La primer ministro de Pakistán, Benazir Bhutto, haciendo oídos sordos a las protestas de la oposición por la conducción económica del país y las penurias de los más pobres, parece concentrar su atención en temas políticos y regionales, según observadores de la situación nacional.
Tal fue lo ocurrido en una reciente alocución radiotelevisada a toda la nación, cuando ocupó media hora para referirse a las elecciones realizadas en el territorio llamado "Cachemira Azad" (Cachemira Libre) -parte del disputado estado indio-, donde triunfó el partido de Bhutto, Partido Popular de Pakistán (PPP).
Se ha generalizado la idea de que el gobierno -tanto el actual como los que le precedieron- se ha preocupado más por favorecer a sus integrantes que por cuidar los intereses populares.
Las últimas semanas han sido tormentosas en Pakistán, donde la política económica ha sido objeto de protestas y huelgas, se ha deteriorado el orden público y se han hecho revelaciones de desviación de fondos públicos en provecho personal de los gobernantes. No obstante, Bhutto permanece impasible.
El gobierno ha preferido ignorar el resentimiento general creado por el proyecto de presupuesto federal para el ejercicio 1996-97, que presentó en junio al Parlamento.
También se produjeron violentas protestas contra la decisión de postergar una vez más la creación del impuesto a los ingresos del sector agrícola, que los propios legisladores lograron impedir pues la mayoría de ellos son grandes terratenientes.
Además, no ha habido ninguna respuesta verosímil -por parte de Bhutto o de su esposo, Asif Alí Zardari- ante la información publicada en el periódico británico The Sunday Express acerca de la compra en secreto de una mansión por valor de 2,5 millones de libras esterlinas, en el condado de Surrey, en Inglaterra.
Las protestas del mes pasado parecieron poner en mayores aprietos a Bhutto, al lograr la oposición una unidad poco frecuente alrededor del tema presupuestal y dejar de lado sus hondas diferencias ideológicas.
La muerte de cuatro manifestantes en junio -supuestamente producida por disparos de la policía contra una protesta pública cerca de la capital, Islamabad- hizo que el partido derechista Jamaat-i-Islami (JI) amenazara con elevar el nivel de la política que lanzó en octubre pasado para derrocar al gobierno.
No obstante, la viejas y profundas divisiones volvieron a romper rápidamente la rara unidad de la oposición.
Un desayuno de trabajo recientemente realizado entre el principal líder opositor y ex primer ministro, Nawaz Sharif -jefe de la Liga Musulmana-, y el líder del JI, Qazi Hussain Ahmed, terminó sin ninguna solución visible a sus discrepancias.
Esta incapacidad de la oposición para orquestar un movimiento coordinado que pueda derribar al gobierno ha hecho crecer el descreimiento popular hacia los gobiernos elegidos.
"Todos son iguales, todos ladrones", es una frase que puede escucharse en cualquier lugar público.
El observador político Aziz Siddiqui, sin embargo, expresó su opinión de que el gobierno debería completar su mandato. "No se ha producido un cambio democrático desde la restauración de la democracia en 1988. Ese cambio podrá inducir el cambio de muchas otras cosas". (FIN/IPS/tra-en/bs/an/arl/ip/96