RUSIA: Después de la fiesta electoral, la realidad ataca

El triunfo de Boris Yeltsin en su campaña por la reelección como presidente de Rusia fue claro, pero muchos de los votos que cosechó no suponen un respaldo automático para todo lo que hizo en el pasado o pueda hacer en el futuro.

Los medios de información, que jugaron un papel clave en el resultado electoral, originaron una breve ola de euforia a través del país a partir de la transmisión de los primeros resultados en las provincias del lejano oriente de la federación, a 8.000 kilómetros de Moscú.

Los presentadores de la televisión de los cinco principales canales, que trabajaron hasta la madrugada para actualizar la información, estaban visiblemente felices cuando se confirmó el resultado y la gente celebraba en las calles.

"Quisiera unirme a ustedes. Esto está tan aburrido", se quejó el corresponsal del Canal 4 apostado en el cuartel de campaña del derrotado candidato comunista, Gennady Zyuganov.

Pero la mañana siguiente a la fiesta llegó inexorable. Los rusos debieron entonces hacerse cargo, como siempre, de los problemas habituales: el creciente déficit presupuestal, la amenaza de una inflación desatada, la continua caída de la producción industrial, la gran brecha entre ricos y pobres.

"Mucha gente de por aquí votó a Yeltsin, pero no porque lo amen, sino porque no hay otro. Era él o Zyuganov. Luego de cuatro años de reformas, recién ahora Yeltsin comienza a preocuparse por la gente", sentenció un ingeniero de construcción que vive cerca de Moscú.

"La euforia en torno al triunfo de Yeltsin entre los demócratas debería servir al presidente para recordarle los errores de sus colaboradores y corregir el proceso de reformas", dijo la activista Yelena Bonner, viuda del "padre de las reformas", Andrei Sakharov.

En términos puramente políticos, la victoria del presidente fue formidable.

"No solo conquistó las grandes ciudades industriales, entre las que se contaban aquéllas donde colapsaron las industrias militares. También destruyó el mito de la 'franja roja"', anotó el diario Segodnya.

La mayoría del electorado del territorio conocido como "franja roja", viejo bastión comunista en las regiones agrarias del sur y el centro de Rusia, respaldó con su voto la continuidad del proceso de reformas.

Además de la constante propaganda a favor de Yeltsin en los medios de comunicación, las alianzas logradas por el presidente después de la primera ronda de las elecciones consolidaron su triunfo.

El nombramiento del candidato que resultó en tercer lugar, el general retirado Alexander Lebed, como jefe del Consejo de Seguridad, y el pacto con el cuarto en la lista, el economista liberal Grigori Yavlinsky, fueron fundamentales.

Pero muchos analistas se preguntan por qué ganó Yeltsin este miércoles, si había cometido numerosos errores poco tiempo antes.

"No llego a entiendo cómo lo logró. En diciembre, su índice de aprobación llegaba a gatas a un cuatro por ciento, y Zyuganov encabezaba todas las encuestas previas a la primera vuelta y a la segunda", dijo a IPS Yuri Bunin, director del Centro de Tecnología Política con sede en Moscú.

"Era prácticamente imposible que el hombre que provocó la debacle de la Unión Soviética e introdujo reformas dolorosas, cuestiones ambas que dejaron profundas secuelas emocionales en la mayoría de los rusos, haya resucitado. Pero él lo hizo", agregó asombrado.

Parte de la explicación reside en la propaganda de Yeltsin, que contó con la ventaja de un acceso sin restricciones a los medios de comunicación estatales. Además, fue considerada por su calidad la primera realmente profesional efectuada en Rusia.

Al afrontar largas giras por todo el país y desplegar técnicas de campaña usuales en Occidente pero desconocidas en Rusia (como el beso a los niños y la palmada en la espalda), restauró su himagen de "hombre del pueblo".

También reanudó así su vínculo emocional con el electorado, roto por sus frecuentes desapariciones de la escena pública en los pasados cuatro años.

Otro factor clave fue la juventud, supuestamente apática con respecto a la política. Numerosos artistas populares recorrieron el país bajo la consigna "Vota o pierdes" patrocinados por la campaña oficialista.

Esta tónica alcanzó, en ocasiones, puntos grotescos. En vísperas de la segunda ronda, se celebró la elección de "Miss Gordita", un homenaje a la tradicional obesidad rusa.

Pero otros atribuyen el triunfo de Yeltsin al temperamento del candidato, un hombre que parece disfrutar las crisis y los momentos de locura, como en en agosto de 1991, cuando puso su propio cuerpo para detener a los golpistas.

"En enero, después de la toma de rehenes por las guerrillas chechenas, yo estaba seguro de que Yeltsin no se podría recuperar del golpe. Vista ahora, su lucha de entonces se parece a la de 1991", sostuvo el otrora primer ministro y hoy líder del partido Rusia Democrática, Yegor Gaidar.

A pesar de las constantes especulaciones en torno a su salud, sus dos ataques al corazón y su heroica borrachera, Yeltsin empleó unos pocos meses para presentarse como un estadista alerta y confiable, un defensor de los intereses nacionales y un hábil manejador de los hilos del poder.

Y los rusos, a lo largo de la historia, han respetado a los poderosos natos. (sigue

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