Colombia ofrece al mundo un ejemplo positvo de lucha contra la degradación de tierras agrícolas en su región andina más afectada por la erosión, según un informe presentado por la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ).
En la región del río Checua, a 2.600 metros de altura, 70 kilómetros al norte de Bogotá, se comenzó a aplicar hace 11 años una nueva concepción ideada por expertos colombianos y alemanes, destinada a detener la creciente degradación de los suelos y que hoy es ejemplo en América Latina.
Se parte de la premisa de que hay que incluir en el programa de regeneración de las tierras a la población afectada y hay que dotar a los suelos de la debida capa protectora antes de plantar árboles, señala la GTZ, institución encargada de ejectuar por parte alemana los proyectos de cooperación intergubernamental.
Los expertos de ambos países optaron además por el llamado cultivo mínimo del suelo, un sistema que renuncia a roturar los campos y ha dado resultados muy satisfactorios en la recuperación de tierras agrícolas en los países del sur del continente americano.
De esta manera, los campos están cubiertos siempre de una capa vegetal y la siembra de papas, maíz u otras plantas útiles se realiza luego sobre los rastrojos de arvejas, avena y rábano.
Voceros de la GTZ relatan en la última edición de la revista 'Akzente', la experiencia de Misael Fresneda, un campesino que tiene sus campos cerca de la localidad de Carmen de Carupa.
Forma parte del centenar de campesinos colombianos que acogió las propuestas de los expertos y sembró arvejas según el método tradicional en una parcela, y en otra conforme al nuevo sistema, sobre rastrojo de cebada.
En esta última parcela, las plantitas de arvejas crecieron más rápido, más robustas y de forma más homogénea. Con la ventaja de que no tuvo que gastar en alquilar un tractor para dar vuelta a la tierra y que las lluvias no arrastraron, como en la parcela roturada, buena parte de la capa de cultivo.
Luis Molina, otro campesino de Carmen de Carupa y entusiasta defensor del nuevo método, considera que una de sus grandes ventajas es que la tierra recibe bastante abono orgánico y que crece poca mala hierba. Una pequeña desventaja es que cuesta más trabajo escardar los campos.
Años antes, en 1979, los campesinos de la región y un equipo de expertos colombianos dirigidos por el agrónomo Carlos Quintero habían decidido poner en marcha un programa piloto, que obtuvo resultados poco satisfactorios.
El Checua, junto con los ríos vecinos Suta y Ubaté, tienen una cuenca de 125.000 hectáreas.
Quintero dice que le han dado "una nueva piel a la tierra" cuando se refiere a la alfombra verde que cubre muchas áreas de las pendientes en la Cuenca del Checua.
Hace 150 años, la región del Checua estaba cubierta de bosques mixtos, pero fue erosionada por los propios antepasados de los actuales campesinos, que practicaron una explotación agrícola de monocultivo que suponía el trabajo con una técnica pesada y una tala incontrolada .
Las superficies taladas no podían contener las aguas pluviales ni frenar el consiguiente lavado del humus. Las lluvias abrieron anchas zanjas en las faldas de los cerros pelados, convirtieron en desierto 16 por ciento de las tierras (unas 20.000 hectáreas) y dieron comienzo a la erosión de otro 24 por ciento.
El Checua, una de las principales fuentes de agua de la capital colombiana, continúa lavando año a año unas mil hectáreas de tierras fértiles y trasladando estas capas a los valles, haciendo aumentar paulatinamente la superficie degradada de la región.
Los campesinos del Checua construyeron terrazas, diques y muros para contener el agua y los sedimentos. De esta manera se impidió también que el lodo obstruyera las turbinas de la represa de Tibitó, que alimenta de agua a la capital durante dos meses al año.
En comparación con otros países latinoamericanos, Colombia empezó relativamente pronto a aplicar programas tradicionales destinados a mantener el equilibrio ecológico de la región de los Andes.
Pero esos métodos, basados en las plantaciones de acacias, eucaliptos y pinos, no dieron los resultados previstos.
Según la GTZ, equivalen a una reforestación que, aunque es rentable, no es integral. Había que frenar con urgencia el proceso de erosión y al mismo tiempo crear fuentes de ingresos a unas 15.000 familias. En Colombia hay hoy en total unas 700.000 hectáreas amenazadas de erosión.
El gobierno alemán resolvió cooperar con el de Colombia en la realización, por parte de campesionos y expertos, por primera vez, de métodos biomecánicos para frenar la degradación de esas tierras.
Y puso a disposición del proyecto anti-erosión ocho millones de dólares para ayuda técnica y otros 15 millones como ayuda financiera.
Sus contrapartes en Colombia son desde entonces las Unidades Municipales de Asistencia Técnica Agropecuaria y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), una organización encargada de la protección del medio ambiente que también cuenta con los servicios del agrónomo Quintero.
La degradación de los suelos y una agricultura sostenible serán los temas centrales de la Conferencia de la Organización Internacional de Conservación de Suelos (ISCO) que se llevará a cabo en Bonn a partir del próximo lunes, y contará con la asistencia de unos 700 expertos de 100 países, entre ellos de varios latinoamericanos. (FIN/IPS/rc/jc/dv/96