El nuevo filme de Karim Dridi presenta una familia en un barrio marginal donde los niños conviven con traficantes de drogas, los mayores deben enfrentarse a blancos racistas y la amenaza de la violencia está siempre presente.
?Otra película sobre la comunidad negra en Los Angeles o Nueva York? Parece, pero no. En "Bye-Bye", el director franco-tunecino Dridi describe la vida de una familia de inmigrantes árabes en la ciudad francesa de Marsella.
Bye-Bye, lanzada en Estados Unidos por Turbulent Arts, se convirtió en un éxito en Francia por su llamativa presentación de la vida de los inmigrantes árabes, quienes visten, bailan y en general actúan como franceses pero a la vez mantienen vínculos con la cultura árabe y musulmana.
El filme estuvo nominado para el Festival de Cine de Cannes del año pasado y obtuvo la distinción "Una cierta mirada". Ahora, su estreno en Estados Unidos otorga a los americanos la posibilidad de apreciar un aspecto olvidado de la experiencia árabe en Francia.
"Bye-Bye se aparta del típico cine francés", manifestó Dridi, quien también escribió y dirigió la película "Pigalle", de 1994. "Generalmente, los árabes tienen una imagen negativa en nuestro cine, y en el mejor de los casos, son representados de forma paternalista, como objetos de compasión", agregó.
Bye-Bye modifica ese formato, adoptando el estilo agudo de películas estadounidenses como "Boys'N the Hood", de John Singleton, o "Menace II Society", de los hermanos Hughes.
Al igual que esos filmes, Bye-Bye no se aleja del lado oscuro de la vida urbana: los traficantes de drogas, los matones racistas y el estruendoso ruido de las armas de fuego.
Sin embargo, a diferencia de los filmes estadounidenses, Bye- Bye se concentra en la familia y la tradición, como señaló Dridi. "Yo quise presentar los problemas de la comunidad norafricana por medio de la brecha generacional", explicó.
De esa forma, Bye-Bye muestra las diferencias entre Idris (Benhaissa Ahouari), un patriarca árabe tradicional que sueña con volver a su tierra, y sus sobrinos Ismael (Sami Bouajila) y Moulous (Ouassini Embarek), acostumbrados al modo de vida francés.
El hijo de Idris, Rhida (Sofiane Mammeri), trafica drogas y se rebela contra su padre, pero permanece leal a su familia y ama profundamente a su madre (Jamila Darwich-Farah).
Mientras, Ismael, atormentado por la culpa de una tragedia familiar que lo obligó a mudarse de París a Marsella, se mantiene ocupado sacando de problemas a su hermano menor, el callejero y rapero Mouloud.
La tensión entre la lealtad familiar y la libertad de la vida en Francia se hace evidente cuando Mouloud decide huir en vez de regresar a Africa con su padre.
La compleja trama contrapone los valores islámicos a la cultura de la juventud moderna, la asimilación árabe al resentimiento blanco, y la familia al individualismo.
En medio de todas esas divisiones se encuentra Ismael, quien intenta permanecer fiel a sus raíces árabes pero resiente el racismo en su trabajo mientras suspira por Yasmine (Nozha Khouadra), la novia árabe de su mejor amigo.
Previsiblemente, todo lo que los inmigrantes árabes hacen por mantenerse a flote en Marsella fracasa, pero ellos no cejan en sus esfuerzos por sobrevivir en Francia, como franceses.
Como lo destaca el director, "todos los personajes de esta película son franceses en primer lugar, sin importar sus orígenes étnicos".
Bye-Bye es en realidad un filme muy francés, pero con un componente multiétnico y una sensible apreciación de la vibrante mezcla de culturas, además de ofrecer una rápida visión de las relaciones franco-árabes. (FIN/IPS/tra-en/fah/HvdB/ml/cr/96