El 4 de julio volvió a ser marcado en rojo este año en la agenda oficial de Filipinas, cuyo gobierno celebra los "lazos perdurables" de amistad con Estados Unidos, que hace 50 años determinó el fin del dominio extranjero en este país.
Los nacionalistas, en cambio, califica de resabio colonialista y de nostalgia desubicada, que este año se haya declarado feriado nacional la fecha del 4 de julio. Los críticos entienden que los lazos con Estados Unidos se caracterizan más por la "sumisión" que por la amistad o por una "asociación entre iguales".
"Esta fecha no es un día de celebración", declaró este jueves la Nueva Alianza Nacionalista, un grupo de izquierda.
"Es un día que señala la permanente dominación neocolonialista en este país. También recuerda la histórica y prolongada lucha del pueblo filipino contra el imperialismo de Estados Unidos", expresó la declaración.
El día en que Estados Unidos celebra su propia independencia, el 4 de julio, fue también la fecha en que, en 1946, Washington otorgó la independencia a Filipinas.
Este país sudasiático conmemoró a partir de entonces su fiesta nacional en esta fecha, hasta que fue pasada, en 1962, al 12 de junio, en conmemoración del día en que los filipinos declararon la independencia de España (su primera colonización), en 1898.
El ex presidente Ferdinand Marcos declaró más tarde, al 4 de julio, jornada festiva como Día de la Amistad Filipino-Americana. Pero su sucesora, Corazón Aquino -bajo cuya gestión Manila terminó con las bases militares estadounidenses-, anuló una festividad que tanto irritaba a los nacionalistas.
Este año, el presidente Fidel Ramos volvió a declarar este día como feriado no laborable, para conmemorar el primer medio siglo de independencia.
En la jornada, Manila puso en escena una recordación de las ceremonias de devolución de 1946, con la presencia del director de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) de Estados Unidos, J. Brian Atwood, en representación del presidente Bill Clinton.
"Declarar un Día de la Amistad Filipino-Americana no es, por cierto, una demostración de cambio. Esto suena decididamente a colonialismo", se burló el crítico político Adrián Cristóbal.
En los actos de este jueves, Ramos dijo que Estados Unidos y Filipinas no son solamente "viejos camaradas" sino también "socios en beneficio mutuo". Una declaración de la oficina de la Presidencia expresó que "Filipinas y Estados Unidos mantienen una hermandad que ha pasado la prueba del tiempo".
Los dos países libraron una brutal guerra colonial a la vuelta del siglo, pelearon juntos en la Guerra del Pacífico, y en 1992 terminaron con la presencia de bases militares estadounidenses en el archipiélago filipino, que había durado casi 100 años.
Esa historia da una idea de la forma en que han cambiado a lo largo de los años los lazos que unen a estos dos países.
En el pasado, Estados Unidos fue culpado de muchas de las desgracias de Filipinas, no siendo una de las menores el sólido apoyo que Washington dio a la dictadura de Marcos.
Hasta hace cuatro años, cada 4 de julio se registraban protestas callejeras anti-norteamericanas. Pero en las esferas oficiales, los diplomáticos estadounidenses -incluso los de menor rango- tenían acceso directo al Presidente filipino.
En cambio, a partir del día en que el Senado filipino votó, en 1991, la expulsión de las bases militares de Estados Unidos, el país comenzó a redescubrir sus raíces asiáticas y a profundizar los lazos económicos y políticos con sus vecinos.
Los funcionarios filipinos opinan que el antiguo enfoque de las relaciones con Washington -"lazos especiales", basados en ayuda a cambio de bases militares- se ha trasladado al comercio.
Esto condujo a un patrón más equilibrado de relacionamiento, pese a que Manila ha caído mucho en la escala de prioridades de la política exterior de Estados Unidos.
En una mirada hacia el pasado, la diplomacia estadounidense piensa ahora que la partida del archipiélago fue acertada, sin perjuicio de la hostilidad que hubo que soportar durante los años que precedieron a la votación del Senado en 1991, que acabó con el tratado de bases militares.
Aquella decisión es recordada por los nacionalistas filipinos como la verdadera "liberación de la ocupación extranjera" en este país.
"Pudimos haber sentido alguna decepción por esa decisión", dijo el embajador de Estados Unidos en Manila, John Negroponte, en referencia al desmantelamiento de las bases. "Pero eso pasó rápidamente". (FIN/IPS/tra-en/js/cpg/arl/ip/96