Burkina Faso depende del extranjero para satisfacer 90 por ciento de sus necesidades energéticas -con los consiguientes perjuicios para los consumidores-, pero esto podría ser paliado si el sector de la energía recibiera la prioridad necesaria.
De los 10 millones de habitantes del país, sólo uno por ciento utiliza la producción eléctrica de la Sociedad Nacional Burkina de Electricidad (SONABEL), cuyas facturas son muy altas y cuyo servicio sufre repentinos cortes.
Diversas fuentes consultadas entienden que los inconvenientes actuales serían reducidos si el sector energético fuera estudiado con la atención que merece y se hiciera un mejor uso de la energía solar.
"Las dificultades actuales derivan de que el país nunca ha puesto en práctica una política energética global", dijo Seydou Ouimenga, director general de Energía.
Las fuentes de energía que utiliza la mayoría de la población suelen ser caras o dañinas para el medio ambiente.
El ínfimo grupo de gente que consume la producción de SONABEL – sólo 216 gigavatios por hora en 1994- está sujeto a frecuentes cortes producidos por una deficiente infraestructura y un mal sistema de distribución.
Además las facturas son muy altas: un cargo fijo de 1,88 dólares, más casi 15 centavos de dólar por cada kilovatio consumido.
"Resulta sencillamente escandaloso que los hogares deban pagar en Ouagadougou más de seis veces lo que se paga por el mismo consumo en París", comentó Frederic Guirma, ex embajador de este país ante las Naciones Unidas.
Guirma hizo notar el factor de encarecimiento que supone la energía eléctrica en la producción industrial y en los productos semimanufacturados de Burkina Faso. "¿Cómo podrán ser competitivos nuestros productos en el mercado exterior?".
Existen, sin embargo, proyectos para conectar energéticamente a este país con Costa de Marfil y Ghana, que tienen producción hidroeléctrica, con lo que se espera reducir las interrupciones al servicio y el costo de la electricidad.
El gobierno también tiene planes para construir una represa hidroeléctrica en el río más grande del país, el Mouhoun, antes conocido como Volta Negro.
Entre la gran mayoría de la población que no consume electricidad, ocho por ciento usa derivados de petróleo, que el país debe importar. En 1995 se importaron 154.000 toneladas de esos productos.
El restante 91 por ciento utiliza principalmente madera, e incluso algo de paja pequeña.
Los ecologistas se han quejado con frecuencia de que este consumo ejerce una presión excesiva sobre los recursos forestales, ya que cada habitante urbano consume un promedio de 215 kilos de madera combustible por año, y cada habitante rural, un promedio de 365 kilos.
Algunos expertos en energía opinan que debería utilizarse la biomasa, que es menos costosa que la madera y menos dañina para el ambiente.
Para otros, en cambio, la respuesta correcta está en el sol, del cual este país árido de Africa occidental dispone en abundancia durante todo el año, pero al cual apenas aprovecha, excepto para secar la comida y los vestidos.
Antes de que ese aprovechamiento pueda hacerse, debe mejorar el acceso a la producción de energía solar aplicada. "Burkina Faso podría ser un gran productor de energía solar si no fuera por el monopolio de SONABEL en el campo energético", afirmó Guirma.
Las condiciones del monopolio determinan que nadie tiene derecho a utilizar grandes aparatos de energía solar ni generadores accionados a combustible líquido en las zonas donde la electricidad está disponible, excepto durante los cortes.
Estas condiciones han limitado las posibilidades de las organizaciones que en este país se dedican a la energía solar.
Entre ellas se cuenta la Asociación para la Promoción del Uso de la Energía Solar (APEES), una asociación sin fines de lucro formada en 1993, que tiene 730 socios y está financiada en su mayor parte por sus 130 miembros europeos.
Según explicó Meyer Horst, director de una red de centros que la APEES ha creado en varios puntos del país, esta asociación ha colaborado en la lucha contra la desertización mediante la difusión del uso de aparatos que funcionan con energía solar.
"Hemos comercializado cocinas y calentadores de agua solares que funcionan todo el año", informó Horst, quien añadió que también han desarrollado lámparas portátiles y una radio solar.
Horst admitió, sin embargo, que los aparatos que funcionan con energía solar son caros para el poder adquisitivo de la población, por lo cual la APEES permite la compra a crédito.
Una cocina solar, por ejemplo, que cuesta 234 dólares y puede ser pagada en 18 entregas mensuales de 13 dólares, es adquirida pagando menos de los 15 dólares promediales que un hogar gasta en madera combustible cada mes.
Las cocinas, que duran por lo menos 10 años, son fabricadas en Burkina Faso por empresas de tamaño pequeño y mediano, que trabajan bajo licencia de la APEES.
También el Instituto de Energía de Burkina Faso (IBE) ha estado trabajando en el diseño de equipos accionados por energía solar, así como en la fabricación de cocinas más eficientes en el consumo de madera. Ya se comercializa una cocina mejorada que utiliza una cantidad de madera combustible 50 veces menor.
El director del IBE, Alhadi Wereme, estuvo de acuerdo en que la energía solar es la mejor manera de iluminar las zonas rurales, donde "es difícil producir electricidad por los medios habituales". (FIN/IPS/tra-en/ag/kb/arl/en/96