Las industrias japonesas, después de haber recibido en los últimos años fuertes críticas de parte de una opinión pública crecientemente sensibilizada por los problemas ambientales, buscan ahora limpiar su imagen y forma de actuar.
Las industrias manufactureras en general, pero en particular el sector de automóviles, fueron puestos literalmente en la picota por grupos ciudadanos que protestan porque su salud se ha visto perjudicada por la contaminación del aire y las aguas.
Para colmo, a principios de este año la organización ambientalista Greepeace Internacional colocó a Japón en el segundo lugar mundial, después de Estados Unidos, entre los mayores productores de sustancias destructoras del ozono.
El informe titulado "¿De quién es el cloro?" de Greenpeace, estima que la industria japonesa y el consumo energético de los hogares de Japón producen 13 por ciento de las sustancias destructoras del ozono que incluyen cloroflúorocarbonos (CFC).
El sector industrial suele referirse al costo de introducir nuevas tecnologías menos perjudiciales para el ambiente.
No obstante, los expertos ambientalistas afirman que algunas empresas ya han comenzado a advertir la conveniencia de acometer una inversión de ese tipo, principalmente porque una buena imagen puede proporcionarles un nuevo margen en los mercados.
Los CFC -combinación de cloro, flúor y carbono- pueden ser usados como propelentes para aerosoles o como congelantes, y también en la fabricación de espuma de poliestireno, que causa un daño irreparable a la capa de ozono que rodea al planeta.
El gobierno, también acosado por las críticas, ha empezado el proceso de elaboración de leyes más severas para disminuir el nivel de contaminación.
"Cuatro años después de la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, estamos ingresando a una etapa en la que se necesita actuar y no discutir más sobre ética ambientalista", dijo recientemente Takashi Kosugi, destacado político, en una reunión gubernamental especial para tratar este asunto.
Hasta el momento, sin embargo, la aprobación de nuevas leyes ha sido demorada por la fuerza de un grupo de presión industrial que sostiene que no podrá competir internacionalmente si se ponen en vigor normas demasiado estrictas.
No obstante, como explicó Shouchan Asuka-Zhang -ingeniero del Instituto Central de Investigaciones de la Industria de Energía Eléctrica- las empresas "comienzan a reconocer la importancia de los costos ambientales para su propio desarrollo".
La venta de equipos de producción adecuados a la protección del ambiente alcanzó en 1994 la cifra récord de 1,4 billones de yenes, según expertos en este campo que proveen estadísticas de ventas a los organismos gubernamentales.
Tokio, sin embargo, afirma que el esfuerzo debe ser regional, y la Agencia del Ambiente, por ejemplo, culpa al vecino China de los problemas de contaminación de Japón.
Recientes estudios de la Agencia demuestran que el sector industrial chino emite 20 millones de toneladas de azufre al año, lo que significa 20 veces más que Japón. Una gran cantidad de esas emisiones caen sobre este país en forma de lluvia ácida, destruyendo los bosques y acelerando el efecto invernadero.
La Agencia afirma que hoy en día 80 por ciento de las fábricas están equipadas con tecnología protectora del ambiente, lo cual ha reducido las emisiones dañinas.
Sin embargo, los expertos señalan que las nuevas empresas que están surgiendo en la región asiática de más rápido desarrollo no son capaces de afrontar el costo de la nueva tecnología usada por algunas compañías japonesas. (FIN/IPS/tra-en/sk/cpg/arl/en/96