Empresas de la industria química preparan en silencio su defensa de las sustancias sintéticas asociadas a la reducción del número de espermatozoides y el aumento de los casos de cáncer.
El gobierno de Estados Unidos publicará pronto una serie de investigaciones que revelan que muchos productos químicos sintéticos podrían ser responsables de nuevos y serios problemas de la salud humana.
Las campanas de alarma sonaron hace cuatro meses, cuando Penguin books publicó "Our Stolen Future" (Nuestro futuro robado), en el que se advierte que la humanidad, en su búsqueda incesante por dominar la naturaleza, podría estar socavando inadvertidamente su propia capacidad de reproducirse o aprender y pensar.
Según el libro, varios sintéticos químicos causan una caída de 50 por ciento en el esperma, y un alarmante incremento de la incidencia de cáncer en varios países.
Escrito por Theo Colborn, del Fondo Mundial para la Naturaleza, Pete Myers, de la Fundación W. Alton Jones, y Dianne Dumanoski, del Boston Globe, el libro se centra en productos químicos tan comunes como la atrazina y el DDT, y otros menos conocidos como la dioxina, subproducto de ciertos procesos industriales.
El libro afirma que dosis tan pequeñas como una parte en un billón de estos químicos podrían afectar el sistema endócrino, incluyendo las hormonas que gobiernan la reproducción y el desarrollo.
La Casa Blanca planifica coordinar estudios en ocho agencias gubernamentales sobre el impacto de las sustancias, mediante un nuevo cuerpo llamado Comité de Coordinación de Investigaciones sobre Interferencia Endócrina.
Mientras, la industria se prepara para rechazar cualquier nuevo ataque.
Investigadores de Dow Chemical y Shell Oil publicaron recientemente un estudio según el cual el uso de modelos estadísticos más complejos podría llevar a la conclusión de que los conteos de esperma han aumentado, y no disminuído, entre los hombres de ciudades como Nueva York durante las últimas dos décadas.
Científicos que trabajan para la industria sostienen que los efectos de las sustancias químicas son minúsculos.
Stephen Safe, de la Universidad A&M de Texas, cuyo trabajo es parcialmente financiado por la Asociación de Manufactureros Químicos, ha publicado estudios en los que afirma que los sintéticos químicos representan menos de un milésimo del uno por ciento de los químicos naturales que tienen efectos similares.
Safe dijo a los periodistas que una prohibición sobre los sintéticos químicos podría resultar peligrosa para la economía.
"Estaríamos hablando de miles de puestos de trabajo y miles de millones de dólares para deshacerse de algunos de estos químicos, todo debido a algo sobre lo cual no tenemos razones para creer que se trate de una verdadera amenaza", sostuvo.
La lucha de la industria data de algún tiempo atrás. En 1992, la Comisión Internacional Conjunta (IJC), un cuerpo de gobierno instalado por Canadá y Estados Unidos para estudiar la contaminación en los Grandes Lagos, dio a conocer un informe que hizo un llamado a eliminar los químicos basados en cloruros.
El llamado fue apoyado al año siguiente por la Asociación Americana de Salud Pública.
La respuesta de la industria no se hizo esperar. La Asociación de Manufactureros Químicos instaló en 1993, en Washington, el Consejo de Química de Cloruros (CCC), el cual contrató a Jack Mongoven, de la firma de relaciones públicas Mongoven, Biscoe and Dunchin, para tomar medidas contra los grupos ambientalistas.
Los esfuerzos de la industria son ahora coordinados por el CCC y la Coalición sobre Asuntos Endócrinos, que agrupa a la Asociación Americana de Protección de Cosechas, la Asociación de Manufactureros Químicos y la Sociedad de Industria del Plástico.
Otra organización financiada por la industria que trabaja en estos temas es el Instituto de Toxicología la Industria Química (CIIT) de Carolina del Norte, que recientemente lanzó una investigación a tres años de cinco millones de dólares sobre los efectos en el sistema hormonal humano de sustancias químicas naturales y sintéticas.
La CIIT es financiada por unas 40 empresas químicas, incluyendo DuPont, Dow Chemical, Exxon Chemical, General Electric y Hoechst Celanese.
Al otro lado del Atlántico, la poderosa industria europea también reacciona. El Consejo Europeo de la Industria Química anunció que gastará cuatro millones de dólares en los próximos tres años, para estudiar otras posibles causas de la reducción de espermatozoides, como la dieta y la forma de vida, en lugar de los químicos. (FIN/IPS/tra-en/pc/yjc/lp/en/96