Las repúblicas independientes del Báltico de Estonia, Letonia y Lituania se han visto involuntariamente inmersas en la caliente campaña política que se ha desarrollado en Rusia hacia a las elecciones presidenciales del domingo.
El canciller de Estonia, Siym Kallas, se lamentó en declaraciones al diario Segodnya, de Moscú, por la fuerza que obtuvieron los partidos que postulan la restauración de la antigua Unión Soviética. "Realmente tememos por nuestro pequeño país y nuestro pequeño pueblo", dijo.
"Vemos que estas actitudes se hacen cada vez más comunes en la Federación Rusa, un país grande y poderoso. Existe voluntad de expandir su influencia", sostuvo Kallas.
Por otra parte, la Cancillería de Rusia reclamó el mes pasado explicaciones al embajador de Estonia en Moscú, Mart Helme, por declaraciones suyas en las que afirmaba que su país sufría "una amenaza específica" pues "el nacionalismo militante triunfa" en la federación.
Moscú negó que exista un complot y replicó con acusaciones de discriminación antirrusa en las repúblicas bálticas. El gobierno de Rusia dijo oficialmente a fines del mes pasado que algunos aspectos de las leyes de ciudadanía de Letonia atentan contra las convenciones europeas de derechos humanos.
La etnia rusa en Letonia constituye 34 por ciento de la población de ese país, declaró una delegación de Moscú ante la Organización de Seguridad y Cooperación de Europa que también dijo defender a los rusos en Estonia y Lituania.
Los problemas de los rusos que viven en países independientes otrora integrantes de la disuelta Unión Soviética son una cuestión reiterada en los discursos de los candidatos.
Las soluciones que proponen varían de meras excentricidades a la amenaza directa, pero todas atentan, de alguna manera u otra, contra la soberanía de Estonia, Letonia y Lituania.
El ultranacionalista ruso Vladimir Zhirinovsky juró que "liquidará" la independencia de las repúblicas bálticas si resulta electo presidente.
El diputado Alexander Nevzorov proclamó que la Federación Rusa "recuperará" los tres estados, y alertó que esta vez "habrá incluso más víctimas" que cuando fueron conquistados por Stalin en 1940.
La Unión de Todo el Pueblo de Rusia (Yabloko), partido liderado por el portavoz de la Duma (parlamento), Sergei Baburin, reivindicó para este país el territorio de Klaipeda, en la costa de Lituania sobre el mar Báltico.
De estos tres dirigentes, sólo Zhirinovsky es candidato a la Presidencia de la Federación, pero todos los comentarios referidos a las repúblicas bálticas durante la campaña elevaron la tensión dentro de ellas mientras permanece flanqueándolas la zona militar rusa de Kaliningrad como una amenaza latente.
El problema se acentuó con la determinación de los candidatos a que los rusos que viven en el Báltico voten en las elecciones, para lo cual han dispuesto distritos electorales en los tres países como si formaran parte del territorio de la federación.
Baburin reclamó la instalación de 25 distritos electorales en Estonia, 10 en Letonia y cinco en Lituania.
Los ciudadanos rusos que viven en el Báltico, muchos de los cuales emigraron allí durante el período soviético, están habilitados para votar en misiones diplomáticas, como disponen las convenciones de Viena de 1961 y 1963.
Unos 2.000 rusos de un total de 10.500 votado que estas discusiones afectan en forma negativa las relaciones de su país con Rusia y el diálogo constructivo entre ambos.
Vilnius también se lamentó por los ejercicios militares realizados por Rusia en marzo en su enclave de Kaliningrad, territorio al que muchos lituanos consideran parte de Klein Litauen.
Estos juegos de guerra involucraron bombardeos desde embarcaciones rusas en áreas del mar Báltico reclamadas por los dos países, así como prácticas de desembarco anfibio.
La Cancillería de Lituania se quejó por la falta de información previa de esos ejercicios por parte de Moscú. Pero el Parlamento resolvió a mediados de mayo permitir una visita amistosa de barcos de guerra de la federación al puerto de Klaipeda.
La moderada respuesta de Lituania a la "guerra sicológica" de Rusia es demasiado débil, según el dirigente opositor Vytautas Landsbergis, quien aseguró que Moscú se ha planteado varias hipótesis militares de ataque al Báltico.
La intención de Rusia, según Landsbergis, es la creación de una guerra fría a pequeña escala para recordar a Occidente y a los países bálticos que la región es considerada de interés estratégico y que habrá intervención directa si las circunstancias, a su parecer, lo exigen. (FIN/IPS/tra- en/eb/rj/mj/ip pr/96)
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