La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), inició, a pedido del gobierno de Francia, un estudio de los atolones de Mururoa y Fangataufa, donde en febrero finalizaron las pruebas nucleares francesas.
El objetivo es determinar el alcance del daño y la contaminación ambiental causados por las pruebas. Aunque las condiciones climáticas son inestables, se están tomando una serie de muestras para ser analizadas en 12 laboratorios del mundo, explicó David Kidd, experto de AIEA, en entrevista telefónica con IPS.
El análisis de las muestras llevará el resto del año. "Esperamos que entonces emerja un panorama que muestre la forma en que los resultados se comparan con la norma y con previas investigaciones francesas", dijo Kidd.
Las muestras se tomarán del aire, el suelo y la vegetación. Los cocos son de particular importancia porque el estronio-90 y el cesio-137 pueden detectarse en la leche. Las pruebas también se realizarán en langostas y otros mariscos, peces, corales y plancton.
Se tomarán muestras de agua marina y del sedimento de la laguna de Mururoa, donde se realizó el grueso de las pruebas.
Las muestras se distribuirán en laboratorios del gobierno en Nueva Zelanda, Australia, Japón, Fiji, Suecia, Gran Bretaña, Austria y Estados Unidos, y los de la AIEA situados en Austria y Mónaco.
Las pruebas nucleares en los atolones comenzaron en la década de 1960, después que Francia perdiera acceso a su terreno de pruebas en Argelia.
La Comisión de Energía Atómica de Francia (CEA) admite que han aparecido fisuras en los atolones, pero afirma que estas sólo se ubican en los niveles más altos del coral y no en los más bajos de basalto, en los cuales explotaron las bombas.
Autoridades de la CEA reconocen la posibilidad de eventuales filtraciones, pero alegan que estas son lentas y no presentan amenazas para el ambiente.
Entre 1966 y 1974, Francia condujo 41 pruebas atmosféricas sobre los atolones de Mururoa y Fangatafua, y este último fue el sitio de la prueba de la primera bomba de hidrógeno francesa en 1968.
Desde 1975, todas las pruebas se han hecho a nivel subterráneo, inicialmente en Mururoa. No obstante, las pruebas subterráneas de las bombas más grandes comenzaron en Fangataufa en 1989, como resultado de crecientes preocupaciones por la condición ambiental de Mururoa.
En 1990, la organización no gubernamental ambientalista Greenpeace reexaminó los datos del científico marino Jacques Cousteau, quien produjo uno de los tres estudios sobre los atolones.
Greenpeace alegó que rastros imperceptibles de cesio, un producto derivado de explosiones nucleares, fueron encontrados por Cousteau sugiriendo que se había producido una filtración radiactiva.
Científicos de Greenpeace investigaron muestras de zooplancton de unos 15 kilómetros corriente abajo de Mururoa, ya que autoridades francesas no les permitieron acercarse más, y encontraron "resultados tentativamente positivos" de cesio-134 que una vez más sugirieron filtraciones.
Ambientalistas también temen que, tras tantas explosiones, el atolón comience a fragmentarse, liberando sus contenidos radiactivos en el mar. Una de las fotografías de Cousteau, revela una deslizamiento submarino en el atolón.
Francia sostiene que esto ocurrió cuando una bomba quedó atrapada en 1979 y debió ser detonada a una altura mayor que la planificada. Dos horas después, olas de reacción no absorvidas por el atolón debido a la detonación a poca altura causaron una marea, y un millón de métros cúbicos de coral y rocas quedaron sueltos.
También hubo otros accidentes. En 1979, por ejemplo, una explosión tras un experimento con plutonio dejó dos muertos y cuatro personas severamente quemadas.
El científico sueco Bengt Danielsson ha señalado que huracanes en 1980 y 1981 revelaron que basura radiactiva conteniendo unos 20 kilogramos de plutonio, restos de metal, madera, heramientas y vestimenta había sido colocada en bolsas de plástico y cajas de metal y desechada en un arrecife al norte de Mururoa.
Los ciclones removieron el asfalto que cubría los desechos y los trasladaron hasta el mar.
Actualmente la investigación de la AIEA se propone determinar la situación radiactiva en los atolones. La toma y el análisis de muestras requerirá unos seis meses.
Un equipo de geólogos investiga las consecuencias a largo plazo utilizando técnicas de modelación y experiencia adquirida en otros sitios de pruebas nucleares. El informe final, incluyendo todos estos datos, deberá estar listo en 1998. (FIN/IPS/tra-en/mom/rj/lp/en/96