El balnerario chileno de La Herradura, 450 kilómetros al norte de Santiago, tuvo años de gloria en los que era considerado uno de los más atractivos para los veraneantes, pero ahora está a un paso del colapso ambiental.
El balneario se debate entre residuos industriales, desagües de alcantarillas, cultivos de algas, edificios de altura y olores nauseabundos.
Desde uno de sus miradores los turistas pueden observar un bello paisaje que al atardecer deja ver colores y espacios atractivos en esta pequeña bahía muy cerrrada que asemeja la forma de su nombre: una herradura. Sobre las quietas aguas se balancean pequeños botes usados por pescadores artesanales.
Sin embargo, a menudo los turistas no pueden permanecer allí más de algunos segundos, debido a un olor muy fuerte que inunda la zona. Los visitantes vuelven a sus vehículos y se van lamentando no poder disfrutar más de esos atardeceres a orillas del Pacífico.
"Es uno de los tantos problemas que tenemos en La Herradura. No sabemos si el olor se debe a un basural, a una industria pesquera o a una fábrica de cal", señaló a IPS el presidente de la Agrupación Desarrollo y Progreso Herradura Oriente, Carlos Quiroz.
El activista y funcionario de la municipalidad de Coquimbo, a la cual pertenece La Herradura, explica que a unos kilómetros de la costa existe un vertedero donde se depositan las basuras de La Serena y Coquimbo, ciudades que suman unos 250.000 habitantes.
Se estima que los vientos llevan hacía la costas los malos olores del basural.
Una gran industria pesquera, situada en uno de los extremos de La Herradura, ha sido acusada en varias oportunidades de echar al agua desechos de sus procesos de conservación.
Restos de pescado, aceites y otros residuos, además de malos olores, han afectado la playa y han espantado a los turistas en épocas veraniegas de alta demanda.
Autoridades comunales estuvieron a punto de cerrar esa industria, en aras de los intereses de empresas de turismo de la región, pero han sido neutralizadas por la presión de cientos de trabajadores de la pesquera que defienden su fuente de trabajo, una de las pocas estables en la ciudad.
Multas millonarias que se aplicaron contra esa industria no fueron pagadas porque, según diversas fuentes, la pesquera habría adoptado tecnología que pone fin a la contaminación que provocó hace algunos meses.
También a pocos kilómetros de la playa funciona una fábrica de cal con procesos artesanales que hacen recordar el trabajo a principios de siglo donde se usan grandes cantidades de restos de conchillas de mariscos. Es probable, según Quiroz, que el mal olor proceda de esos insumos.
"La mitad de las viviendas de La Herradura no tiene alcantarillado por lo que sus aguas servidas van a parar al mar", señala el presidente de la agrupación formada por representantes de diversos sectores de la comunidad, incluyendo 20 Juntas de Vecinos.
La empresa local de agua potable y servicios sanitarios mantiene en el lugar dos plantas de tratamiento de aguas servidas pero cuando se saturan -en épocas en que la población flotante crece mucho- los desechos van a parar igualmente al mar, sostiene Quiroz.
En las aguas de la pequeña bahía, una asociación de pescadores artesanales, está desarrollando para asegurar su sobrevivencia el cultivo de algas, un producto que luego cosechado, secado y empacado, es exportado a Japón para la industria químico- farmacéutica.
Esa actividad también ha significado una cierta contaminación de la zona, con los restos de esos cultivos que no han sido bien manejados.
Por una parte, los restos -que varan en la playa- favorecen a extractores informales de algas, pero por otra incomodan sobremanera a los turistas que no pueden bañarse en el sector.
A pesar del poco espacio, también funciona en La Herradura un puerto de embarque de hierro de una de las empresas privadas más poderosas en la minería chilena, instalada allí desde hace décadas.
La forma de embarque del hierro, a través de correas desde tierra hacia los navíos, ensucia las aguas con material que desborda las bandas de transporte. Toneladas de hierro a granel se levantan en un sector de la playa como un cerro negro, agregando otro tipo de contaminación.
Para los viejos habitantes de la Herradura, que viven en casas construidas a pocos metros de la playa sobre cerros, la construcción de dos edificios de altura sobre la playa es un ejemplo de contaminación visual, ya que no dejan ver el mar.
"Seis torres más se van a construir en la playa, los terrenos ya fueron vendidos, pero mandamos una nota a la municipalidad pidiendo que se aplique la nueva ley del medio ambiente e impida instalación de edificios en la playa", indicó Quiroz.
Estos y otros problemas de La Herradura han llevado a investigadores de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Católica del Norte (UCN) sede Coquimbo, y a la estatal Comision Regional del Medio Ambiente (COREMA) a impulsar un Programa de Manejo Integrado (PMI) de la bahía.
"El fenómeno de copamiento de la bahía La Herradura es extensivo y su tendencia es a acentuarse aún más", señala un documento elaborado por la UCN y COREMA.
"En caso de no implementarse una regulación de su uso, mediante un programa de manejo integrado, se generarán paulatinamente más problemas ambientales, socioeconómicos y territoriales", agrega.
Con el PMI, que ya cuenta con recursos del gobierno regional, se pretende generar una experiencia piloto y modelo que pueda aplicarse en otros balnerarios de la región y del país.
"Tenemos confianza en que podemos recuperar La Herradura con este programa a tres años. No queremos echar a nadie, no se trata de pelear sino de ponerse de acuerdo para que todas las actividades, bien realizadas, sean posibles en un mismo espacio", confía Quiroz.
Para algunos investigadores consultados por IPS La Herradura sólo podrá mantenerse como oferta turística si algunas actividades se retiran del lugar. De otra manera las industrias teminarán transformando la bahía en un depósito de desechos. (FIN/IPS/gcm/dg/pr-en/96