Cuando faltan nueve días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, prevista para el 3 de julio, Boris Yeltsin ha jugado algunas cartas que posiblemente atraigan a más votantes y lo conviertan en ganador del certamen.
Como ninguno de los candidatos logró superar la barrera del 50 por ciento en la primera ronda realizada el 16 de junio, la segunda vuelta entre los dos candidatos que se adjudicaron más votos debe realizarse en el plazo de dos semanas, según la constitución rusa.
Yeltsin obtuvo un ligero margen de ventaja respecto a su principal contendiente, el comunista Gennady Zyuganov, con el 35 por ciento contra el 32 en la primera ronda, lo cual ha colocado a Zyuganov en una posición estadísticamente fuerte, dada la comprometida naturaleza de su electorado.
El general retirado Alexander Lebed fué tercero en la consulta con el 15 por ciento. A continuación se ubicó el economista liberal Gregory Yablinsky con el 7,5 por ciento, seguido por el ultranacionalista Vladimir Zhirinovsky con el seis.
Mientras los partidarios de Yeltsin describieron la primera vuelta como "exitosa" para el mandatario, sondeos previos a las elecciones sobrestimaron significativamente el voto de Yeltsin. Su suerte en la segunda ronda dependerá del favor de aquellos electores que el 16 de junio apoyaron a otros candidatos.
"La principal tarea de Yeltsin y sus colaboradores es lograr la maxima movilización de votantes", apuntó Georgy Satarov, un asistente del mandatario.
Satarov dijo que el equipo presidencial tiene pocas esperanzas de atraer a votantes de Zhirinovsky y sugirieron que Yeltsin debería esperar la incorporación de electores de Lebed.
Con respecto a los votantes de Yablinsky, su actitud dependerá en gran medida de la posición que asuma en público.
Las respuestas de Satarov reflejan una creciente comprensión entre la elite política rusa que Lebed se está convirtiendo en un factor influyente, capaz de derivar votos en favor de Yeltsin.
"De alguna manera, Lebed es ahora más importante que el propio Yeltsin. El destino de Rusia, en efecto, podría estar en sus manos. Para derrotar a Zyuganov, Yeltsin va a necesitar la mayoría de 10 millones de votos provenientes de Lebed", comentó Alkexander Zhilin, un observador militar.
Lebed es un ferviente nacionalista cuyo mensaje sobre "orden y legalidad" ha restado votos a Zyuganov y Zhirinovsky.
En una audaz iniciativa para poner de su lado al electorado de Lebed, Yeltsin le ofreció el cargo de secretario del Consejo de Seguridad y consejero presidencial en la materia.
Para gran sorpresa de todos, Lebed aceptó la propuesta de Yeltsin y rechazó el puesto de primer ministro en un gobierno de "confianza popular" con Zyuganov en la presidencia.
El nombramiento de Lebed fué seguido inmediatamente por la renuncia de su viejo rival, el ministro de Defensa Pavel Grachev, quien se ha ganado la fama de "halcón", por ser responsable de 18 meses de guerra en la separatista república de Chechenia junto con la difusa corrupción en las fuerzas armadas y las malas condiciones en el ejército.
Pocas horas despues de haber asumido el cargo de secretario de Seguridad y consejero presidencial, Lebed anunció que había desbaratado un intento de golpe planeado por varios conspicuos generales del ejército. El viernes último, sin embargo, restó importancia a la cuestión y dijo que los medios hicieron "un elefante de una mosca".
Entretanto, una carta enviada por el fiscal general Yuri Skutarov a la Duma (cámara baja del parlamento), expresó que aquellos involucrados en el intento de golpe estaban siendo interrogados en el marco de una investigación que se realiza con los auspicios del fiscal militar, Valentin Panichev.
Posteriormente, Yeltsin profundizó la restructuración de su equipo y despidio a tres de sus más poderosos consejeros de línea dura, en medio de un huracán de acusaciones que estaban orquestando un golpe entre bambalinas.
Yeltsin se deshizo personalmente de Alexander Korzhakov, jefe de la guardia presidencial, Mikhail Barzukov, titular de los servicios de seguridad, y Oleg Soskotets, viceprimer ministro. Los tres habían quedado como los principales halcones del presidente despues que Grachev perdiera el puesto.
"Presumen demasiado y dan en cambio muy poco", sentenció Yeltsin respecto a los funcionarios despedidos.
No obstante, la iniciativa de Yeltsin que puso fín a dos años de lucha por el poder detrás de las murallas del Kremlin, no fué parte del acuerdo entre el mandatario y Lebed, su nuevo aliado político.
"Al despedir a tres ministros importantes, el llamado "partido de la guerra" que venía realizando una política de línea dura dentro del Kremlin, Yeltsin consiguió indudablemente dar impulso adicional a su campaña.
"Es muy probable que votantes democráticos que estuvieron indecisos, en particular el 7,5 por ciento que sufragó por Yablinsky en la primera vuelta ahora opten por Yeltsin", opinó el analista político Stepan Kiselev.
En un intento para contrarrestar la acción de Yeltsin, el líder comunista Zyuganov demandó al primer ministro Viktor Chernomyrdin que apareciera el viernes ante la Duma y explicara "qué está pasando en el país".
"Como saben que no tiene posibilidad de ganar las elecciones, Yeltsin y su equipo, bajo el pretexto del golpe de estado, están ahora efectuando sus propios golpes en la cúpula", expresó Zyuganov. "Es un signo del total desamparo de ese equipo plagado por luchas internas".
Funcionarios del Partido Comunista dijeron que tratarán de sacar ventaja de la reciente restructuración en el Kremlin, a la cual calificaron de "gresca entre truhanes", afirmando que procurarán reconquistar la iniciativa con el anuncio de un gabinete moderado.
Mientras la mayoría de los analistas creen que Yeltsin será capaz de ganar la segunda vuelta, otros piensan que es prematuro considerarlo un triunfador.
Gregory Bondarevsky, investigador en el Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias, apuntó que "no hay garantias que los votantes de Lebed y Yablinsky se inclinen por Yeltsin, a pesar de sus esfuerzos para atraerlos…" (FIN/IPS/tra-en/ss/rj/ego/ip).
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