La dirigencia palestina reaccionó con dureza ante el plan de acción expuesto este martes por el nuevo gobierno de derecha en Israel, que procurará fortalecer los enclaves judíos en Cisjordania y Gaza y se opone a la creación de un estado palestino y a la división de Jerusalén.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, dijo al diario en lengua árabe Al Quds que el gobierno que encabeza Benyamin Netanyau en Israel "elige hacer la paz con los extremistas judíos y no con los palestinos".
Arafat se refería de esa forma al cisma que se produjo en la sociedad israelí entre quienes, desde la izquierda, desean negociar "tierra por paz" con los palestinos y aquellos que, con el derechista partido Likud al frente, se oponen a esas conversaciones.
Por su parte, el negociador palestino Mahmoud Abbas declaró al mismo periódico que Netanyahu contradice los acuerdos de paz de Oslo y que, al elegirlo primer ministro, el pueblo israelí prefirió el conflicto antes que la paz.
Aunque recordó que los palestinos no abrirán opinión sobre el nuevo gobierno hasta que Netanyahu constituya su equipo negociador, pero estimó que la línea del Likud, triunfante en las elecciones de mayo, está en conflicto con el compromiso de Israel por la continuidad del proceso de paz.
El plan del nuevo gobierno establece específicamente que Jerusalén se mantendrá como "eterna e indivisible capital" de Israel, que el gobierno continuará "consolidando y desarrollando" los asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza y que se opondrá al establecimiento de un estado palestino.
Las líneas de acción expuestas este martes en el parlamento (Knesset) están a tono con la agresiva retórica de la campaña electoral de Netanyahu, que, según analistas israelíes, contradice la promesa del primer ministro entrante de continuar el proceso de paz.
Estas contradicciones permiten pronosticar a muchos observadores que Netanyahu se comportará en forma diferente a lo que sugiere su propio discurso.
"Existe un montón de contradicciones. Es muy difícil saber qué hará el gobierno en base a las líneas maestras que expuso el primer ministro", dijo el comentarista israelí Yosef Goell.
Los acuerdos de Oslo, firmados por el gobierno saliente del Partido Laborista, establecen que el futuro de Jerusalén (a la que Israel y los palestinos reivindican como capital), el regreso de los exiliados, los asentamientos judíos y las "fronteras finales" deberán negociarse en los próximos tres años.
Los observadores consideran difícil predecir qué hará Netanyahu debido a la composición multipartidaria de su gabinete.
El primer ministro supo que su poder sería limitado desde que la derecha de su propio gobierno frustró su intento de asumir potestades similares a los del presidente de Estados Unidos.
Netanyahu debió crear un nuevo puesto en el gabinete, el de ministro de Infraestructura, para Ariel Sharon, líder de la derecha del Likud que, como ministro de Defensa, orquestó la invasión de Israel a Líbano en 1982.
Recién entonces el ex canciller David Levy aceptó ingresar al nuevo gobierno.
En su discurso ante el Knesset, Netanyah dijo que aspiraba a establecer la paz con todos los países árabes, particularmente con los cercanos a Israel, Siria, Líbano y Arabia Saudita. Acotó que quería negociar, pero sin precondicionamientos.
El nuevo primer ministro de Israel afirmó que su gobierno continuará las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina, que gobierna los territorios autónomos en Gaza y Cisjordania, bajo la condición de que ésta "cumpla todas sus obligaciones".
Los dirigentes de los enclaves judíos en los territorios de autogobierno palestino pretendían que Netanyahu designara a Sharon ministro de Vivienda y que destinara millones de dólares a la construcción de asentamientos en los próximos cuatro años.
"Esperamos que se acabe el congelamiento impuesto en agosto de 1992 en los asentamientos. El plan original era instalar a 500.000 judíos en Cisjordania y Gaza. Perdimos cuatro años, y ahora es tiempo de recuperarlos", dijo el dirigente de los enclaves Yehiel Leiter.
"El primer paso es abrir las casas vacías, lo cual es clave para impedir la creación de un estado palestino", agregó Leiter.
Se prevé que la primera respuesta árabe a Netanyahu se produzca la próxima semana, en la cumbre que celebrarán. Siria impulsa el boicot árabe a Israel y la suspensión de los avances en las relaciones diplomáticas.
Por lo menos siete gobiernos estarán presentes en la cumbre, la primera que se celebra desde la guerra del Golfo, que perdió Iraq contra una coalición encabezada por Estados Unidos en 1991. (FIN/IPS/tra-en/dh/fn/mj/ip/96)