En una oscura oficina de la capital de Mongolia, cubierto de revistas chinas sobre política y estrategia, el historiador Dalai trabaja para revivir el culto de Genghis Khan, el fundador del primer imperio mongol.
Autor de varios libros sobre el jefe militar que una vez comandó el mayor imperio del mundo, Dalai argumenta que Genghis Kan, un temible guerrero y hábil líder político, es un excepcional modelo para los mongoles de la actualidad.
Timuyin vivió entre los años 1162 y 1227, y recibió el título de Genghis Kan (Gobernador Universal) en reconocimiento a sus cualidades de líder y sus conquistas en el campo de batalla. Actualmente China intenta convertirlo en su propia figura histórica nacional.
Antes de su muerte, el imperio se extendía desde la región del Cáucaso, en la ex Unión Soviética, a través de las Montañas Indus, en el suroeste de Asia, hasta lo que entonces era Pekín.
"Por supuesto, no reviviremos su imperio. No podemos, aunque creo que sería mejor si Mongolia Interior (región autónoma de China) se uniera a nosotros", manifestó el intelectual, que pertenece a la organización ultranacionalista Grupo de los 281.
Tras varios siglos de estar marginada del mundo y bajo dominación extranjera, Mongolia intenta ahora ganarse un lugar en el mundo moderno.
El pasado mes, esta vasta y desolada nación de sólo 2,4 millones de habitantes expulsó al anterior Partido Comunista que dominó al país bajo control soviético durante siete décadas, en las segundas elecciones parlamentarias nacionales.
El régimen comunista ya había terminado con las elecciones populares de 1990, cuando Mongolia se separó de la Unión Soviética.
Rica en petróleo, minerales, ganado, madera y lana, Mongolia carece en los hechos de dinero, maquinaria y mano de obra especializada para explotar tales recursos, especialmente después del retiro de los subsidios y los 50.000 técnicos y asesores gubernamentales sobiéticos.
La figura legendaria de Genghis Khan, nombre que estuvo prohibido pronunciar durante largos años, comenzó a ser rehabilitada como una expresión auténtica del orgullo y las tradiciones mongoles, antes condenadas como expresión de un estrecho "nacionalismo".
En la actualidad, Mongolia está lentamente revirtiendo el daño causado por varios años de decadencia económica, dominando la inflación, antes galopante, y promoviendo el crecimiento económico.
Así mismo, una nueva ola de nacionalismo afecta a los mongoles, encerrados entre las gigantes Rusia, al norte, y China, al sur. Ambos países se repartieron gran parte de su tierra, por lo que más mongoles viven en Rusia y China que en su propia nación.
Aunque China reconoce la soberanía de Mongolia, ésta no confía en las intenciones de Beijing, ya que algunos académicos conservadores chinos sostienen que Mongolia pertenece a China y la incluyen en los mapas nacionales.
"Merecemos existir en los siglos XXI, XXII y XXIII, pero no podemos dar por sentada nuestra existencia", señaló Dalai, quien, como la mayoría de los mongoles, sólo tiene un nombre.
"Mongolia corre una carrera contra el tiempo para establecerse como un estado viable antes de que China reafirme sus reivindicaciones", observó un diplomático occidental en Beijing. (FIN/IPS/tra-en/rc/cpg/ml/ip-cr/96