La ausencia de una definición clara de terrorismo dio origen a uno de los clichés del siglo XX, según el cual un terrorista para unos es un guerrillero de liberación para otros.
Algunos actos parecen indescriptiblemente horrendos y por la forma en que instalan el terror entre las víctimas, las cuales pueden no saber nada de los atacantes, son considerados actos de terrorismo. La bomba colocada en el Centennial Park de Atlanta el sábado es un ejemplo.
La política se introduce en casi todos los niveles. Tras el derribo en 1983 del avión de Pan Am en Lockerbie, Escocia, Estados Unidos acusó a grupos basados en Siria. Pero una vez que Siria se sumó a la coalición contra el Iraq de Saddam Hussein en 1990, comenzó a afirmar que los atacantes eran libaneses.
Este martes ministros de Exterior e Interior del Grupo de los Siete (G-7), reunidos para enfrentar la amenaza del terrorismo internacional, acordaron un conjunto de medidas para los países industrializados, poniéndose de acuerdo en que la tarea de controlar a una nueva generación de "terroristas" debe quedar en manos de la ley.
La propia definición de terrorismo de Washington, según informes de la oficina de contratrerrorismo del Departamento de Estado, se centra en la identidad y motivos del atacante, más que en la naturaleza del acto o la experiencia de la víctima.
"El término terrorista", se indica, "significa violencia premeditada, políticamente motivada, perpetrada contra objetivos no combatientes por grupos subnacionales o agentes clandestinos, usualmente con el fin de influir a cierto público".
El énfasis de Estados Unidos es deliberado. Busca asegurar que las acciones duras de grupos nacionales, las fuerzas organizadas y reconocidas como Israel, involucradas en la guerra abierta o encubierta no son clasificadas como terroristas cuando realizan acciones como castigos colectivos (prohibidos por la convención de Ginebra), o lo que las fuerzas de la ONU en Líbano denominan "bombardeos de terror".
Este último término es utilizado en referencia a bombardeos irregulares de artillería y morteros, con largas pausas de quizás una hora o más entre cada ronda, contra blancos esencialmente civiles. El objetivo es simplemente atemorizar a la población y mantenerla en un estado de terror.
También se plantea la cuestión de los grupos paramilitares. ?Son (o eran) "terroristas" las guerrillas palestinas simplemente porque quedaban fuera, al menos desde la perspectiva de Estados Unidos, de la categoría de "nacional"que las distinguiría de los grupos subnacionales?
?Se debió al hecho de que, a diferencia de Israel, carecían de un ejército reconocido en el terreno en el momento en que atacaron objetivos israelíes?
?O fueron los combatientes palestinos calificados de terroristas en función de algunos de los blancos que atacaron – atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich, kibutz en el norte de Israel, o pasajeros en buses de Tel Aviv?
Más allá de la terminología, sólo es necesario un matiz para transformar el terrorismo al azar en una lucha de liberación.
Asimismo, podría resultar que los atacantes de las oficinas federales en la ciudad de Oklahoma en abril del año pasado estén en efecto conectados con movimientos de "milicias" en Estados Unidos.
Este movimiento rechaza gran parte de lo que la comunidad internacional acepta como razonable: la existencia de un gobierno central que tiene el derecho de sostener la ley según establece una constitución democrática.
?Qué hace entonces un gobierno para confrontar a grupos que creeen que el problema radica en el propio gobierno? Enfrentado a esta pregunta en la televisión británica el lunes, un ex secretario de Estado de Estados Unidos señaló que en su país la gente peleó una guerra civil en estas circunstancias.
Quizás el problema tenga demasiadas formas. En los últimos años, la comunidad internacional ha tenido que enfrentar la crisis en Bosnia-Herzegovina, donde las poblaciones civiles en Sarajevo y otras ciudades fueron aterrorizadas por el bombardeo al azar y los ataques de francotiradores.
Países enteros han sucumbido al terror, como Ruanda en 1994 y Camboya en 1975, cuando el Jemer Rojo tomó el poder.
Una perspectiva más clara surge con el ataque de inocentes, cuyo fin es infligir el terror en la población. En Egipto, el Jamaat al-Islamiya mató y atentó contra visitantes extranjeros, al igual que el Partido de Trabajadores de Kurdistán contra sitios de turistas en Turquía.
En estos casos, el objetivo real no es la gente asesinada y lastimada, sino los gobiernos, y a veces los ataques son cometidos en otros países, planteando la angustiante pregunta ?quién está a salvo? (FIN/IPS/tra-en/jmr/rj/lp/ip/96