El aumento del comercio entre Canadá, Estados Unidos y México desde la vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) alivió la crisis mexicana sin impedir que cayera el salario y aumentara el desempleo.
Así lo señaló el sociólogo estadounidense Edward Williams, de la Universidad de Arizona, quien adujo que la esperanza de mejorar las condiciones laborales en México se derrumbó junto con la caída del peso ante el dólar a la mitad de su valor en diciembre de 1994.
Ante una reunión hemisférica sobre procesos de integración realizada la semana pasada en Culiacán, junto al Pacífico mexicano, Williams dijo que el salario real bajó 50 por ciento en México y levemente en Canadá y Estados Unidos desde enero de 1994.
Al ponerse entonces en marcha el TLC, surgió una zona libre mercantil con 375 millones de habitantes y un producto anual de siete billones de dólares.
Williams dijo que en los últimos 29 meses se mantuvo el proceso de deterioro de las condiciones laborales no salariales (estabilidad y prestaciones sociales) iniciado años antes, a lo que se añadió un descenso del personal sindicalizado.
Si bien el fenómeno afectó a los tres países miembros sólo fue agudo en México y tuvo manifestaciones leves en Canadá y Estados Unidos.
A su vez Douglas Hanson, experto estadounidense en temas vinculados a la frontera de 3.200 kilómetros con México, estimó que el ritmo anual de intercambio entre los tres países de América del Norte es actualmente de unos 406.000 millones de dólares.
Citó estadísticas oficiales de 1995 que muestran un comercio anual de unos 300.000 millones de dólares entre Canadá y Estados Unidos y de alrededor de 100.000 millones de dólares entre Estados Unidos y México.
Los restantes 6.000 millones de dólares corresponden al intercambio entre Canadá y México, que aunque se estima bajo supera al comercio mexicano con el resto de América Latina.
El investigador Rubén Rocha, rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, organizadora del seminario, declaró a IPS que "las cifras del intercambio comercial revelan el carácter radial del TLC, con centro en Estados Unidos".
Agregó que también ponen en evidencia la marginación de las relaciones mercantiles de México con América Latina, prácticamente estancadas en menos del cuatro por ciento del total durante la vigencia del TLC.
Según Rocha, "la inercia y el conformismo predominan en las relaciones económicas entre Estados Unidos y México, así como en lo relativo al débil nexo mexicano con el resto de América Latina".
Aunque se sigue usando la retórica del sueño bolivariano, México concentra 70 por ciento de su comercio exterior en el intercambio con Estados Unidos, indicó.
A su juicio "urge diversificar vínculos no sólo hacia el resto de América Latina sino también hacia Europa y los países asiáticos, a fin de orientarse, en un plano distinto y más equilibrado, a reforzar nexos con los vecinos de América del Norte".
Por su parte Alfredo Guerra-Borges, de la Universidad Nacional Autónoma de México, dijo que de modo directo o indirecto los acuerdos de integración de México con otros países latinoamericanos extienden la normatividad del TLC hacia el sur.
México firmó pactos bilaterales con Chile, Costa Rica y Bolivia, además de un tratado trilateral con Colombia y Venezuela, y negocia acuerdos con Ecuador, Nicaragua y los países centroamericanos del llamado Triángulo del Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras).
Guerra-Borges señaló que los nexos de integración históricos latinoamericanos adolecen de fragilidad y tienden a una redefinición bifurcada hacia los mercados de mayor tamaño: Estados Unidos en el caso del TLC y la Unión Europea en el del Mercosur.
"Gobiernos y empresarios de la región corren tras espejismos al sobrestimar el potencial de los acuerdos y apostar ingenuamente a la automaticidad de los beneficios del libre comercio", adujo.
Sobre la posibilidad de vías alternativas al esquema neoliberal dominante, el experto dijo a IPS que por más crisis que haya en el plano económico no habrá cambios profundos sin una irrupción de algo nuevo desde el campo de lo político, lo que aún no se ve.
En opinión de Guerra-Borges no parece posible que México mantenga los próximos años un activismo integracionista hacia el sur, no sólo por su crisis económica sino también porque no se percibe hacia dónde podría expandirse la red de acuerdos.
"La opción del Caribe insular tiene problemas que no sería fácil superar y una negociación con el Mercosur no se anticipa por ahora", dijo.
"Lo más razonable para México, inmerso todavía en su propia crisis económica, es darse tiempo para que maduren los acuerdos ya suscritos, a fin de poder distinguir cuál será su parte activa y su letra muerta en los próximos años", concluyó. (FIN/IPS/emv/dg/if-ip/96)