Estudios efectuados por una oficina del gobierno de Gran Bretaña por simulación a través de computadoras tienden a confirmar la suposición de que la actividad humana está provocando cambios perjudiciales en el clima planetario.
La investigación de John Mitchell, de la Oficina Meteorológica de Bracknell, Gran Bretaña, se conoció mientras en Ginebra advertencias similares formuladas en la II Conferencia del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) son consideradas exageradas por destacados científicos.
Mediante simulaciones de computadora, el científico británico investigó los efectos de la concentración de dióxido de carbono, el aumento en la emisión de partículas producidas por la combustión de petróleo y carbón y el adelgazamiento de la capa de ozono debido a productos químicos.
Mitchell identificó cambios en el clima que, en su evaluación, son demasiado notables para que se los atribuya a factores naturales.
El resultado de la emisión simulada de dióxido de carbono fue muy parecida a los cambios de temperatura efectivamente registrados entre 1963 y 1987, con aumento de frío en las capas más elevadas de la atmósfera y de calor sobre la superficie terrestre, dijo Mitchell.
El estudio del científico británico también mostró mayor calentamiento a baja altura en el hemisferio sur que en el norte, aparentemente por efecto de las partículas emitidas por las industrias septentrionales.
Nevill Nicholls, de la Oficina de Investigación de Meteorología de Victoria, Australia, dijo que el trabajo de Mitchell es "la evidencia más clara obtenida hasta ahora de que la humanidad afectó el clima planetario".
Mientras tanto, representantes de 150 naciones asisten a la Segunda Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se prolongará una semana más en Ginebra, Suiza.
La reunión tiene la finalidad de diseñar planes que frenen el cambio climático y analizar un informe en el que intervinieron más de 2.000 científicos para quienes en este fenómeno existe influencia humana perceptible.
El informe verificó que la temperatura del planeta aumentó entre 0,3 y 0,6 grados en los últimos 100 años. El presente ha sido el siglo más caliente desde hace 600 años, y los últimos años pasados fueron los más cálidos del siglo.
El estudio pronostica que el calentamiento promedio para fines del siglo entrante será de dos grados. En esas condiciones, el nivel de los mares podrá subir entre 15 y 95 centímetros.
Los países en desarrollo, en especial los constituidos por pequeñas islas, serán los más golpeados por el aumento del nivel del mar, las tormentas destructivas y las inundaciones que provocará el cambio climático.
El informe científico del IPCC ha sido criticado por numerosos científicos, entre ellos un centenar de europeos y estadounidenses que firmaron una declaración conjunta esta semana.
El grupo, liderado por Helmut Metzner, de la universidad alemana de Tubingen y presidente de la Academia Europea de Asuntos Ambientales, afirmó que no existe "consenso científico" ni "evidencias" en cuanto al pronóstico de "catástrofes climáticas".
"Por el contrario, la mayoría de los científicos aceptan el hecho de que las observaciones desde satélites no revelan calentamiento" de la Tierra, según la declaración.
La Coalición Climática Global (GCC), una alianza de compañías petroleras, energéticas, químicas y automotrices como Dow, Union Carbide, Shell, Texaco, Exxon, British Petroleum, Amoco, Chevron, Mobil, American Automobile Manufacturers, Ford y General Motors, también cuestionó los informes del IPCC.
La GCC sostuvo que el informe intergubernamental no reconoce que la emisión de gases de efecto invernadero aumenta más rápido en los países en desarrollo, lo cual obliga a un compromiso planetario, y no solo del mundo industrializado, si se pretende su control.
Otras críticas procedieron de Frederick Seitz, ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y presidente emérito de la Universidad Rockefeller.
"Nunca he sido testigo de una corrupción peor del proceso de revisión por pares", escribió Seitz en un artículo publicado por el diario The Wall Street Journal. El científico se refería al método por el cual sus 2.000 colegas revisaron y convalidaron el material analizado por el IPCC.
Sin embargo, otros informes coinciden con los del IPCC y el de Mitchell en cuanto al efecto de la actividad humana en el clima, en especial en el deterioro de la capa atmosférica de ozono, que, ubicada a entre 15 y 20 kilómetros de la superficie del planeta, detiene los rayos solares ultravioletas.
Las nuevas investigaciones revelaron que la capa de ozono está adelgazando no solo sobre los mares Artico y Antártico sino también sobre los trópicos.
La Administración Oceánica y Atmosférica Nacional del gobierno de Estados Unidos reveló la semana pasada que el escudo de oxono sobre Hawaii alcanzó un adelgazamiento sin precedentes de 23 por ciento entre octubre y diciembre de 1994, uno de los niveles más bajos registrado sobre un área poblada.
"Podemos verificar que, mientras el ozono baja, los rayos ultravioletas suben", lo cual resultó en un aumento de 40 por ciento de la franja del espectro solar que provoca quemaduras, dijo David Hofmann, director del Laboratorio de Diagnóstico Climático de la Administración en Boulder, estado de Colorado.
Los científicos atribuyeron el adelgazamiento de ese escudo natural registrado sobre el archipiélago de Hawaii a cambios en la dirección de los vientos.
La molécula de ozono, constituida por tres átomos de oxígeno, se forma por la acción de los rayos solares sobre la atmósfera. La mayor parte del ozono se produce sobre el trópico, pues esa es la franja del planeta más soleada. Normalmente, el viento transporta el gas hacia las regiones más frías.
El adelgazamiento en la capa durante el invierno se considera normal, pero no en la dimensión del registrado en 1994. "Al principio pensamos que los instrumentos se habían equivocado", dijo Hofman.
El científico japonés Hiroshi Nakajima, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que el carácter intrínsecamente nuevo del fenómeno del cambio climático reclama con urgencia un amplio esfuerzo internacional.
El pronosticado calentamiento de la Tierra causará efectos adversos en la salud y expandirá las enfermedades transmitidas por insectos, como el paludismo, la fiebre dengue o el mal de Chagas, advirtió OMS.
La alteración de los sistemas climáticos del mundo y de sus ecosistemas dependientes "produce riesgos inmensos y hasta ahora desconocidos para la salud humana", según un estudio elaborado en conjunto con el Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (PNUMA) y distribuido en la conferencia de Ginebra.
Los problemas sanitarios que se restringen actualmente a determinadas zonas tendrán, como consecuencia del cambio climático, efectos en grandes poblaciones de regiones más amplias.
Las consecuencias más directas provendrán de olas de calor, tormentas e inundaciones, mientras que las indirectas se originarán en descalabros socioeconómicos derivados de las alteraciones ambientales.
Los factores climáticos pueden incidir en la emergencia o en la reaparición de enfermedades infecciosas, incluidas las transmitidas por un vector, que figuran entre las de más altas morbilidad y mortalidad en los países en desarrollo.
La OMS recordó que en la actualidad una de cada 20 personas en el mundo tienen paludismo y cada año se registran 350 millones de casos nuevos de la enfermedad.
Unas 100 millones de personas corren riesgo de contraer en América el mal de Chagas, que se extiende desde el sur de Estados Unidos hasta el sur de Chile y Argentina. La oncocerciasis, o ceguera de los ríos, afecta actualmente a 17,5 millones de personas en América Latina y Africa.
Una estimación de la OMS indicó que la proporción de la población mundial expuesta al riesgo de paludismo podría aumentar, a lo largo de un siglo, del actual 45 por ciento a 60 por ciento.
El cambio climático también podría provocar aumentos en la emisión de contaminantes aéreos perjudiciales para la salud empleados en calefacción, mientras la concentración de polen y esporas en aquellas regiones afectadas por el calor incrementaría las enfermedades alérgicas.
Al mismo tiempo, el perjuicio para la agricultura y la pesca afectaría el suministro de los alimentos con el consiguiente riesgo de malnutrición, y el adelgazamiento de la capa de ozono aumentaría la incidencia del cáncer de piel y dañaría el sistema inmunológico humano. (FIN/IPS/tra-en/jmp/mom/rj/mj/en/96