El psiquiatra Mariano Querol manipuló el sentimiento de culpa de uno de sus secuestradores mientras estuvo cautivo de una banda que exigía rescate por su libertad. Utilizó el fenómeno psicologógico conocido mundialmente como "síndrome de Estocolmo".
"Se denomina síndrome de Estocolmo al sentimiento de simpatía e identificación del secuestrado hacia su captor, y es un fenómeno que se toma en cuenta en las negociaciones en caso de secuestro", explicó Querol, liberado finalmente el último fin de semana, tras 18 días de cautiverio.
El síndrome de Estocolmo fue analizado por primera vez a raíz del asalto a un banco en Suecia. Después de unos días de asedio policial, los rehenes se identificaron con sus captores y les protegieron la vida cuando las fuerzas de orden público se lanzaron al asalto del edificio.
Una mujer, tomada de rehén en el banco, se casó luego con uno de los atracadores.
Otro caso famoso fué el de Patricia Hearst, hija de un magnate de la prensa de Estados Unidos. Hearst no sólo se enamoró de su secuestrador, sino que se unió a su banda y participó en asaltos.
"Comprobé personalmente que ese fenómeno también afecta a los raptores, quienes pueden ser inducidos a simpatizar con sus víctimas, algo que podría llamarse el 'síndrome de Lima", dijo Querol.
En siete meses se produjeron 68 secuestros en Lima, y el gobierno se vió obligado a promulgar una ley represiva especial.
Los casos han comprendido desde el secuestro de empresarios hasta los llamados "secuestros al paso", cuyas víctimas suelen ser mujeres adolescentes que conducen automóviles costosos y son liberadas a las pocas horas, contra el pago de cualquier suma reunida por su familia
Pero la historia de Querol fue diferente a todas, incluso por sus actores: la víctima, un profesional de prestigio pero sin fama de rico, de 71 años, y los criminales, cuatro empleados de clase media dirigidos por un empresario en crisis financiera.
El empresario, Gonzalo Higueras, de 43 años, fué vecino de uno de los hijos de Querol. Su compañía de radio-taxis estaba al borde de la quiebra e inmediatamente después de cobrar el rescate pagó algunas deudas, las cuotas atrasadas del colegio de sus hijos y la renta de su apartamento.
También fué diferente el secuestro por algunas circunstancias del cautiverio. Además de estudiarlos psicológicamente y acompañarlos en la lectura de la última novela-crónica de Gabriel García Márquez, "Noticia de un secuestro", Querol bailaba ante sus raptores para relajarse.
"Después de dos días, decidí tender un puente que motivara un diálogo: les dije que solía hacer gimnasia rítmica todas las mañanas y les pedí que sintonizaran música bailable. Supongo que se divirtieron mucho viéndome bailar salsa o rap", comentó.
"Luego pedí comida especial, nada difícil de cumplir: más vegetales en mi dieta. Y libros. Leí algunos libros y releí otros. También veíamos televisión juntos en la habitación de dos metros por tres en la que estaba confinado, y conversábamos", agregó.
"Mis custodios no sabían al comienzo quién era yo, y se enteraron leyendo los diarios. Al ver que la prensa se ocupaba tanto de mí, recuerdo que uno de ellos me dijo: 'Estamos haciendo historia", relató Querol,
"Los emocionó mucho ver que las circunstancias del encierro que me habían preparado eran similares a las descritas en la obra de García Marquez", destacó.
Fruto de esos diálogos inocentes y de algunos toques aparentemente impersonales, Querol consiguió aproximarse al de mayor rango de los dos individuos encargados de su custodia permanente, quien acabó consultándole sobre la ansiedad que experimentaba.
Es probable que esa relación conseguida le salvara la vida, pues sus secuestradores no se cubrieron el rostro, y después de cobrar el rescate estuvieron dispuestos a matarlo, para no ser identificados.
"Controlaba mi temor diciéndome que me necesitaban vivo para cobrar los 150.000 dólares que pidieron a mi familia. Cuando me enteré que ya habían concertado con mi familia la entrega del dinero tuve mucho miedo", expresó.
No está aún claro si el jefe de la banda ordenó el asesinato de Querol, pero al sacarlo de la casa, sus custodios iban armados y visiblemente nerviosos.
El jefe de los secuestradores, cuya identidad había sido descubierta por la policía días antes de la liberación de Querol, fue detenido horas después de recoger el dinero y repartirlo, y cuando se aprestaba a tomar un avion hacia el norte del pais.
"Mientras me conducían tirado en el piso del automóvil, el amigo me repetía: 'No se preocupe doctor, le garantizo que no le va a pasar nada'. Pero yo sentía temblar sus piernas y (veía) que transpiraba intensamente. Me soltaron en una calle y el amigo me dio 20 soles para el taxi", informó Querol.
Aunque Querol afirmó haber manejado a su favor el llamado síndrome de Estocolmo, es evidente que también resultó envuelto en sus efectos.
Llama "el amigo" al secuestrador con el que logró mejor relación y ha pedido una sanción menor para sus ex custodios, porque no actuaron con violencia y evitaron hacerle daño. (FIN/IPS/al/ff/96