El nuevo ministro de Economía de Argentina, Roque Fernández, es un hombre casi desconocido fuera del ambiente económico, pero su formación académica y su paso por la función pública permiten anticipar que introducirá matices de renovación dentro del mismo marco.
A simple vista, Fernández es un hombre tranquilo, de pocas palabras, que cultiva el bajo perfil, características que lo alejan de su antecesor, el temperamental e impulsivo Domingo Cavallo, cuya presencia fue fuente de conflictos en el gabinete de ministros.
La diferencia de personalidades no es un antecedente menor. Todos los observadores coinciden en que los desplantes de Cavallo ante el presidente Carlos Menem, sus colegas del gabinete y ante la opinión pública fueron la causa del relevo concretado el viernes en el Ministerio de Economía.
Fernández es egresado de la misma universidad que Cavallo. Ambos nacieron y estudiaron en la central provincia de Córdoba, pero el sendero se bifurcó en la elección de posgrado en Estados Unidos.
Mientras Cavallo optó por la Universidad de Harvard, Fernández prefirió la de Chicago, donde se doctoraron los mas ortodoxos economistas de América Latina.
A su regreso de Estados Unidos, Fernández fue invitado por Cavallo a sumarse a la Fundación Mediterránea, una institución preocupada por asuntos de economía regional y considerada la fábrica de cerebros del equipo del ahora ex ministro.
Pero Fernández prefirió el más académico Centro de Estudios Macroeconómicos, que cree que la política económica se expresa fundamentalmente a través de decisiones monetarias.
Esa diferencia de opciones representa ahora a Fernández un obstáculo para la selección de colaboradores. La Fundación Mediterránea aglutina a una verdadera legión de economistas dispuestos a saltar a la función pública, en tanto el Centro tiene un perfil estrictamente académico.
El reencuentro de los dos economistas se produjo en la administración del presidente Carlos Menem.
Cavallo asumió en 1991 el Ministerio de Economía y Fernández la presidencia del Banco Central, que a sus funciones de centro emisor agrega la garantía de la convertibilidad del peso argentino. Es decir, que por cada peso que circula en el mercado local habrá un dólar de respaldo, un principio básico del plan económico de Cavallo.
Las diferencias entre Cavallo y Fernández no se manifestaron hasta que la crisis mexicana de fines de 1994 asestó un primer golpe a la economía argentina. Tras crecer ocho por ciento en promedio, el producto interno bruto retrocedió cuatro puntos en 1995, debido a la fuga de depósitos bancarios y de capitales.
Si bien el asunto no pasó a mayores, Fernández tuvo algunos choques con Cavallo, por divergencias en cuanto a la forma en que se debía conducir la crisis.
Menem destacó el viernes la solvencia del presidente del Banco Central para afrontar el llamado "efecto tequila". Desde su puesto, Fernández guió la reforma que redujo el número de entidades crediticias y logró la recomposición de los depósitos bancarios y del nivel de reservas internacionales, sin afectar la paridad cambiaria.
Ahora, el nuevo ministro deberá trabajar para aumentar la recaudación, sin alterar las reglas de juego. Al mismo tiempo, debe buscar solución al desempleo y a la recesión, pero manteniéndose en la senda marcada por su sucesor.
Si las dificultades de Cavallo para alcanzar esas metas radicaban exclusivamente en su carácter, Fernández podrá seguramente avanzar hacia la superación de las asignaturas pendientes. Pero si así no fuera, tocaría turno a la búsqueda de fallas en el modelo económico aplicado desde 1991. (FIN/IPS/mv/ff/if/96)