Quienes pensaron que el aguacate barato sería en Estados Unidos una de las ventajas del libre comercio con México se desilusionarán si los agricultores norteamericanos logran su propósito.
El guacamole, la apetitosa comida mexicana hecha con aguacate y tomate, aumentó su popularidad en los estados fronterizos desde California a Florida. Pero el mensaje de los agricultores mexicanos es claro: el plato debe ser preparado con cosechas estadounidenses y no con importaciones de bajos costos.
Los agricultores de California se oponen al levantamiento de una prohibición a la importación de aguacates mexicanos instaurada hace 80 años, y los de Florida al reciente aumento de importaciones de tomate desde México, responsables de la drástica caída de los precios.
Camioneros mexicanos que se trasladan a las agitadas ciudades fronterizas de Laredo, Texas y Nogales descubrieron rápidamente que los aguacates y tomates provenientes del sur no son vistos con buenos ojos en estas localidades.
México es el mayor productor de aguacate del mundo, con unas 800.000 toneladas anuales de la fruta en el sureño estado de Michoacan, una cantidad que representa 45 por ciento del total nacional y cinco veces la producción de California.
Pero los aguacates mexicanos están prohibidos en Estados Unidos hace 80 años debido a razones ambientales y sanitarias, y a moscas y larvas descubiertas en la fruta. Sólo la pulpa procesada puede ser importada a Estados Unidos desde México.
La perspectiva de que la prohibición deberá ser levantada en noviembre, alarmó a los agricultores, quienes solicitaron al Congreso que autorice al Servicio de Inspección de Salud de Animales y Plantas del Departamento de Agricultura el estudio de la amenaza de invasión de pestes provenientes de México.
La industria del tomate de Florida demanda mucho más. El tomate, a diferencia del aguacate, no se rige por disposiciones ambientales y sanitarias, aunque hay reglas que limitan el volumen total de importaciones al país.
La industria de invierno del tomate de Florida, de 600 millones de dólares, se ve amenazada porque su mercado ha sido devastado por importaciones mexicanas baratas.
Las importaciones son resultado directo de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que abrió las fronteras entre México, Estados Unidos y Canadá.
Los precios al por mayor de una caja de 11,33 kilogramos de tomate cayeron de una vez de 14 dólares a menos de tres dólares. California exporta tomates a México, porque mientras la cosecha mexicana es de invierno, la californiana es de verano.
Los miembros de Florida Tomato Exchange también están jugando la carta de la salud y la seguridad, acusando a los productores del estado mexicano de Sinaloa, donde está basada gran parte de la industria del tomate, de utilizar cantidades excesivas de pesticidas tóxicos.
Estudios de organizaciones de base mexicanas respaldan estas afirmaciones. Muestras de agua analizadas en 1993 en Villa Juárez, Sinaloa, resultaron 95 por ciento positivas en 10 organofosfatos y tres organocloruros. Sólo cuatro de esos 13 componentes están autorizados en México.
Las industrias del tomate de ambos países tienen algo en común. Dependen de fuerza de trabajo mexicana y centroamericana, y un creciente número de sus integrantes son indígenas que no hablan español ni inglés.
En Sinaloa, los trabajadores son indios mixtecos de Oaxaca, mientras en el estado mexicano de Nayarit son huichole. En el valle de San Joaquín, en California, hasta un décimo de los trabajadores son mixtecos, según estimaciones de Fred Kissman, de la Universidad de California en San Diego. (FIN/IPS/tra-en/pc/yjc/lp/if-en/96