Los gobiernos de Colombia y Venezuela se enzarzaron en una nueva batalla verbal, que ya afectó la reanudación del diálogo entre sus presidentes, quienes no se encuentran en un marco estrictamente bilateral desde 1994.
Colombia y Venezuela destacan entre sus vecinos por su floreciente intercambio económico, en contraste con una relación política y diplomática plagada de choques y asperezas.
El presidente de Colombia Ernesto Samper dijo al parlamento el día de la independencia, el sábado, que "elementos corruptos de las Fuerzas Armadas de Venezuela" vendieron al menos 300 armas a guerrilleros y narcotraficantes de su país, en los últimos años, a cambio de drogas o dinero.
Buques de guerra venezolanos "detienen y maltratan a pescadores colombianos" en las aguas que bañan la frontera norte y están pendientes de delimitación, mientras que "la negociación para delimitar se encuentra estancada", señaló Samper.
"Aspiramos a que formalice y sustancie esa acusación, suficientemente grave para que sea una simple referencia en el mensaje anual del jefe del Estado colombiano", adujo el canciller venezolano Miguel Angel Burelli al iniciar la inmediata réplica de Caracas.
Trascendió del gubernamental Palacio de Miraflores que el presidente Rafael Caldera está "indignado" por el "agravio a las Fuerzas Armadas" venezolanas.
El escarceo abre un nuevo frente de combate externo para el gobierno de Colombia, enfrentado al de Estados Unidos con el emblemático retiro de la visa a Samper, también acosado por las exigencias de renuncia que le formulan en el frente interna.
La declaración de Bogotá "es una agresión y busca desviar la atención de los graves problemas que confronta, no el Estado colombiano, sino Samper con Estados Unidos", estimó el ministro venezolano de Asuntos Fronterizos, Pompeyo Márquez.
Venezuela, por su parte, tiene como frente interno el desplome de la capacidad de compra de más de 80 por ciento de su población, ubicada en la pobreza, tras el draconiano programa de ajustes macroeconómicos que Caldera implantó en abril.
El duelo verbal se produce cuando Caracas se prepara para recibir a la nueva ministra colombiana de Relaciones Exteriores, María Emma Mejía, esperada el domingo para preparar con Burelli una reunión de Samper con Caldera.
La cumbre bilateral revisaría asuntos pendientes de tipo político, de seguridad -lucha contra guerrillas, narcotráfico y otros delitos-, el manejo de la frontera, el histórico obstáculo de la delimitación marítima pendiente y posiciones conjuntas ante terceros.
Entre éstas, el proceso de integración de la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) con el Mercado Común el Sur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), y ante el juego de foros internacionales que culminarán con la segunda Cumbre de las Américas, en diciembre.
En paralelo, empresarios de Colombia y Venezuela desarrollan un proceso de integración económica, con inversiones crecientes, empresas conjuntas y, sobre todo, un intercambio comercial que se cuadruplicó en cuatro años, pasó de 2.000 millones de dólares en 1995 y alcanzaría 2.600 millones en 1996.
Para remover obstáculos a la integración económica y a la concertación política, Samper planteó hace dos semanas un encuentro con Caldera y propuso efectuarlo en Arauca, una de las zonas de frontera más afectadas por actividades ilícitas.
Caracas acogió la propuesta, sugirió la capital venezolana como sede de la cumbre y comenzó a organizarse la visita preparatoria de Mejía, que relanzaría el flanco político de las relaciones, afectado por año y medio de fricciones.
Desde que en febrero de 1995 guerrilleros colombianos atacaron un puesto fluvial venezolano y mataron ocho infantes de marina, las relaciones se han resentido por periódicos incidentes de frontera, pletóricos de inculpaciones a uno y otro lado.
Autoridades políticas, diplomáticas, militares, económicas, parlamentarias y de las regiones fronterizas, así como comisiones que buscan solución a temas pendientes, se han reunido durante ese áspero período, pero siempre bajo la sombra o amenaza de suspensión del diálogo al menor percance.
Atrás quedaron los tiempos de la activa relación presidencial, con encuentros al menos semestrales, según habían pactado en Caracas en 1989 los entonces presidentes Virgilio Barco (Colombia) y Carlos Andrés Pérez (Venezuela).
Por ejemplo, una visita que el ex canciller colombiano Rodrigo Pardo debía efectuar desde febrero se suspendió hasta nunca producirse, al conjuro de las acusaciones que ese ministro encaró por su presunta participación en el "narcofinanciamiento" de la campaña electoral que ganó Samper en 1994.
La nueva batalla verbal puede proveer espectacularidad a la visita de Mejía, así como convertir en un éxito el solo encuentro entre Caldera y Samper, cuando se produzca, a juzgar por el tono de apariencias duras en la confrontación.
La crítica de Samper a los "elementos corruptos" de las Fuerzas Armadas de Venezuela llega tras muchos meses de acusaciones en sentido inverso, por jefes militares venezolanos que reclaman el descuido del Estado colombiano en la frontera.
Samper además disparó un resorte nacionalista en Venezuela, al sostener que el atraso en la delimitación marítima lo causa Caracas "al persistir en las vías de arreglo directo y considerar ofensivas otras propuestas para la solución pacífica y jurídica del conflicto".
Las políticas de fronteras de ambos países son diferentes, según dijo Samper, pues la colombiana "está orientada a fortalecer la integración y el desarrollo", mientras que la venezolana prioriza "la seguridad y defensa, y la protección de los intereses en las zonas vitales".
"No le falta razón", declaró Burelli. "Para nosotros el elemento seguridad es capital. Del lado de allá vienen los secuestradores de personas, los que masacran a nuestros soldados, los que llevan los precursores de la droga".
Aseguró que Venezuela es el único vecino de Colombia (también están Ecuador, Perú, Panamá y Brasil) donde repercuten los peores efectos de la violencia interna de ese país hermano. "Afortunadamente, el intercambio económico ayuda a compensar las tensiones", estimó.
Finalmente, Márquez admitió que tras el intercambio de declaraciones "va a ser muy difícil un encuentro de los presidentes" Caldera y Samper.
Ambos mandatarios, sin embargo, deberían encontrarse en la cumbre del Grupo de Río (13 democracias de la región) en septiembre o en las posteriores de Iberoamérica y América. (FIN/IPS/hm/dg/ip-if/96