El pueblo indígena añú, que vive en el extremo noroeste de Venezuela fronterizo con Colombia, se extingue junto con la laguna de Sinamaica, hábitat secular en peligro de desaparecer por la depredación ambiental.
Los añú habitaban palafitos en Sinamaica y las riberas del golfo-lago de Maracaibo cuando en 1499 tocó esas costas el explorador Alonso de Ojeda, a quien el paisaje pareció una pequeña Venecia y bautizó el área como golfo de Venezuela.
El nombre pasó luego a la provincia y al país, pero el pueblo añú, que con sus vecinos wayúu compartía las estepas que hoy hacen la frontera norte entre Venezuela y Colombia, fue reducido a las riberas de la laguna, vaso comunicante entre el río Limón y el golfo abierto al Caribe.
En la actualidad ese pueblo de la gran familia sudamericana arawac cuenta unos 3.500 individuos, repartidos en nueve comunidades muy pobres y con escasa educación formal.
Los varones se han dedicado tradicionalmente a la pesca, la caza y la construcción de viviendas, en tanto las mujeres cuidan y educan los niños, y tejen la fibra de enea, planta del lugar, apreciada como recubrimiento de techumbres y paredes.
En los últimos años, los añú incorporaron a su economía el paseo de turistas en botes por entre los brazos de la laguna, con deleite de la vista de sus viviendas de fachadas multicolores levantadas sobre troncos por encima del agua.
"Todo el pueblo está amenazado de desaparecer junto con la contaminada laguna, donde avanza la sedimentación producto del deterioro ambiental", dijo a IPS el investigador wayúu Alí Fernández, de la Universidad del Zulia.
Fernández señaló que la causa "se ubica en la prioridad que se dio, para otros usos, a las aguas del río, como fincas agrícolas y pecuarias, una represa que surte a Maracaibo (capital del estado de Zulia) y una industria petroquímica, y en la deforestación de las cabeceras del Guasare-Limón".
Mientras se reduce aceleradamente el espejo de agua de la laguna -originalmente 65 kilómetros cuadrados- llegan más sedimentos desprendidos del Guasare-Limón al desnudarse sus cabeceras, desaparecen los peces y aumenta la contaminación por la deposición de excretas que los añú hacen en la laguna, añadió.
"Esa agua ya casi sin peces es usada por ellos para consumo en cocinas, para bañarse, como recreo de los niños y vía de comunicación entre viviendas. El resultado es un aumento de la desnutrición, las diarreas y la tuberculosis, que afecta sobre todo a las mujeres', dijo el experto.
El ingeniero Jesús Morón, director zonal del Ministerio del Ambiente, reconoció que existen sedimentación y condiciones de salubridad críticas, pero advirtió "una situación múltiple" al evaluar el achicamiento de la laguna y sus efectos.
"Ese sistema lagunar tiene dos fuentes de alimentación, la primera de las cuales es el golfo de Venezuela, que le traspasa aguas por ósmosis, desde el subsuelo, y la segunda es el desbordamiento del bajo río Limón", dijo Morón a IPS..
El Guasare-Limón, que nace en la Sierra de Perijá, frontera con Colombia, se desborda en su parte baja -antes de ir al lago de Maracaibo- dos veces al año, algunos de sus brazos alimentan la laguna y producen un equilibrio entre aguas dulces y saladas en el sistema de la laguna, explicó el funcionario.
Una de las causas del problema, según Morón, es que a lo largo de las riberas del río se desarrollaron en las últimas décadas fincas agrícolas, sobre todo frutales, dotadas de sistemas de regadío que se alimentan del Limón y sus afluentes.
Cuando el Guasare se encuentra con el Socuy para formar el Limón trae un caudal de 2.000 litros por segundo "suficiente para abastecer a 500.000 personas", tras la confluencia tiene un caudal, teórico, de 3.500 litros por segundo, indicó Morón.
Pero cuando los expertos miden el Limón medio se encuentran con un caudal de escasos 900 litros por segundo, que liquida la posibilidad de desbordamiento en el bajo río.
La otra causa "es que las aguas bajas del golfo, como en todo el Caribe, se acercan o alejan por períodos de 200 a 300 años. Estaríamos al comienzo de un regreso este fin de siglo, pero es difícil de percibir para la generación viviente", dijo Morón.
Sin embargo, Fernández apuntó que para los añú o "paraujanos" en el habla de los demás venezolanos, esta generación "es decisiva, al costreñirse su hábitat, su fuente de proteínas e ingresos económicos, así como su nutriente espiritual".
"En la cosmovisión añú, el agua es madre, transmisora de vida y de conocimiento", dijo Fernández. "No es preciso imaginar lo que sienten al ver Sinamaica hecha un contaminado pantano: los ancianos dicen que cuando muera la laguna, su pueblo morirá".
Ese proceso "avanza con las enfermedades, con la postración educativa que tiene en el abandono a las dos escuelas de la zona, y con la emigración de los hombres, que ya no pueden pescar, hacia los cinturones de miseria urbana", añadió.
El Movimiento Indio por la Identidad Cultural, el Movimiento Cultural Paraujano y la Universidad del Zulia abogan por declarar en emergencia el ecosistema de Sinamaica y por un programa de reforestación de la cuenca del río Limón.
Una segunda propuesta es dragar sedimentos, pero Morón advirtió que "cualquier obra hidráulica en el área puede empeorar el comportamiento de las aguas y favorecer inundaciones en época de lluvias: peor el remedio que la enfermedad".
Otro grupo de propuestas, dijo Fernández, consiste en "desarrollar programas sociales dirigidos con prioridad a las mujeres y a los niños, remodelar las escuelas y adoptar un plan de salud que acoja y rescate la medicina indígena tradicional".
Proponen dotar las comunidades de sistemas de recolección y tratamiento de excretas, estudiar la contaminación del agua y el aire por las minas de carbón del Guasare y extender a los añú programas de organización económica.
Algunos años atrás, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) avanzó en proteger Sinamaica con el recurso de declararla patrimonio de la humanidad, pero el Estado venezolano jamás ratificó esa declaración y careció de efecto. (FIN/IPS/hm/ag/pr-en/96