Adivina quién viene a cenar, y a casa de la reina Isabel II? Nada menos que un hombre poco tiempo atrás considerado "terrorista" por el gobierno de Gran Bretaña.
El presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, en visita de cautro días iniciada este martes, se aloja en la más selecta dirección de Gran Bretaña, el Palacio de Buckingham, hogar en Londres de la monarquía.
Además de tomar el té con la reina, el itinerario de Mandela incluye reuniones con el primer ministro, John Major, el líder del Partido Laborista de oposición Tony Blair y altos empresarios.
La visita culminará el viernes con un recorrido por uno de los barrios afrocaribeños de Londres, el suburbio de Brixton, al sur de la ciudad, donde se le unirá el príncipe Carlos, heredero del trono. Antes, Mandela recibirá no menos de ocho títulos honorarios de universidades británicas.
Durante el recorrido en Brixton, una de las áreas más deprimidas de Londres, el carismático líder sudafricano agradecerá a sus habitantes el apoyo dado a la lucha de liberación de su país contra la minoría blanca, dijeron fuentes sudafricanas.
"Usted ha brindado el liderazgo, y mediante su voluntad de acoger a sus ex cautivos, ha trazado el camino hacia la reconciliación nacional y la libertad del pueblo de Sudáfrica", dijo Isabel II a Mandela ante una reunión de altas figuras en la noche de este martes.
La respuesta de Mandela siguió su habitual estilo diplomático. "A medida que nos acercamos al siglo XXI, nuestra relación es de amistad, fortalecida de parte de Sudáfrica con la riqueza del respeto por Usted, por Gran Bretaña y por la Comunidad Británica de Naciones".
El objetivo primario de la visita de Mandela es concitar el interés de los inversores británicos en la economía sudafricana, de allí la importancia dada al discurso de este miércoles ante la Confederación de la Industria Británica.
La inversión extranjera directa en Sudáfrica, a pesar de los esfuerzos del gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA) por impulsar el cambio pacífico y crear un ambiente propicio para el empresariado, ha sido mucho menor que lo esperado, y Mandela pretende ofrecer a la industria británica una segunda oportunidad de considerar las "enormes oportunidades" disponibles.
Su mensaje a Gran Bretaña, el mayor país inversor en el país, es que las nuevas medidas fijadas en junio por el Fondo Monetario Internacional ofrecen a los inversores un negocio tan bueno como el que podrían encontrar en cualquier otro mercado emergente.
El éxito de la visita de Mandela será foco de interés de los analistas, ya que el presidente sudafricano llega a Londres tras una serie de duras críticas a las medidas económicas de su gobierno divulgadas por la prensa británica.
El London Times y The Telegraph sugirieron en los últimos meses que el gobierno se doblegaba ante la voluntad de activistas que buscan en cambio "revolucionario".
R.W. Johnson, corresponsal en Sudáfrica del Times, sostuvo que el gobierno de Mandela preside "una salvaje sociedad occidental que no puede controlar", y citó a "observadores" según los cuales la situación está causada por la "incompetencia ministerial y los compromisos de la acción afirmativa".
Pero la palabra final siempre la tiene la comunidad empresarial, la cual expresa más confianza en el futuro de Sudáfrica que el hombre del Times en Johannesburgo.
"Los incentivos del gobierno para los inversores mejoran constantemente y el mercado de valores se comporta mucho mejor de lo esperado", dijo Rob Fisher, ejecutivo de la inversora Robert Fleming.
"El año pasado hubo una corrida en el mercado, pero, a pesar de algunos tropiezos, las cosas mejoran. No hay que prestar atención a los mercaderes del día del juicio final", dijo el empresario.
Jabulani Ndlovu, miembro del CNA, quien combinó 11 años de actividades contra el régimen del apartheid en Londres con una vida de estudiante y cocinero, habló libremente sobre la ironía del literal "tratamiento con alfombra roja" de esta semana.
"Son las mismas personas que bloquearon sanciones internacionales contra el apartheid (…) los mismos que respaldaron a De Klerk y Buthelezi, los mismos que intentaron hacer respetable la opresión racista institucional", denunció.
Durante la década de 1980, cuando la lucha contra el apartheid alcanzó su punto culminante, el gobierno británico de Margaret Tatcher fue el único que resistió las sanciones contra el enclave racista.
Fue entonces que el parlamentario del Partido Conservador de Tatcher Teddy Taylor opinó que "Madela debe ser muerto de un disparo", y la propia Tatcher dijo que "el CNA es una típica organización terrorista". (FIN/IPS/tra-en/js/rj/lp/ip-if/96