Filipinas tiene leyes estrictas contra el trabajo infantil, que prohíben el empleo de niños menores de 15 años en general, y de menores de 18 en ocupaciones peligrosas, pero su puesta en práctica resulta difícil.
Los estudios más recientes demuestran que, a despecho de esa legislación, por lo menos 20 por ciento de los niños que trabajan en este país -estimados en dos millones- se dedican a trabajos peligrosos, como la minería.
Miles de estos jóvenes son parte de la fuerza de trabajo de la comunidad llamada Diwalwal, que se ocupa en la explotación de minas de oro en Davao del Norte, en la isla de Mindanao, al sur del archipiélago.
Diwalwal es un asentamiento sucio y feo, instalado en la cumbre de una montaña, al que decenas de miles de migrantes han considerado su hogar durante largos años. Pese a la prohibición legal, trabajan en las galerías de las minas niños de hasta 12 años.
El peso del trabajo en las minas, así como la exposición al mercurio que se usa en los procesos de filtrar y moler los minerales, hace mella en la salud de los jóvenes trabajadores.
Según estudios del Instituto de Salud Pública de la Universidad de Filipinas, el aire y el agua de Diwalwal contienen mercurio en cantidades muy superiores a lo permitido. Incluso las muestras de peces extraídas de los ríos que pasan por villas de la región, denotaron la presencia alto contenido de mercurio.
La Universidad encontró que los niños de la zona sufren retraso en sus facultades motoras y sociales, debido a la exposición al mercurio.
Los expertos en salud advirtieron que son dignos de alarma los efectos de la exposición al mercurio a largo plazo, que incluyen pérdida de la memoria, temblores, dolores de cabeza y deterioro intelectual.
En muchos hogares pobres de áreas rurales en cualquier parte del país, cada niño es recibido como un par de manos y piernas adicionales para incrementar el ingreso de la familia. Con frecuencia, los niños son obligados a trabajar la tierra y faltar a la escuela, y en algunos casos a abandonar su escolaridad.
Aunque los niños dedican al trabajo la misma cantidad de horas que los adultos, su dedicación no es reconocidda. La paga por el trabajo en las haciendas suele recibirla solamente el jefe de familia, dependiendo de la cantidad de caña de azúcar que la familia plante o coseche en un tiempo dado.
La pobreza rural y la privación de tierras a lo largo de generaciones ha hecho que los niños deban trabajar en las plantaciones, las canteras y las minas.
Este trabajo infantil, no obstante, está prohibido por la ley, lo mismo que el trabajo de los niños de los centros urbanos en fábricas, en la recogida de basura y como conductores de "rickshaw".
El trabajo en las minas de Diwalwal es pesado, pero la paga es relativamente alta, llegando hasta 10 veces el salario mínimo. En una buena semana, un muchacho de 16 años, como Alvin Makaslig, puede ganar hasta 78 dólares. El dinero ayuda al sustento de su familia y permite que varios de sus hermanos vayan a la escuela. (FIN/IPS/tra-en/cij/ral/arl/lb/96