Antiguas tensiones religiosas entre la minoría étnica uigur y la mayoría dominante de los chinos vuelven a entrar en ebullición en esta pacífica ciudad al borde del vasto desierto de Takla Makan.
La región occidental autónoma de Xinjiang ha sido tradicionalmente un escenario propicio a los disturbios étnicos, y la reciente importación de cientos de chinos han como fuerza de trabajo aceleró las fricciones.
Para los uigur, que representan más de 10 millones de los 15 millones de personas de Xingjinag, la importación de fuerza de trabajo para el tendido de vías férreas entre Korla -región rica en petróleo- y Kashgar subraya el alto grado de marginalización en la que viven.
Autoridades uigur habían intentado utilizar fuerza de trabajo local, pero su solicitud fue superada por el gobierno provincial, dominado por los han.
La confrontación étnica en Xinjiang tiene su raíz en la resistencia histórica al control de las áreas escasamente pobladas ejercido por el gobierno de China y el grupo han.
Los nacionalistas acusan a las autoridades chinas de "asimilación forzosa" mediante la represión de las libertades culturales y religiosas, la imposición del control demográfico y el ataque a la cultura uigur mediante la migración forzada a la región de grupos han de otras partes de China.
Otras cuestiones polémicas incluyen la explotación del petróleo y otros recursos en las regiones, y el uso de áreas desérticas para pruebas nucleares.
"Los uigur y los chinos siempre estarán enfrentados", dijo el propietario de un restaurante local. "Urumqi (la capital de Xinjiang) es considerada el fin del mundo por los uigur, y Beijing es otro planeta".
China ha sido sacudida en el pasado reciente por esporádicos y a veces violentos disturbios en sus fronteras, étnicamente diversas. En particular, los separatistas en Xingjiang y Tibet predican el nacionalismo, enervando al liderazgo comunista de Beijing.
El gobierno respondió con la represión del crimen y el separatismo, una campaña llamada "Golpe duro" que según analistas occidentales es la cruzada más severa contra la delincuencia en más de una década.
Durante los últimos tres meses, la prensa oficial china abundó en información sobre redadas policiales, detenciones masivas, sentencias a largos períodos en prisión y cientos de ejecuciones.
Entre los recientemente detenidos se encuentra Aisha Awazi, miembro de la legislatura provincial, acusado de participar en actividades religiosas ilegales.
En una mezquita donde sirve como alto religioso musulmán, Awazi criticó al Partido Comunista y denunció a autoridades oficiales por "paganas".
Históricamente, las revueltas esporádicas contra Beijing han sido rutinariamente silenciadas, pero el movimiento separatista recobró fuerza desde la caída de la Unión Soviética.
Beijing teme especialmente que los elementos separatisas en Xinjiang reciban material y respaldo ideológico de las repúblicas musulmanas fronterizas del centro de Asia.
A comienzos de este mes, el presidente chino, Jiang Zemin, visitó tres países del centro de Asia, Uzbekistán, Kirgistán y Kazajstán, en parte para asegurar su cooperación en la contención de cualquier tendencia hacia el separatismo uigur transnacional.
El Frente Unido Nacional Revolucionario del este de Turkestán y el grupo étnico uigur basado en Kazajstán ya han sido advertidos por Beijing de que cualquier medida hacia la secesión será duramente reprimida.
Analistas en Kashgar sostienen que hay pocas posibilidades de un alzamiento masivo uigur contra el control chino, en particular desde que China lanzó su poderío militar contra el movimiento e inició la recolonización de chinos han en la región.
"En relación a los chinos han, los uigur están desorganizados y aislados, y son menos educados", dijo el dueño de una tienda de zapatos local. "Recién ahora se hacen conscientes del mundo exterior". (FIN/IPS/rc/cpg/lp/pr-ip/96