El renacer de la actividad separatista en Xinjiang y Tibet, dos provincias tradicionalmente agitadas, s, puso en guardia al gobierno de China, que recurre a las fuerzas de seguridad y la propaganda para sofocar disturbios.
El servicio de inteligencia militar vigila en la occidental Xinjiang a grupos islámicos y aumenta el control de la frontera para impedir el ingreso de armas desde Asia central.
La etnia uighur, de fe islámica, prevalece en Xinjiang y mantiene tensas relaciones con los han, que conforman el grupo mayoritario en el resto de China.
Los asuntos conflictivos comprenden la explotación del potencial petrolero y de otros recursos de la región, que ha sido escenario de pruebas nucleares y donde se instalaron millones de colonos han.
El gobierno central logró durante décadas silenciar las esporádicas revueltas de los nacionalistas uighur, pero el movimiento separatista se fortaleció a partir de la caída de la Unión Soviética.
Xinjiang, llamada "la nueva frontera", comparte límites con cinco países musulmanes, entre los que se cuentan tres repúblicas ex soviéticas.
Nueve personas armadas con revólveres y bombas de fabricación casera fueron muertas en abril por la policía en el distrito de Kuqa, en Xinjiang.
Dirigentes de la etnia uighur en la vecina Uzbekistán aseguraron que al menos 20 personas han muerto en la lucha separatista y 5.000 fueron detenidas.
Chen Jinchi, jefe de la Oficina de Seguridad Pública de Xinjiang, aseguró a la prensa oficial que las operaciones comenzadas por la policía en abril dieron lugar a la captura de más de 2.700 "terroristas, asesinos y otros criminales".
La represión se extendió a centros de enseñanza, pero la actividad rebelde continúa. La última semana se informó de un ataque contra el vicepresidente de la legislatura de la provincia, un uighur.
"El nacionalismo uighur y las actividades religiosas ilegales representan una gran amenaza a la estabilidad de Xinjiang", advirtió Wang Lequan, secretario general del gobernante Partido Comunista en aquella región.
"Debemos fortalecer la unidad entre las etnias de Xinjiang, defender la patria y proteger la estabilidad", dijo Wang al Diario de Xinjiang.
La población de esa provincia "nunca vivió en paz", sino "en guerra de mutua aniquilación, y eso puede ocurrir nuevamente si los chinos pierden el poder", destacó Justin Rudelson, un experto en asuntos de Xinjiang de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, Estados Unidos.
Mientras, en el budista Tibet, la policía busca casa por casa las prohbidas fotografías del exiliado líder espiritual Dalai Lama y enfrenta desde mayo nuevos conatos de rebelión.
El Dalai Lama, exiliado desde 1959, identificó el último año en un niño al nuevo Panchen Lama, el segundo en la jerarquía de Tibet, y Beijing a designó entonces su propio Panchen Lama. Versiones no confirmadas aseguraron que el niño consagrado por el Dalai Lama está detenido.
Desde la prohibición de fotos y retratos del Dalai Lama, las fuerzas de securidad detuvieron a decenas de monjes budistas, clausuraron monasterios y reprimieron manifestaciones de protesta.
Seis activistas tibetanos fueron condenados esta semana a cinco años de cárcel, según informó la televisión de Tibet, controlada por el Estado.
Beijing extendió su control a Tibet en 1951, aunque aseguró que respetaría la libertad religiosa. Los nacionalistas tibetanos afirman que el gobierno central faltó a su palabra y obligó al Dalai Lama a abandonar el país.
El Dalai Lama denuncia la "ocupación" china de Tibet, y en varios foros internacionales se acusa a China de violación de derechos humanos en ese territorio.
Los funcionarios del gobierno "intentan hallar el modo de controlar el nacionalismo en Xinjiang y Tibet, y consideran todas las vías posibles para vencerlo", indicó Robert Barnett, de la Red de Información sobre Tibet, radicada en Londres.
El Diario de Xinjiang propuso "concentrar nuestras fuerzas para aplastar al pequeño número de divisionistas y a los criminales y acabar con su conspiración".
Así mismo, China firmó un tratado con Rusia, Tajikistán, Kazajstán y Turkmenistán para asegurar sus fronteras y lograr que sus vecinos repriman a los separatistas musulmanes que operan en el exterior.
Rudelson señaló a IPS que la división entre los militantes uighurs debilita su lucha por la independencia de Xinjiang. Pero el arribo masivo de colonos causa malestar en la población nativa, y ese hecho podría ser capitalizado por los nacionalistas, agregó e experto. (FIN/IPS/tra-en/rc/cpg/ff/ip/96)