran escala, sin dar real importancia a los productores menores.
La gravitación de la pequeña y mediana empresa es ostensible en los llamados tigres asiáticos, con casos relevantes como el de Taiwán, donde éstas producen 80 por ciento de las exportaciones.
El capitalismo asiático, basado en una estrecha cooperación entre el Estado y los privados, tiene en ese sector no sólo a un generador de divisas, sino también a una incubadora de nuevos empresarios.
Los expertos de los dos organismos de Naciones Unidas apuntan además un rasgo de vital importancia para América Latina en la hora actual, en el sentido de que la pequeña y mediana empresa es un instrumento para mejorar la distribución del ingreso y el ahorro familiar.
La inequidad es uno de los rasgos sobresalientes de la economía latinoamericana, que cuestiona la reactivación regional de los últimos años, sobre todo en países como Chile y Brasil, donde ha aumentado la brecha en la distribución del ingreso.
El ministro chileno de Planificación, Luis Maira, dijo el lunes 29 de julio que ya no basta, como se ha hecho en el país, con los programas de reducción de la pobreza, considerados exitosos, sino que ahora "hay que construir equidad".
Si bien Maira apuntó en esa perspectiva el apoyo a la microempresa, en una visión más general el mapa socioeconómico de América Latina consigna la gravitación de los pequeñas y medianas actividades productivas y de servicios.
"En América Latina, las empresas de menor tamaño representan más de 95 por ciento del número total de establecimientos de la industria manufacturera, el comercio y los servicios, emplean más de 70 por ciento de los trabajadores de estos rubros y son responsables de 50 por ciento de sus ventas", según el estudio.
Günther Held, uno de los autores de la investigación, acota que el sector incluye "un vasto contingente de empleados por cuenta propia, con tecnologías antiguas y bajos niveles de productividad".
Estas característucas hacen que un alto porcentaje de las pequeñas y medianas empresas estén volcadas al abastecimiento de segmentos domésticos, sin grandes perspectivas de desarrollo, al contrario de sus congéneres asiáticas.
En América Latina, los empresarios menores están permanentemente bajo la amenaza de no poder pagar créditos tradicionales con altas tasas de interés y marginados, aún más, de acceder a la capitalización por la vía de los mercados de valores.
En los siete países estudiados se están aplicando programas de subsidios a la asistencia financiera y a la capitalización, así como de creación de infraestructuras de atención especializada con bajos costos.
En este último aspecto, Held destaca al Banco Solidario (Bancosol) de Bolivia como "la principal experiencia en la región en cuanto a un banco especializado en micro y pequeña empresa".
Pero aún con estos signos positivos, los programas de Bolivia y las otras naciones no pasan de ser "esfuerzos de experimentación", en circunstancias de que el sector requiere más bien de "políticas públicas de gran alcance".
"A menos que se expandan los subsidios, será muy difícil (en América Latina) motivar un amplio surgimiento de empresarios y empresas que operan en pequeña escala", advierte Held, quien invita en esa dirección a inspirarse en el ejemplo asiático.
En Taiwán y otros países del sudeste de Asia los créditos "blandos" a los empresarios menores son una práctica habitual, pero siempre como componentes de políticas integrales de mayor alcance.
Y es ahí donde el propio concepto del subsidio se amplía y diversifica, mediante amplias disponibilidades de fondos para el sector, instituciones e instrumentos tanto financieros como no financieros especializados, programas de entrenamiento y acceso a la tecnología y la asistencia técnica.
Por último, y tal vez como lo más fundamental, la estrategia asiática incluye una condición que molestará a más de algún cultor latinoamericano del liberalismo: el Estado y las instituciones de asistencia deben fijar metas a cada empresa como contrapartida del apoyo que le brindan. (FIN/IPS/ggr/jc/if/96